Los iran¨ªes deciden hoy sobre la continuidad de Ahmadineyad
Los fundamentalistas temen una "revoluci¨®n de terciopelo"
La polarizaci¨®n de la campa?a electoral iran¨ª ha convertido las elecciones de hoy en un refer¨¦ndum sobre la gesti¨®n econ¨®mica y la agenda social islamista del presidente Mahmud Ahmadineyad. Tres candidatos, un conservador y dos reformistas, tratar¨¢n de impedir que repita mandato. Si ninguno consigue el 50% m¨¢s uno de los votos v¨¢lidos, los dos mejor situados tendr¨¢n que enfrentarse el pr¨®ximo viernes. Un total de 46,2 millones de iran¨ªes est¨¢n convocados a las urnas en las d¨¦cimas elecciones presidenciales desde la fundaci¨®n de la Rep¨²blica Isl¨¢mica en 1979.
Desde fuera resulta tentador desestimar el proceso electoral iran¨ª como una mera fachada. Sin embargo, dada la personalidad del actual presidente y la lucha de poder entre bambalinas que ha delatado la campa?a, el veredicto de las urnas puede determinar algo m¨¢s que la continuidad o un cambio de imagen. Es cierto que la ¨²ltima palabra en materia de pol¨ªtica exterior, defensa y seguridad nacional la tiene el l¨ªder supremo, un cargo no electo que en la actualidad ostenta el ayatol¨¢ Al¨ª Jamenei. A¨²n as¨ª, quien est¨¦ al frente del Gobierno tampoco es irrelevante. De los cuatro candidatos que pasaron el veto del r¨¦gimen, dos parecen concitar el mayor entusiasmo: Ahmadineyad y el reformista Mir Hosein Musavi. El primero se ha erigido en defensor de los valores revolucionarios de primera hora sobre los que se fund¨® la Rep¨²blica Isl¨¢mica. Frente a su deseo de parar el tiempo, Musavi se presenta como un modernizador que propone adaptar ese proyecto al siglo XXI.
Control conservador
Los propios reformistas admiten que de salir su candidato, y seg¨²n se acercaba la fecha electoral aumentaban quienes lo cre¨ªan posible, empezar¨¢n sus problemas. Los conservadores que est¨¢n enraizados en los pilares del poder, desde la radiotelevisi¨®n estatal hasta los servicios secretos, no van a cederles el sitio con gusto. S¨®lo hay que recordar los dos mandatos de Mohamed Jatam¨ª, a quien hicieron la vida imposible y frenaron la mayor¨ªa de sus moderad¨ªsimas reformas.
El problema es que la alternativa, la continuidad de Ahmadineyad, no s¨®lo preocupa a los j¨®venes de la clase media urbana. Tambi¨¦n un sector del r¨¦gimen teme que, envalentonado, acabe con el pluralismo siquiera limitado que permite el sistema y establezca una dictadura neorrevolucionaria. Es a lo que se refer¨ªa Musavi cuando, en el duro debate que mantuvieron ante las c¨¢maras, le acus¨® de "deriva dictatorial". El temor es a¨²n mayor porque se intuye que cuenta con la bendici¨®n del l¨ªder supremo, cuyos enemigos hist¨®ricos resultan ser los mismos a los que Ahmadineyad ha denunciado durante la campa?a.
Es ante esa posibilidad contra la que se ha organizado la marea verde que los inmovilistas han denunciado como el principio de una "revoluci¨®n de terciopelo". No est¨¢ claro hasta qu¨¦ punto el entusiasmo que durante la semana pasada se ha vivido en las calles de las ciudades iran¨ªes va a trasladarse a las urnas. Los iran¨ªes no eligen entre dos programas, sino entre dos modos de abordar el futuro.
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