El coro de la ministra Trinidad
Un gran avance de la pol¨ªtica social en la pasada legislatura, la Ley de Dependencia, puede convertirse en un problema a?adido para el Ejecutivo durante el presente ejercicio. Todos los que estamos vinculados a los servicios sociales vimos esperanzados el nuevo impulso (otro brote verde) que Trinidad Jim¨¦nez pudiera darle a este asunto pero, tampoco nos enga?emos, un cambio de personas y de estructuras ministeriales no modifica per se el desafiante panorama que tenemos por delante.
Es un clamor la inequidad en la aplicaci¨®n de la ley por comunidades aut¨®nomas. Es tambi¨¦n una dur¨ªsima realidad que miles de personas dependientes no vean satisfechas sus expectativas y adem¨¢s sean objeto de escarnios administrativos, retrasos injustificables o inexistencia de servicios adecuados, lo que nos lleva al abuso de las prestaciones econ¨®micas: la paguita de la dependencia que la ley recog¨ªa como excepcional. Asistimos a esperpentos como el del gran dependiente para el que se determin¨® una prestaci¨®n econ¨®mica de un c¨¦ntimo al mes, o el sangrante caso publicado en este diario de la ni?a con par¨¢lisis cerebral cuyo expediente se suspende por la administraci¨®n madrile?a "hasta que la solicitante se encuentre en situaci¨®n m¨¦dica estable" (??).
El que la Ley de Dependencia choque con 17 solistas auton¨®micos produce inequidad
Sobre la Ley de Dependencia hay tres hechos importantes que conviene recordar:
1. Las prestaciones y servicios contemplados son los propios del sistema de servicios sociales. La norma no contiene ni una sola prestaci¨®n o servicio que proceda del sistema sanitario.
2. Los servicios sociales (cuarto pilar del Estado de bienestar hasta la modificaci¨®n unilateral del concepto que practic¨® el ministro Caldera) son competencia auton¨®mica. Es decir, hay 17 sistemas de servicios sociales en Espa?a que han de adaptarse para garantizar unos mismos derechos a todos los ciudadanos en una cabriola coreogr¨¢fica poco menos que imposible de acompasar. Diecisiete solistas, por buenos que sean, no forman un coro bien empastado de la noche a la ma?ana, y mucho menos si no acostumbran a cantar juntos.
3. El desarrollo de los servicios sociales en Espa?a ha sido muy precario si nos comparamos con algunos de nuestros vecinos europeos. Un ejemplo: la cobertura de la Ayuda a Domicilio en Espa?a apenas llega al 4%, con una boyante intensidad media de cuatro horas semanales de atenci¨®n. En Dinamarca es del 30% y para nuestros vecinos franceses es del 12,5%, con intensidades medias que no bajan de las 10 horas semanales.
Los servicios sociales en Espa?a han sido tratados como una cuesti¨®n menor y de segundo rango pol¨ªtico. Est¨¢n mal financiados (par¨¦ntesis para aplaudir el denodado esfuerzo de los ayuntamientos) y en demasiadas ocasiones est¨¢n dirigidos por gabinetes auton¨®micos de tecn¨®cratas que poco o nada saben de la materia.
A¨²n as¨ª, este debilitado sistema de servicios sociales previene y atiende situaciones individuales y familiares de dificultad; desarrolla pol¨ªticas de inserci¨®n laboral de personas en peligro de exclusi¨®n; interviene en la protecci¨®n de menores y de otros colectivos vulnerables como son las mujeres maltratadas; orienta y asesora las adopciones nacionales o internacionales; atiende a necesidades espec¨ªficas de personas con discapacidad f¨ªsica, ps¨ªquica o sensorial; coopera con servicios de vivienda, salud o educaci¨®n; atiende a los mayores que -en muchos casos y afortunadamente- no alcanzan a ser calificados como dependientes; atiende, asesora y presta servicios diversos a la poblaci¨®n inmigrante... y as¨ª, un largo etc¨¦tera. ?No son todas estas cuestiones de Estado?
Trinidad Jim¨¦nez y su coro de 17 solistas auton¨®micos tienen ante s¨ª enormes retos en esta materia:
Deben aprovechar la oportunidad que brinda esta ley para impulsar un sistema p¨²blico de servicios sociales que se acerque a ser tan universal y normalizado como el sanitario (envidia de muchos) o el educativo.
Debe acompasar el coro de los 17 solistas para que la cantata de la dependencia suene aceptablemente bien, cumpliendo los tempos marcados en la partitura y sin que unas voces destaquen sobre otras, o desafinen estrepitosamente, como ahora ocurre. Pero tambi¨¦n debe dirigir el coro con el gusto y la flexibilidad que toda interpretaci¨®n musical requiere. Sensibilidad -creemos- no le falta.
Debe trabajar al un¨ªsono con los dem¨¢s directores ministeriales (Salgado, Blanco o Chaves), porque la aportaci¨®n de su coro a la sinfon¨ªa de la salida de la crisis es fundamental en el ¨²ltimo movimiento: el de la creaci¨®n de empleo y la generaci¨®n de riqueza. Su Ministerio no es una r¨¦mora de gasto para el Estado. Muy al contrario, la inversi¨®n decidida en protecci¨®n social, en nuevos equipamientos y servicios, es vital en este momento en el que lo p¨²blico tiene que abrirse paso y recuperar lo que el mercadeo libre ha destruido.
No es tiempo para las estridencias musicales. Es tiempo para la b¨²squeda de armon¨ªas de Estado, con altura de miras por parte de todos los agentes auton¨®micos implicados. Los ciudadanos y las ciudadanas, dependientes o no, deseamos o¨ªr -hartos de ruidos pero a¨²n esperanzados- un concierto memorable.
Luis Alberto Barriga Mart¨ªn es trabajador social de la Asociaci¨®n Estatal de Directores-as y Gerentes de Servicios Sociales.
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