"Lo m¨ªo s¨ª que es alianza de civilizaciones"
?Qu¨¦ hace una barcelonesa en Lahore? "Me enamor¨¦ de Pakist¨¢n". La hermana Pilar es Pilar Vila-San Juan Sagnier -"no olvides el apellido de mi madre"-, religiosa de Jes¨²s Mar¨ªa y todo un car¨¢cter que rompe con el estereotipo de la misionera. Su trabajo como directora del colegio de esa orden en la capital del Punjab es s¨®lo parte de su compromiso con los cristianos paquistan¨ªes y su empe?o en fomentar la convivencia con los musulmanes.
"?Quieres ver un ejemplo de di¨¢logo de civilizaciones?", pregunta. Y muestra en su m¨®vil la foto de dos ni?os guap¨ªsimos, uno cristiano y otro musulm¨¢n, de su centro de educaci¨®n especial, "tratando de ponerse de acuerdo sobre c¨®mo rezar". El Centro Thevenet (en honor a la fundadora de su orden, santa Claudina Thevenet) es la ni?a de sus ojos. All¨ª ha logrado lo que parec¨ªa imposible, educar juntos a ni?os y ni?as, musulmanes y cristianos, pobres y ricos, tres c¨®cteles humanos que este pa¨ªs siempre hab¨ªa evitado.
La misionera educa juntos a cristianos y musulmanes en Pakist¨¢n
"Yo no vine aqu¨ª a convertir a musulmanes, sino a educar a ni?os y ni?as cristianos y musulmanes en los valores de la convivencia, esto es alianza de civilizaciones", aclara esta mujer de 57 a?os. Su trabajo destaca en estos momentos de radicalizaci¨®n de la sociedad paquistan¨ª, cuando las minor¨ªas, y en concreto los cristianos, se han convertido en objetivo de los extremistas. De hecho, los anfitriones de nuestra comida piden que no se les mencione para evitarse problemas. "No entiendo c¨®mo 170 millones de musulmanes se pueden sentir amenazados por apenas dos millones de cristianos", reflexiona Vila-San Juan.
Pilar es una mujer de armas tomar. Cuando el padre de una de sus alumnas trat¨® de sobornarle para arreglar un suspenso de la ni?a, ella le se?al¨® la puerta. Ofendido, el hombre le levant¨® la mano. "No s¨¦ de d¨®nde me salieron las fuerzas, pero le dije: 'Ni se le ocurra, que no soy su mujer".
La violencia contra las mujeres est¨¢ a la orden del d¨ªa. No es la primera vez que alguna alumna le pide ayuda porque su padre ha pegado a su madre o ha abusado de ella. Y eso que se trata de un colegio privado donde se educa la ¨¦lite de Lahore. "Me dan ganas de matarles", se le escapa. Enseguida matiza que es una forma de hablar. "Los 30 a?os que llevo de monja no te preparan para las situaciones a las que te enfrentas aqu¨ª".
Dicho lo cual, se entiende que antes de dar cuenta de la ensalada y el delicioso plato de pescado con verduras que nos ofrecen los anfitriones, confiese que echa de menos tomarse una horchata y un arroz negro. No parece mucho pedir. Han pasado dos a?os desde su ¨²ltima visita a Espa?a. Dentro de unos d¨ªas volver¨¢ a visitar a su familia. No esconde la emoci¨®n.
"Soy muy apasionada". No hay m¨¢s que verla hablar de sus alumnos, de las prostitutas a las que visita o del reparto de comida entre los pobres para darse cuenta de que pone el alma en lo que hace. Ahora est¨¢ embarcada en una colecta para los desplazados de Swat. Su objetivo es que cada clase re¨²na las 6.000 rupias (60 euros) necesarias para atender a una familia en los campamentos.
Directa y poco amiga de los halagos, Vila-San Juan advierte de que no le gusta que la encasillen por su h¨¢bito. "Es mi opci¨®n personal; y ser monja no define mi calidad humana". Y dice con humor: "Las monjas somos como las bebidas, las hay de mejor y de peor calidad".
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