El regalo de Hoboken al mundo
En la columna necrol¨®gica que escribi¨® cuando falleci¨® La Voz, el maestro Vicent sosten¨ªa que "millones" de personas deb¨ªan su existencia a Frank Sinatra. Quiz¨¢s -ven¨ªa a decir- sus respectivos millones de progenitores no se habr¨ªan amado con la suficiente intensidad fecundadora si aquella voz de "terciopelo ra¨ªdo" no hubiera excitado su libido. Quiero pensar que en mi caso pudo ser tambi¨¦n as¨ª. Mi madre ha sido siempre una moderna, de manera que en su momento debi¨® de ser lo m¨¢s parecido (versi¨®n Espa?a a?os cuarenta) a una de aquellas bobby soxer que vibraban con las canciones de Sinatra y no se cansaban de ver Levando anclas, el estupendo musical de George Sidney. En Hoboken, la ciudad donde el cantante naci¨® y desde la que se obtienen las mejores vistas de Manhattan (conviene acudir al atardecer, cuando el reflejo de la luz sobre el Hudson transforma los rascacielos en abstractos vol¨²menes de Morandi), existe un parque dedicado a su recuerdo en el que se proclama orgullosamente: In Memory of Francis Albert Sinatra, Hoboken's Gift to the World. A m¨ª el tipo siempre me cay¨® bien. S¨ª, ya s¨¦: sus v¨ªnculos con la Mafia, su machismo visceral, sus negocios dudosos, su compromiso con las pol¨ªticas reaccionarias de los setenta, su reputaci¨®n de "chico malo" y no siempre simp¨¢tico, su coca¨ªna. Pero durante la mayor parte de su vida estuvo con los dem¨®cratas: hizo campa?a por Roosevelt cuando eso era importante, se acerc¨® a la izquierda (a la de verdad) en los cuarenta, apoy¨® a Kennedy. Y no puedo olvidar que, cuando estuvo por primera vez en Espa?a (en el rodaje de Orgullo y pasi¨®n, 1957), se despidi¨® del pa¨ªs dejando escrito en la ventana de su habitaci¨®n una contundente sentencia de perspicacia wittgensteiniana: "Franco es una rata". Y, sobre todo, ah¨ª siguen sus canciones. A m¨ª me gustan m¨¢s las jazzy -con Count Basie, por ejemplo, o con Antonio Carlos Jobim-, pero tambi¨¦n llevo under my skin incluso las que antes me parec¨ªan empalagosamente sentimentales. Acerca de ese artista singular y de c¨®mo se planteaba su trabajo trata El sonido de Sinatra (Alba), de Charles L. Granata, un estupendo volumen ilustrado en el que se pasa revista a m¨¢s de cincuenta a?os de la trayectoria profesional del que quiz¨¢s ha sido el m¨¢s grande int¨¦rprete de m¨²sica popular norteamericana. El regalo de Hoboken al mundo. Y al que tal vez (tengo que preguntarle a mi madre) yo tambi¨¦n deba la vida.
No hagan caso a quienes les digan que 'Ulises' es un bodrio y d¨¦jense capturar por su torrente de modernidad, imaginaci¨®n e inteligencia narrativa
Joyceana
El martes me regal¨¦, como Joyce manda, sandwiches de gorgonzola y una botella de burdeos para celebrar una vez m¨¢s la nada ¨¦pica jornada dublinesa de Leopold Bloom. Record¨¦ que hasta hace quince a?os la ciudad que vio nacer a uno de sus hijos literarios m¨¢s ilustres (tiene muchos otros: Swift, Goldsmith, Stoker, Wilde, Yeats, Shaw, Synge, O'Casey, Beckett...) no se preocupaba demasiado de su memoria, lo que quiz¨¢s no hubiera sorprendido a quien siempre se encontr¨® m¨¢s c¨®modo en el exilio. Fue cuando las autoridades del ramo se cayeron del guindo y descubrieron que Joyce pod¨ªa convertirse en un icono tur¨ªstico cuando comenzaron a surgir en diversos rincones de la ciudad recordatorios de su peripecia vital. Y ya se sabe que, como descubri¨® el obispo Berkeley -un dublin¨¦s de adopci¨®n-, esse est percipi (ser es ser percibido). El centenario (en 2004) del Bloomsday convirti¨® Dubl¨ªn en una sobresaturada Meca cuyos peregrinos -una abigarrada mezcla pol¨ªglota de devotos y curiosos- recorr¨ªan obedientemente las estaciones del v¨ªa crucis joyceano prescritas en los folletos tur¨ªsticos. Ahora todo ha cambiado: los forofos pueden recurrir a la versi¨®n oral (en ingl¨¦s) de Ulises (22 ced¨¦s publicados por Naxos) y convertirla en una especie de hilo musical que les acompa?e en sus tareas dom¨¦sticas. Y los que aspiren a nota cuentan ahora con la versi¨®n (abreviada en 4 ced¨¦s) de Finnegans Wake que acaba de publicar el mismo sello; supongo que Juli¨¢n R¨ªos ya habr¨¢ encargado su ejemplar. En todo caso, les recuerdo a mis improbables lectores (especialmente a los todav¨ªa m¨¢s improbables que a¨²n no hayan le¨ªdo Ulises) que en este momento somos uno de los pa¨ªses que cuenta con m¨¢s traducciones de esa novela fundacional: adem¨¢s de la catalana de Joaquim Mallofr¨¦, est¨¢n disponibles las castellanas de Salas Subirats, Jos¨¦ Mar¨ªa Valverde y la conjunta de Francisco Garc¨ªa Tortosa y Mar¨ªa Luisa Venegas. De modo que no hagan caso a quienes les digan que es un bodrio (probablemente no la han le¨ªdo) y d¨¦jense capturar por su torrente de modernidad, imaginaci¨®n e inteligencia narrativa. Claro que no les voy a decir que se lee como La mano de F¨¢tima. Afortunadamente.
Despedida
El final de la feria me pill¨® encerrado en un armario (Mill¨¢s me ense?¨® a amarlos) con un hilo de nailon atado a los genitales y a la garganta, de manera que no pude acudir a la clausura. Antes hab¨ªa le¨ªdo el atinado comentario de Borja Hermoso en el que se preguntaba si los peri¨®dicos no se hab¨ªan pasado tres pueblos cubriendo generosamente, y durante diecisiete d¨ªas seguidos, lo que -incluso en boca de sus organizadores- no era sino un mercado local ("de venta pura y dura"), en el que los aspectos culturales eran objetivo secundario. Otra cosa ser¨ªa si, por ejemplo, la feria-mercado estuviera acompa?ada de un programa cultural dise?ado con ambici¨®n, y cuyos patrocinios y financiaciones se recabaran con tiempo. Vender libros es estupendo, desde luego, igual que dar la oportunidad para ese buscado encuentro de p¨²blico y autores, pero tambi¨¦n lo es vender otras cosas muy nobles a las que los peri¨®dicos no dedican tanta tinta tantos d¨ªas seguidos. Lo que me hace sospechar que, a veces, la informaci¨®n sobre la feria funciona como antes lo hac¨ªan las resurrecciones estivales del monstruo del lago Ness. Incluso en su aspecto de certamen "de venta pura y dura" la feria no acaba de generar suficiente informaci¨®n de inter¨¦s como para propiciar an¨¢lisis y debates en los diarios. La que se refiere a cifras reales de ventas, ranking de t¨ªtulos m¨¢s vendidos, precios medios, fondo real disponible, etc¨¦tera, es casi inexistente o puramente conjetural, como efecto secundario de esa especie de absurdo pacto de silencio instituido para que nadie se sienta vejado. Ahora, para acallar las cr¨ªticas, nos revelan que este a?o las ventas han sido superiores a las del a?o pasado, lo que tambi¨¦n es estupendo. Pero en el llamado "balance de la Feria del Libro de Madrid" s¨®lo se nos proporcionan, a modo de limosna, los escasos datos de un "muestreo" realizado por la comisi¨®n organizadora: incre¨ªble. En fin, esperemos que para el a?o que viene los responsables tomen nota. Y los peri¨®dicos tambi¨¦n. Mientras tanto, una vez desatado y fuera del armario, contin¨²o con la lectura de la estupenda -y devastadora- novela de Ivy Compton-Burnett Una casa y su due?o, que mi adorada editora Silvia Querini acaba de rescatar para Lumen (en 1964 se public¨® con diferente traducci¨®n en Plaza & Jan¨¦s). No se la pierdan: est¨¢ en las buenas librer¨ªas (aunque no hayan tenido caseta en la feria).
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