El Bu?uel Explorador
Venezuela ha sido uno de los pa¨ªses m¨¢s complicados. Yo lo veo como que est¨¢s dentro de una tragicomedia. Ch¨¢vez es como un estereotipo del dictador latinoamericano, pero sin ser un dictador. Est¨¢ cambiando el pa¨ªs de una manera muy dram¨¢tica, porque mientras apela a la revoluci¨®n, a confiscar tierras y nacionalizar empresas, en los supermercados a la gente a menudo le resulta complicado encontrar alimentos b¨¢sicos como el az¨²car. La historia ha demostrado que ese tipo de acciones no funcionan. Cuba, Zimbabue... Y en Venezuela la revoluci¨®n ha estado marchando m¨¢s o menos s¨®lo por una cosa, porque tienen petr¨®leo. Pero ahora llega una ¨¦poca cr¨ªtica".
Habla Diego Bu?uel, nieto de uno de los mitos del cine, Luis Bu?uel. Hijo de su hijo primog¨¦nito, Juan Luis Bu?uel, tambi¨¦n director de cine, ya retirado, pero que trabaj¨® con actrices como Liv Ullmann y Catherine Deneuve; y de Joyce, una neoyorquina tambi¨¦n realizadora de cine y, sobre todo, de televisi¨®n, a¨²n en activo. Naci¨® en Par¨ªs en 1975, donde vive ahora. Estudi¨® Periodismo y Ciencias Pol¨ªticas en Chicago, m¨¢s un m¨¢ster en Oriente Pr¨®ximo. Tras un tiempo como cronista de sucesos para peri¨®dicos estadounidenses y seis a?os de corresponsal de guerra para el canal 2 de la televisi¨®n p¨²blica francesa, rueda desde 2006 los documentales Don't tell my mother... (No le digas a mi madre...), sobre puntos calientes del planeta. En una primera tanda recorri¨® Colombia, Corea del Norte, Afganist¨¢n, el Congo y Gaza/Israel; ahora presenta en el canal de National Geographic la segunda serie, dedicada a Venezuela, Ir¨¢n, Irak, Pakist¨¢n y los Balcanes. "Venezuela es el pa¨ªs donde yo he visto que la gente ten¨ªa m¨¢s miedo de hablar conmigo".
"Mi abuelo me pas¨® su obsesi¨®n por los insectos y las armas. Con ocho a?os estaba fascinado por la Segunda Guerra Mundial"
"Me siento un trovador, un contador de historias de la gente corriente, la que no sale en los informativos"
"Pakist¨¢n es uno de los sitios con mejor comida y con gente m¨¢s simp¨¢tica, pero tambi¨¦n uno de los m¨¢s peligrosos. Lo hacen peligroso s¨®lo un 10% de sus habitantes, pero son los que siempre salen en la prensa. Y esa manera de enfocar el periodismo, centr¨¢ndonos en ese 10%, creo que es un error tremendo, porque distorsiona la realidad. Y la realidad no es blanca ni negra, tenemos que ense?ar toda la gama de grises". Su lema es atender a la gente corriente; intenta romper estereotipos a trav¨¦s de ellos; proyectar la intrahistoria m¨¢s que la historia que componen pol¨ªticos y militares. Haciendo caso a ese 90%, cuenta c¨®mo las sociedades son m¨¢s tolerantes (y contradictorias) que los esquemas herm¨¦ticos (y propagand¨ªsticos) de sus gobernantes. As¨ª, el documental No le digas a mi madre... que estoy en Pakist¨¢n muestra (sorpresa, sorpresa) un taller donde un grupo de mujeres musulmanas confeccionan material sadomaso para Occidente: "Nuestras clientas son sobre todo las amas brit¨¢nicas", explica uno de los due?os del taller, donde se fabrican desde fustas hasta camisas de fuerza y m¨¢scaras, algunas imitando cabezas de perro. "?Y el Cor¨¢n no proh¨ªbe que se dediquen a este tipo de cosas?". Contesta impert¨¦rrito ese mismo hombre: "No creo que ni el Cor¨¢n ni ning¨²n libro religioso proh¨ªba que atiendas tu negocio con profesionalidad". Sigue el recorrido de Diego Bu?uel por Pakist¨¢n: un club nocturno en Karachi con hombres y mujeres bailando y bebiendo alcohol; entrevista a un travesti que resulta ser una estrella de la televisi¨®n, que presenta uno de los programas con m¨¢s audiencia del pa¨ªs; un grupo de transexuales en Lahore, y la cadena de salones de belleza Depilex, atendida por mujeres que han sufrido el ataque salvaje de sus parejas, que les han quemado con ¨¢cido las caras. Habla, por ejemplo, Sara, que tras 18 operaciones de reconstrucci¨®n de sus facciones (m¨¢s o menos) se dedica a cuidar la imagen de sus clientas; lo cual, reconoce, le ha hecho reconciliarse consigo misma.
"Ir¨¢n ha sido el m¨¢s dif¨ªcil de tramitar de esta nueva serie de documentales. Tiene una burocracia desesperante. Necesit¨¦ seis meses para obtener el visado. Ten¨ªa que detallar exactamente todo lo que quer¨ªa hacer. Una vez all¨ª, deb¨ªa repetir continuamente los tr¨¢mites. Sent¨ª en todo momento que nos vigilaban. Pero son una gente encantadora; muy guapos y guapas. Y me encontr¨¦ con una juventud con un enorme deseo de cambiar, de emanciparse. Es un pa¨ªs esquizofr¨¦nico, porque viven en una rep¨²blica isl¨¢mica donde much¨ªsimas cosas est¨¢n prohibidas, pero a la vez son chi¨ªes, y son m¨¢s tolerantes que los sun¨ªes de pa¨ªses ¨¢rabes, por ejemplo, con las mujeres". El documental de Ir¨¢n vuelve a romper estereotipos. Diego Bu?uel habla con un anticuario jud¨ªo, con un mul¨¢ preocupado por c¨®mo le sientan los trajes y con su hijo rapero, con una mujer taxista en Teher¨¢n y con un jugador de baloncesto de Tejas (hay 20 jugadores estadounidenses en equipos de baloncesto iran¨ªes). Una vez m¨¢s, la prueba de que la gente, el d¨ªa a d¨ªa de la sociedad, lo hace todo m¨¢s relativo, tolerante y normalizado de lo que muestran los esquemas de la mayor¨ªa de la prensa. Y visita el Museo de Arte Contempor¨¢neo, en cuyos almacenes guardan una gran colecci¨®n con piezas de genios como Warhol y Magritte, pero cuya exhibici¨®n est¨¢ prohibida.
Son reportajes curiosos, distintos, lejos del engolamiento que suele rodear a muchos corresponsales de guerra y grandes exploradores. Diego Bu?uel sale permanentemente en pantalla, hablando con la gente, casi siempre con una sonrisa. "El humor es esencial para defenderte, para sobrevivir... Siempre se encuentra un resquicio para seguir adelante. Al principio recib¨ª muchas cr¨ªticas; que c¨®mo me atrev¨ªa a salir as¨ª en pantalla, y de esa manera tan natural y fresca. Pude defenderme bien porque ten¨ªa mucho trabajo de periodista a mis espaldas".
No part¨ªa de cero. No es el ni?o bonito al que se le ocurre viajar por el mundo haciendo pintorescos documentales. "Ten¨ªa una preparaci¨®n y buenos argumentos". Con 18 a?os se march¨® a estudiar a Estados Unidos (tiene la doble nacionalidad). "En Francia era demasiado conocido por mi apellido; no me sent¨ªa due?o de mi vida; y yo quer¨ªa construir mi propia identidad; no quer¨ªa acabar aqu¨ª sumergido en la vida f¨¢cil y despreocupada. Y no es que sienta el?peso del apellido Bu?uel como una losa, en un sentido negativo, no; todo lo contrario. No es peso, es... una especie de energ¨ªa. Siempre lo he llevado como una responsabilidad para bien, que me anima, que me empuja a estar arriba".
Sus primeros trabajos como periodista en Estados Unidos le llegaron para cubrir sucesos en Miami. Pura cr¨®nica negra. En el a?o 2000 regres¨® a Francia para realizar el servicio militar. Le asignaron un c¨®modo puesto en un cuartel para elaborar una revista de prensa; pero ¨¦l pidi¨® m¨¢s. Y le destinaron a Sarajevo. Se qued¨® enganchado a las situaciones conflictivas y encamin¨® sus pasos para ser corresponsal de guerra. Lo consigui¨® con un contrato para la agencia Capa, para la que cubri¨® la intervenci¨®n norteamericana en Afganist¨¢n, y viaj¨® como periodista empotrado entre los marines durante la invasi¨®n de Irak. Luego, otros picos de actualidad como la guerra del Congo, el tsunami de Indonesia, el funeral de Arafat en Palestina. Y de ah¨ª a esta serie de 10 documentales sobre pa¨ªses en conflicto. Dos meses por pa¨ªs; s¨®lo ¨¦l y un c¨¢mara. Y ya se ha metido de lleno en su siguiente paquete de documentales, esta vez sobre grandes y desconocidas megal¨®polis, como Lagos, Yakarta y Dhaka (capital de Bangladesh). Ocho ciudades que le tendr¨¢n ocupado un a?o, y que compaginar¨¢ con la presentaci¨®n del programa Los nuevos exploradores, en Canal + Francia.
Poco a poco, Diego Bu?uel se va haciendo un hueco como estrella medi¨¢tica. Tiene futuro. Guapo y con buen porte (1,93, 95 kilos); la fuerza de su abuelo en los ojos y las cejas; simp¨¢tico (se nota en los documentales su mano para tratar a la gente; aunque ¨¦l dice que en su vida privada es muy reservado, que todo lo organiza en torno a su media docena de amigos, que vuelca en el trabajo todo lo que haya de gregario en su car¨¢cter); triling¨¹e (franc¨¦s, ingl¨¦s, espa?ol), m¨¢s conocimientos de ¨¢rabe; cercano, de sonrisa sencilla ("una sonrisa y preguntar: 'Hola, ?c¨®mo est¨¢s?', eso funciona en cualquier parte del mundo, a m¨ª nunca me ha fallado"), moderno, se cas¨® hace un a?o con la atractiva roquera coreana Maggie Kim, a la que conoci¨® en Nueva York. En agosto tendr¨¢n un ni?o.
De su abuelo, aparte de ese peso positivo del apellido, guarda intensos recuerdos de las navidades y los veranos, aunque muri¨® cuando Diego contaba s¨®lo ocho a?os. "Me hubiera gustado haber estado con ¨¦l por lo menos hasta los 14 a?os; porque s¨¦ que as¨ª me perd¨ª muchas cosas, no ten¨ªa la facultad de comprender muchos de los pensamientos que me transmit¨ªa. Pero s¨ª s¨¦ que me pas¨® su obsesi¨®n por los insectos y las armas. Nunca he cazado ni disparado a ning¨²n ser vivo, pero desde peque?o he sentido atracci¨®n por todo lo que implican las armas. Con ocho a?os ya estaba fascinado con la Segunda Guerra Mundial". Y ah¨ª sigue, intentando romper estereotipos, pero atra¨ªdo por situaciones l¨ªmite.
El episodio dedicado a los Balcanes es el que le ha quedado m¨¢s dram¨¢tico; pues ya desde el comienzo se ven los duros trabajos de identificaci¨®n de cad¨¢veres en fosas comunes. Pero Diego Bu?uel sabe, incluso en Bosnia y Serbia, encontrar puntos de fuga, grietas por donde entra el aire en la vida cotidiana y desdramatiza la historia. "Es el humor de las peque?as historias. El periodista debe ofrecer salidas, no presentar continuamente la realidad como un callej¨®n sin salida, como el fin del mundo, algo a lo que nos tiene acostumbrados la prensa. Parece que cada d¨ªa se va a acabar el mundo. Yo me siento como un trovador, alguien que va contando peque?as historias con las que todos los seres humanos se pueden sentir identificados. No soy un notario que certifica de una manera fr¨ªa los grandes hechos. No. Soy un trovador. Y no hay profesi¨®n m¨¢s bonita en el mundo que la de contar historias. Y debemos saber contarlas, aportar perspectivas distintas. Vivimos en una ¨¦poca de transici¨®n, de adaptaci¨®n a los nuevos formatos que nos ha tra¨ªdo Internet; pero el periodista no desaparecer¨¢. La sociedad siempre necesitar¨¢ gente que le sepa contar historias y con una ¨¦tica; y eso no es el vale todo que se cuelga en la Red. Yo digo que hago infortainment (una mezcla de information y entertainment, entretenimiento, en ingl¨¦s). Debemos saber atrapar la atenci¨®n hasta el final".
Hasta la ¨²ltima l¨ªnea.
National Geographic (Digital +) emite este mes los documentales 'Don't tell my mother...'. Los mi¨¦rcoles, a las 22.15 horas.
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