El poeta de la ternura
Pablo Guerrero recibe un homenaje por sus cuatro d¨¦cadas de poes¨ªa cantada
Pablo Guerrero es hombre de costumbres austeras y cena escasa, pero anoche se concedi¨® una generosa raci¨®n de jam¨®n serrano y queso manchego a modo de vianda excepcional. No todos los d¨ªas le homenajean a uno hasta quince cantautores de toda edad y condici¨®n en el escenario de la Galileo Galilei, as¨ª que el extreme?o de la atormentada figura, ese poeta que alternativamente canta y fuma, se sacudi¨® la timidez proverbial, asumi¨® su condici¨®n de protagonista y se fundi¨® en un mar de abrazos que a menudo disimulaban alguna que otra l¨¢grima furtiva.
El cantautor Javier ?lvarez le defini¨® hace poco como su "gur¨² particular", pero Guerrero, a sus 62 a?os, no quiere sentirse maestro de casi nada. "Si acaso transmit¨ª alguna ense?anza, habr¨¢ sido a trav¨¦s de mis versos", reflexiona escasos minutos antes de que arranque el recital, absorto en la felicidad del momento y encadenando -ahora que ning¨²n m¨¦dico le vigila- su cuarto o quinto cigarrillo consecutivo. "Las experiencias est¨¢n para entregarlas a los dem¨¢s. Todo el mundo deber¨ªa irse a la otra vida con la certeza de haber compartido".
"Deber¨ªamos irnos a la otra vida con la certeza de haber compartido"
No, no se est¨¢ despidiendo. El trovador de Esparragosa de Lares (Badajoz) pas¨® largos a?os ensimismado en su propia escritura, pero ahora atraviesa una ¨¦poca de f¨¦rtil y gozosa exposici¨®n: un disco sobre poetas extreme?os (Luz de tierra), otro a medias con ?lvarez (Guerrero ?lvarez), el galard¨®n a toda una vida en los ¨²ltimos Premios de la M¨²sica. "A este paso termino como Leonard Cohen, haciendo giras mundiales a los setenta y tantos", bromea con esa media sonrisa pudorosa que no le abandona durante toda la velada.
Siempre le han visto como un creador adusto y ensimismado, pero en la distancia corta exhibe un sentido del humor impredecible. "Me gusta relacionarme con mi hijo y sus amigos, cultivar la guasa, re¨ªrme mucho de m¨ª mismo, de mis calamidades. Canto y trabuco las palabras: 'agua' por 'viento', por ejemplo. Mis m¨²sicos acaban tronch¨¢ndose. Y para conservar mi poca voz, me tiro una o dos horas pegando gritos en casa cada ma?ana, pese a lo cual conservo una relaci¨®n amistosa con el vecindario...".
Por la Galileo desfilaron los ¨ªntimos, desde Javier Bergia a Pedro Guerra, Marwan o Ismael Serrano. Esmeralda Grao se sac¨® de la chistera una m¨²sica in¨¦dita para un viejo poema de Pablo, Mujer plural; otro tanto hicieron Moncho Otero y Rafa Mora con Cruzo el puente del poema. El extreme?o Enrique Cidoncha, ese joven poeta del objetivo que engrandeci¨® el libreto de Luz de tierra, accionaba el obturador. Y el homenajeado se mec¨ªa en la silla con gesto abrumado mientras Charo, aliada de tantas d¨¦cadas, le colmaba de caricias.
Los dos hablan, claro, un lenguaje com¨²n. "Hay cosas en la vida que te endurecen", reflexiona el poeta, "pero siempre deben dejar paso a la ternura, a la cercan¨ªa". Hace mucho que este antiguo monta?ero vocacional acept¨® el abrazo pesado y sudoroso de la gran ciudad, y anoche a¨²n encontr¨® palabras para explicarlo. "Aunque haya visto valles y riscos de hermosura apabullante, la belleza tambi¨¦n est¨¢ en la luz que asoma por la ventana, en el brillo de un vaso de vino. Y cada vez me cuesta menos encontrar esos destellos de esperanza". Muchas copas se alzaron al cielo para saludar todos los a?os de ternura que a¨²n est¨¦n por venir.
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