Juan Haro, la cavidad de la piedra
Grandes museos y colecciones albergan su escultura, como el Reina Sof¨ªa
El pasado d¨ªa 20 de mayo muri¨® en Madrid el gran escultor Juan Haro. Hab¨ªa nacido 76 a?os atr¨¢s en Cuevas de Almanzora (Almer¨ªa). Barcelona y Par¨ªs fueron sus territorios de aprendizaje. En Par¨ªs curs¨® estudios en la ?cole National de Beaux Arts y trab¨® amistad con artistas como Giacometti, Lobo, Vi?es, etc¨¦tera. All¨ª realiz¨® varias exposiciones y en esa ciudad obtendr¨ªa el Premio Nacional de Escultura del Museo St. Denis y el Premio de Escultura del XX Sal¨®n de Asnieres. Tambi¨¦n all¨ª comparti¨® el exilio y la militancia antifranquista con muchos otros artistas y presidi¨® la Asociaci¨®n de Artistas Espa?oles en Par¨ªs. Nunca se desprender¨ªa de su compromiso con la libertad.
Su desaparici¨®n sella el silencio en el que su obra y su persona han permanecido durante los ¨²ltimos a?os en el mundo oficial del arte en nuestro pa¨ªs.
El forzado viraje hacia una modernidad urgida y no siempre bien asimilada -como certeramente expresara en sus escritos el pintor Antonio Saura-, realizado en la d¨¦cada de los ochenta, se desentendi¨® de una obra demasiado vigorosa como la de Haro en un mundo que suele abjurar de sus propias autenticidades.
Conoc¨ª su obra y su extraordinaria personalidad a comienzo de los setenta mientras me ocupaba, de forma bastante madrugadora y lejos de mis vocaciones teatrales, en organizar exposiciones y eventos culturales para la empresa privada.
En este caso fue una exposici¨®n de escultura espa?ola contempor¨¢nea en la que se aunaban piezas de Chillida, Mendiburu, Rubio Cam¨ªn, Pablo Serrano, y, por primera vez desde la Guerra Civil, del gran Alberto S¨¢nchez. De entre todas, la obra de Haro, un gran abrazo en granito gris, se alzaba milagrosamente ingr¨¢vido en el espacio.
La escultura de Juan Haro, rigor y medida, recoge la estela de piedra de la escultura egipcia, del rom¨¢nico, de la modernidad sabia de Zadkine o de Manolo Hugu¨¦, pero tambi¨¦n hay una mirada oblicua a las maternidades de la Am¨¦rica precolombina, tal vez explayada durante su estancia en tierras calientes como docente en la Universidad de Caracas. Pero, sobre todo, y m¨¢s all¨¢ de la desde?ada figuraci¨®n, hay en su obra una doblegaci¨®n de la materia, un encuentro con el vac¨ªo, un ritmo de formas esenciales que contradicen, o mejor, que trascienden y exceden cualquier moda como ocurre siempre con el arte aut¨¦ntico.
Conoci¨® la pujanza y el reconocimiento en la esperanzada d¨¦cada de los setenta con grandes exposiciones en galer¨ªas de Madrid como Biosca o en encargos de proyectos para espacios p¨²blicos como el aeropuerto de Madrid, polideportivos, instituciones oficiales, etc¨¦tera, y gan¨® diversos premios y galardones (Segunda Medalla de Escultura Nacional de Bellas Artes, Primer Premio Concurso Nacional de Moneda). Obras suyas figuran en el Centro Nacional de Arte Reina Sof¨ªa, Fundaci¨®n Juan March y en diversos museos, ministerios y colecciones privadas. La espl¨¦ndida revista de arquitectura y artes pl¨¢sticas Nueva Forma, dirigida por Daniel Fullaondo, public¨® amplios reportajes sobre su obra. Tambi¨¦n este diario se hizo eco de algunas de sus inauguraciones.
Despu¨¦s la demora, el olvido que oxida vida y obra y finalmente el silencio.
Disfrut¨¦ de su amistad, de su hermandad, hasta el final. Le vi trabajar en sus diversos talleres a la intemperie, luchando con la piedra, con la sabidur¨ªa acumulada de siglos de canter¨ªas, de ¨¢vidos golpes que rompen lo que sobra para descubrir la obra oculta en la cavidad de la piedra.
Mi hijo adolescente, que gate¨® entre sus esculturas, mirando el retrato desde el que nos mira, dice que sus ojos mostraban la claridad y la dignidad que acompa?aron su vida y su obra.
Eusebio L¨¢zaro es actor y director de teatro.
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