Berlusconi al desnudo
Las im¨¢genes no desvelan la privacidad del primer ministro, sino su deriva autoritaria
Que no se equivoque Silvio Berlusconi: es la prensa democr¨¢tica la que respeta su intimidad y ¨¦l quien no deja de ponerla en entredicho. Porque la publicaci¨®n de las fotograf¨ªas de sus fiestas privadas no obedece a ning¨²n intento de enjuiciar su moral como ciudadano, sino al prop¨®sito de demostrar que ¨¦l, como primer ministro, est¨¢ intentando convertir el espacio de la pol¨ªtica democr¨¢tica en una simple prolongaci¨®n de sus relaciones de amistad y de sus entretenimientos.
Eso es exactamente lo que, seg¨²n sus propias declaraciones, ha hecho al elaborar las sucesivas listas electorales de su partido e, incluso, a la hora de asignar responsabilidades de Gobierno. Y otro tanto cabe decir del uso de las facilidades que el Estado pone a disposici¨®n del primer ministro para cumplir con sus responsabilidades institucionales. Transportar invitados a fiestas privadas no es tarea de los aviones oficiales, poco importa a estos efectos que se trate de bailarinas o presentadoras de televisi¨®n. Y el hecho de que el primer ministro hiciera aprobar en 2008 una ley que abr¨ªa los vuelos de Estado a cualquier acompa?ante no le ofrece una cobertura jur¨ªdica, sino que evidencia un flagrante abuso de poder.
La prensa italiana ha denunciado el esc¨¢ndalo, y la respuesta del primer ministro no ha consistido ¨²nicamente en negar o en trivializar los hechos, present¨¢ndose como un paternal protector de muchachas en las que asegura apreciar especiales talentos art¨ªsticos o pol¨ªticos. Recurriendo a la confusi¨®n entre los intereses p¨²blicos y privados, Berlusconi ha intentado, adem¨¢s, desacreditar a ciudadanos que, como su propia mujer, estaban en condiciones de corroborar las denuncias. Ese g¨¦nero de presiones son la prueba de que, bajo Berlusconi, la libertad de expresi¨®n se encuentra amenazada. La fiscal¨ªa italiana ha secuestrado, por otra parte, la totalidad del archivo del fot¨®grafo que capt¨® las im¨¢genes.
Con este esc¨¢ndalo Berlusconi queda al desnudo, pero no como ciudadano, sino como pol¨ªtico. Si hasta ahora sus salidas de tono se hab¨ªan tomado a broma, hoy existen nuevas y poderosas razones para advertir que lo que el primer ministro est¨¢ poniendo en juego es el futuro de Italia como Estado de derecho. Y una Italia que se deslice por la pendiente a la que la est¨¢ arrastrando Berlusconi no es s¨®lo un motivo de preocupaci¨®n para los italianos, sino para todos los europeos.
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