Chechenia, la paz de los cementerios
Mosc¨² proclama el fin de la guerra en la rep¨²blica cauc¨¢sica. All¨ª ha practicado durante a?os una represi¨®n brutal ante la que EE UU y Europa han hecho la vista gorda. Pero la savia del cardo checheno sigue viva
El pasado 16 de abril, Mosc¨² anunci¨® oficialmente el fin de la guerra contra el terrorismo en Chechenia. Desde la proclamaci¨®n unilateral de su independencia por el ex general de la aviaci¨®n sovi¨¦tica Djohar Dud¨¢iev en 1991, consecutiva a la desintegraci¨®n de la URSS, la historia de la peque?a rep¨²blica aut¨®noma se compone de una sucesi¨®n de campa?as militares, golpes de mano de la guerrilla, treguas precarias y nuevas rupturas de hostilidades. Hoy la paz reina en Grozni -una paz cuyo coste s¨®lo puede calibrar quien haya puesto los pies all¨ª: barrios enteros de la capital arrasados por el fuego de tanques, aviones y helic¨®pteros, aldeas destruidas, familias diezmadas, decenas de millares de j¨®venes torturados y desaparecidos en los siniestros puntos de filtraci¨®n-.
A presuntos bandidos se les rompen las costillas, se les cortan dedos y se les aplica la ley de fugas
Tres mujeres valientes -Shihab, Loizeau y Politk¨®vskaya- han denunciado al Kremlin
"Cucarachas chechenas", los denomin¨® el ministro de Defensa de Yeltsin, P¨¢vel Grashov. Otros mandos militares y l¨ªderes pol¨ªticos, no menos patriotas, reclamaban asimismo la necesidad de "extirparlos como un tumor canceroso", de "exterminarlos como perros rabiosos" o "borrarlos de la faz de la tierra". Con la entronizaci¨®n de Putin, el lenguaje cambi¨® pero la ferocidad represiva, no. Con el oportunismo que le caracteriza, se apunt¨® a la Cruzada bushiana de "la guerra contra el terror". Ustedes con Al Qaeda, nosotros con el yihadismo cauc¨¢sico. Confiando la gesti¨®n de la brutalidad de las armas a las milicias a sueldo de Ramz¨¢n Kad¨ªrov checheniz¨® la guerra y puede presentarse ahora ante la opini¨®n p¨²blica rusa y sus socios occidentales como el gran art¨ªfice de la normalizaci¨®n.
La campa?a iniciada en diciembre 1994 para "restaurar el orden constitucional" y acabar con un r¨¦gimen de "criminales y bandidos", concebida por Yeltsin y Grashov como un simple paseo militar en una velada bien arros¨¦e, convirti¨® a Chechenia en uno de los puntos del planeta en el que la especie m¨¢s bien inhumana a la que pertenecemos manifest¨® con mayor sa?a su potencial infinito de crueldad. Hablar de una pol¨ªtica de exterminio de todos los varones j¨®venes (y tambi¨¦n de docenas de mujeres, ni?os y ancianos) sospechosos de "bandidaje", primero por el Ej¨¦rcito ruso y luego por los escuadrones de la muerte del actual presidente checheno, Ramz¨¢n Kad¨ªrov, no es una exageraci¨®n. Los asesinatos, secuestros, violaciones, torturas, pillajes, aparecen ampliamente documentados en los informes de la Comisi¨®n de Derechos Humanos en la que milita Yelena Bonner, viuda de S¨¢jarov, as¨ª como en los del Pen Club ruso y Amnist¨ªa Internacional.
La suerte corrida por los dirigentes independentistas chechenos ilustra el cinismo y la falta de escr¨²pulos de los amos del Kremlin, envalentonados por el silencio vergonzoso de la comunidad de naciones: el asesinato en marzo de 1996 del presidente Dud¨¢iev, v¨ªctima de un cohete aire-tierra guiado por la emisi¨®n del tel¨¦fono a trav¨¦s del cual conversaba con el supuesto mediador ruso Constant¨ªn Vor¨®noi, "haza?a" que combinaba la alta tecnolog¨ªa digital con el gangsterismo m¨¢s b¨¢rbaro; el de su sucesor interino, Selijman Yanderb¨ªev, liquidado en 2004 por sicarios rusos en Qatar, en donde hab¨ªa buscado refugio; el de Asl¨¢n Masj¨¢dov, ex jefe del Estado Mayor de Dud¨¢iev -conocido por sus posiciones moderadas y pragm¨¢ticas, opuestas al yihadismo de Shamil Bas¨¢iev-, elegido presidente en los primeros y tal vez ¨²ltimos comicios libres celebrados en Chechenia en 1997, rematado como un perro en Tolst¨®i Yurt en febrero de 2005, son tres ejemplos de esta expeditiva "pacificaci¨®n" llevada a cabo por Yeltsin, Putin y el cachorro checheno del ¨²ltimo, el jan Kad¨ªrov.
Entre las im¨¢genes m¨¢s duras de muerte y destrucci¨®n de la peque?a rep¨²blica cauc¨¢sica, la de Asl¨¢n Masj¨¢dov, ca¨ªdo de espaldas, pecho al aire y brazos en cruz, rodeado de botas de sus matones -foto que guardo en mi lugar de trabajo como recordatorio del sufrimiento de este peque?o pueblo de un mill¨®n y medio de almas al que me siento unido por un sentimiento cuyas ra¨ªces tal vez se remontan a mis primeras lecturas y enso?aciones- cifra toda mi amargura ante la furia ciega de la historia. ?Ser¨¢ necesario recordar que en la Cumbre sobre Terrorismo, Democracia y Seguridad reunida en Madrid un mes m¨¢s tarde ninguno de los dignatarios all¨ª reunidos alz¨® la voz contra el crimen erigido como sistema de gobierno por un Estado all¨ª presente? El tema de los derechos humanos desaparece de la orden del d¨ªa de tales asambleas cuando choca con los intereses energ¨¦ticos de las democracias occidentales, lo mismo en el caso de Rusia que en el de la tiran¨ªa de Guinea Ecuatorial.
Algunos testimonios posteriores a mi estancia en Chechenia -cerrada hasta hoy a la prensa, salvo en "visitas guiadas"- arrojan una luz cruda sobre los m¨¦todos empleados por Ramz¨¢n Kad¨ªrov para alcanzar la paz reci¨¦n anunciada por el Kremlin: la denuncia por Sophie Shihab, corresponsal de Le Monde en Mosc¨², de las torturas llevadas a cabo por los cosacos -?volvemos a los tiempos de Pushkin y L¨¦rmontov!- a presuntos bandidos y criminales cauc¨¢sicos, "con todas las costillas rotas y dedos y orejas cortados", a quienes se aplica luego, si sus familias no pagan rescate, la ley de fugas; las im¨¢genes de horror y desolaci¨®n de Manon Loizeau en su filme Grozni, cr¨®nica de una extinci¨®n rodado clandestinamente con la ayuda de un pu?ado de mujeres chechenas; las cr¨®nicas reunidas con el t¨ªtulo Diario ruso de Anna Politk¨®vskaya, la periodista asesinada con toda impunidad en su domicilio de Mosc¨² por los sayones de Ramz¨¢n Kad¨ªrov por la valiente denuncia de sus ejecuciones extrajudiciales, torturas, cr¨ªmenes y arbitrariedades... Estas tres mujeres (?y luego se habla de "sexo d¨¦bil"!) nos dicen que la paz reinante en Grozni es la de los cementerios. Como respond¨ªa un personaje de Tolst¨®i, tambi¨¦n una mujer, en Haxi Murat a quienes comentaban las proezas guerreras de los cosacos y soldados del zar: "?Qu¨¦ guerra? Son ustedes unos asesinos, esto es todo".
El terrorismo de Estado del actual presidente checheno no se limita a la eliminaci¨®n de los ya escasos guerrilleros independentistas que resisten en las zonas monta?osas del sur: se ceba sobre todo con quienes colaboraron con la administraci¨®n federal rusa tras la segunda ocupaci¨®n de 1999 y entraron en conflicto con ¨¦l. La relaci¨®n de v¨ªctimas expuesta por la corresponsal de este peri¨®dico en Mosc¨² evoca los peores tiempos del estalinismo cuando la larga mano de los servicios secretos sovi¨¦ticos asesinaba fuera de las fronteras de la URSS personajes molestos como Trotski o Andreu Nin. El caso de Umar Israilov, acribillado a balazos en Viena, quiz¨¢ sea el m¨¢s espectacular y representativo: despu¨¦s de haber sido torturado con descargas el¨¦ctricas por el propio Ramz¨¢n Kad¨ªrov en la "base deportiva" de Guderm¨¦s, logr¨® refugiarse en Austria y present¨® una denuncia de los m¨¦todos de gobierno del s¨¢trapa en el Tribunal de Derechos Humanos del Consejo de Europa. Seg¨²n revel¨® a The New York Times poco antes de su muerte, existe una lista de 50 personas, compuesta por el l¨ªder de la "nueva Chechenia", destinadas a acabar como ¨¦l. La "normalizaci¨®n" del pa¨ªs y la reconstrucci¨®n de Grozni, en donde Kad¨ªrov ha edificado la mayor mezquita de la Federaci¨®n Rusa, sirven as¨ª de pantalla para un sistema de terror, intimidaci¨®n y chantaje que desmiente la versi¨®n triunfalista de esta paz inicua.
Muchas veces me he preguntado el porqu¨¦ de mi querencia, casi obsesi¨®n, con un pa¨ªs tan lejano, cuyos recuerdos, como los de la Guerra Civil de mi infancia, reiteran sus apariciones en los duermevelas y afloran a la superficie de mi labor literaria. Podr¨ªa contestar: las im¨¢genes ef¨ªmeras, y a posteriori tr¨¢gicas, de aquellos con quienes me cruc¨¦ brevemente all¨ª, o la lectura frecuente de Puschkin, L¨¦rmontov y mi asiduidad a Haxi Murat, la obra maestra de Tolst¨®i; pero quiz¨¢ la respuesta m¨¢s justa ser¨ªa la evocaci¨®n del paisaje del camino que lleva a Veden¨® y Bamut, a la orilla del impetuoso r¨ªo Arg¨²n, entre los montes cubiertos de abetos de los contrafuertes del C¨¢ucaso.
La belleza ins¨®lita del lugar -pese a la presencia de unos tanques rusos calcinados que rememoraban el drama de un pueblo condenado desde hace m¨¢s de dos siglos a la amargura de la derrota y del exilio, sin que se resigne a ello- es misteriosamente distinta a cuantas cordilleras he contemplado en mi vida. Alejandro Dumas no pecaba de hip¨¦rbole ni de exaltaci¨®n rom¨¢ntica cuando escrib¨ªa: "Es lo m¨¢s agreste y sobrecogedor que nunca he visto ni siquiera imaginado en mis sue?os m¨¢s locos". Tolst¨®i, de nuevo Tolst¨®i, nos da la clave de su imantaci¨®n y de su fuerza indomable, en abrupto contraste con el hado de la derrota y opresi¨®n que marca la suerte de sus habitantes: all¨ª brota, cori¨¢ceo y tenaz, el cardo aplastado una y otra vez por el carro brutal de la historia, pero cuya savia no se rinde.
Juan Goytisolo es escritor.
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