Generaci¨®n 'ni-ni': ni estudia ni trabaja
Los j¨®venes se enfrentan hoy al riesgo de un nivel de vida peor que el de sus padres - El 54% no tiene proyectos ni ilusi¨®n
Tan preparados y satisfechos con sus vidas, y tan vulnerables y perdidos, nuestros j¨®venes se sienten presa f¨¢cil de la devastaci¨®n laboral, pero no aciertan a vislumbrar una salida airosa, ni a combatir este estado de cosas. El dato asomaba hace poco, sin estr¨¦pito, entre los resultados de la ¨²ltima encuesta de Metroscopia: el 54% de los espa?oles situados entre los 18 y los 34 a?os dice no tener proyecto alguno por el que sentirse especialmente interesado o ilusionado. ?Ha surgido una generaci¨®n ap¨¢tica, desvitalizada, indolente, mecida en el confort familiar? Los soci¨®logos detectan la aparici¨®n de un modelo de actitud adolescente y juvenil: la de los ni-ni, caracterizada por el simult¨¢neo rechazo a estudiar y a trabajar. "Ese comportamiento emergente es sintom¨¢tico, ya que hasta ahora se sobrentend¨ªa que si no quer¨ªas estudiar te pon¨ªas a trabajar. Me pregunto qu¨¦ proyecto de futuro puede haber detr¨¢s de esta postura", se?ala Elena Rodr¨ªguez, soci¨®loga del Instituto de la Juventud (INJUVE).
Algunos soci¨®logos detectan una atm¨®sfera juvenil muy inflamable Economizan sus esfuerzos por miedo a la frustraci¨®n
La incertidumbre se impone en el empleo y en la pareja
S¨®lo el 40% de los universitarios tiene una actividad acorde con sus estudios
Est¨¢n predispuestos a aprovechar el momento, "aqu¨ª y ahora"
"La gente no tiene prisa en hacerse mayor", dice una voluntaria de ONG
La crisis ha venido a acentuar la incertidumbre en el seno de una generaci¨®n que creci¨® en un ¨¢mbito familiar de mejora continuada del nivel de vida y que ha sido confrontada al deterioro de las condiciones laborales: precariedad, infraempleo, mileurismo, no valoraci¨®n de la formaci¨®n. Las ventajas de ser joven en una sociedad m¨¢s rica y tecnol¨®gica, m¨¢s democr¨¢tica y tolerante, contrastan con las dificultades crecientes para emanciparse y desarrollar un proyecto vital de futuro. Y es que nunca como hasta ahora, en siglos, se hab¨ªa hecho tan patente el riesgo de que la calidad de vida de los hijos de clase media sea inferior a la de los padres.
Ese temor ha empezado a extenderse, precisamente, entre la generaci¨®n que de forma m¨¢s abrumadora, siempre por encima del 80%, declara sentirse satisfecha con su vida. El virus del des¨¢nimo est¨¢ minando la naturaleza vitalista y combativa de la gente joven aunque encontremos pruebas fehacientes individuales y colectivas de su consustancial esp¨ªritu de superaci¨®n.
He aqu¨ª una muestra de resistencia a la adversidad extrema, junto a la prueba de c¨®mo el discurso consumista ha resultado una trampa para tantos j¨®venes audaces que creyeron en el man¨¢ crediticio y el crecimiento econ¨®mico sin fin. "No podemos hacer frente a las hipotecas", resume Luis Do?a, de 26 a?os, padre de una ni?a de 15 meses, presidente de la Asociaci¨®n de Defensa de los Hipotecados, que pretende renegociar la deuda contra¨ªda con los bancos y recabar la ayuda de la Administraci¨®n. Llevados por el entusiasmo de haber encontrado un empleo estable, como comercial de una multinacional, ¨¦l y su compa?era adquirieron hace cuatro a?os un cr¨¦dito hipotecario de 180.000 euros a pagar en 30 a?os para comprar un piso. "Ten¨ªamos que abonar 800 euros al mes, pero es que ya est¨¢bamos pagando 600 de alquiler. Hace un a?o, de buenas a primeras, nos quedamos los dos sin trabajo y ya se nos ha agotado el paro. Hemos conseguido que el banco nos cobre ¨²nicamente los intereses de la deuda, pero es que son 560 euros al mes y no los tenemos, porque no nos sale nada. ?Desmoralizados? Lo que estamos es desesperados y eso que nuestro caso no es tan dram¨¢tico como el de otras familias que han sido desahuciadas, han tenido que refugiarse en casa de su madre o su suegra".
Eduardo Bericat, catedr¨¢tico de Sociolog¨ªa de la Universidad de Sevilla, cree que la falta de ilusi¨®n hay que interpretarla, no tanto por los efectos de la crisis, como por el cambio cultural producido con anterioridad. "El modelo de vocaci¨®n profesional que implicaba un proyecto vital de futuro y un destino final conocido, con sus esfuerzos y contraprestaciones, ha desaparecido. Ahora, la incertidumbre se impone en el trabajo y en la pareja y no est¨¢ claro que la dedicaci¨®n, el compromiso, el estudio o el t¨ªtulo, vayan a tener su correspondiente compensaci¨®n laboral y social", afirma. Si la pregunta cl¨¢sica de nuestros padres y abuelos: "?Y t¨², que vas a ser?" pierde fundamento, se entiende mejor que los esfuerzos juveniles respondan, m¨¢s que a la ilusi¨®n por un proyecto propio, al riesgo de quedar descartado. "Si no estudio, si no hago ese master...". Seg¨²n el informe Eurydice, de la Uni¨®n Europea, s¨®lo el 40% de los universitarios espa?oles tiene un trabajo acorde con sus estudios.
A los j¨®venes no les resulta emocionalmente rentable comprometerse en un proyecto de vida definido porque piensan que estar¨ªa sometido a vaivenes continuos y que dif¨ªcilmente llegar¨ªa a buen puerto. "Aplican la estrategia de flexibilizar los deseos y de restar compromisos; nada de esfuerzos exorbitantes cuando el beneficio no es seguro. Como el riesgo de frustraci¨®n es grande, prefieren no descartar nada y definirse poco", explica Eduardo Bericat. A eso, hay que sumar un acusado pragmatismo -nuestros chicos son poco idealistas-, y lo que los expertos llaman el "presentismo", la reforzada predisposici¨®n a aprovechar el momento, "aqu¨ª y ahora", en cualquier ¨¢mbito de la vida cotidiana. De acuerdo con los estudiosos, esa actitud responde tanto a la sensaci¨®n subjetiva de falta de perspectivas, como al hecho de que el alargamiento de la etapa juvenil invita a no desperdiciar "los mejores a?os de la vida" y a combinar el disfrute hedonista con la inversi¨®n en formaci¨®n.
A falta de datos sobre el alcance del "s¨ªndrome ni-ni", el catedr¨¢tico de Sociolog¨ªa de Sevilla explica que el pacto impl¨ªcito entre el Estado, la familia y los j¨®venes, pacto que compromete al primero a sufragar la educaci¨®n y a la segunda a cargar con la manutenci¨®n, alojamiento y ocio, hace creer a algunos j¨®venes que en las actuales circunstancias pueden retrasar la toma de la responsabilidad. "Desarrollan una actitud nihilista porque no se les exige estar motivados, ni asumir responsabilidades y hay redes y paraguas sociales. En las convocatorias para cubrir plazas de becarios, me encuentro con aspirantes de treinta y tantos y hasta de cuarenta a?os, y lo curioso es que esos becarios se comportan como becarios. Es la profec¨ªa autocumplida. Si les llamas becarios y les pagas como tales terminar¨¢n convirti¨¦ndose en becarios. Lo que me preocupa es la infantilizaci¨®n de la juventud", subraya.
"Los j¨®venes de ahora no son capaces de arriesgar, son conservadores", constata Elena Rodr¨ªguez. ?La tard¨ªa emancipaci¨®n juvenil espa?ola (bastante por encima de los 30 a?os de media) es, sobre todo, fruto de la inestabilidad y precariedad del mercado laboral o consecuencia de ese supuesto conservadurismo? Aunque la diversidad y pluralidad de la juventud aconseja huir de las visiones un¨ªvocas, no se puede perder de vista que ellos no han tenido que vencer los obst¨¢culos de las generaciones precedentes. "Miramos con descr¨¦dito la vida que nos ofrece la sociedad. Nuestros padres trabajaron mucho y se hipotecaron de por vida, pero tampoco les hemos visto muy felices. No es eso lo que queremos. La gente tiene pocas prisas para hacerse mayor", explica Letizia Tierra, voluntaria de una ONG. Por lo general, las personas que trabajan en asociaciones de ayuda juvenil tienden a repartir sus juicios con la medida de la botella medio llena, medio vac¨ªa.
"En el CIMO (Centro de Iniciativas de la Juventud) vemos apat¨ªa y falta de ilusi¨®n generalizada. Muchos de los 200.000 nuevos titulados universitarios anuales afrontan con pesimismo la b¨²squeda de empleo. Saben que hay un elevado porcentaje de puestos de cajeros, reponedores, almacenistas, dependientes, etc¨¦tera ocupados por diplomados o licenciados", afirma Yolanda Rivero, directora de esa asociaci¨®n que atiende a diario a m¨¢s de 600 j¨®venes. Con todo, descubre tambi¨¦n a muchos j¨®venes capaces de adaptarse y de asumir retos y riesgos. "La generaci¨®n JASP (j¨®venes sobradamente preparados) tiene la ventaja de su mayor formaci¨®n. A la vista del panorama, contin¨²an form¨¢ndose, viajan, trabajan, de camarero, si es preciso, para pagarse un master y aprovechan sus oportunidades, aunque, eso s¨ª, en casa de pap¨¢ y mam¨¢ hasta los 35 a?os, por lo menos".
El catedr¨¢tico de Psicolog¨ªa Social Federico Javaloy, autor del estudio-encuesta de 2007, Bienestar y felicidad de la juventud espa?ola, cree probado que nuestros j¨®venes no son ap¨¢ticos y desilusionados, aunque lo est¨¦n, por contagio ambiental. "Lo que pasa es que rechazan el men¨² laboral que les ofrecemos. El fallo es nuestro, de nuestra educaci¨®n y nuestros medios de comunicaci¨®n", sostiene. Aunque las ONG encauzan en Espa?a las inquietudes que los partidos pol¨ªticos son incapaces de acoger, tampoco puede decirse que la participaci¨®n juvenil en ese campo sea extraordinaria. "Algo menos del 10% de los j¨®venes participa en alg¨²n tipo de asociaci¨®n, deportivas, en su mayor¨ªa, pero el porcentaje que lo hace en las ONG no llegar¨¢, seguramente, al 1%", indica el catedr¨¢tico de Sociolog¨ªa de la UNED, Jos¨¦ F¨¦lix Tezanos. Autor del estudio Juventud y exclusi¨®n social, Tezanos detecta entre los j¨®venes una atm¨®sfera depresiva, un proceso de disociaci¨®n individualista, condensado en la expresi¨®n "s¨®lo soy parte de m¨ª mismo" y el debilitamiento de la familia. "Se est¨¢ produciendo una gran quiebra cultural. Los componentes identitarios de los j¨®venes no son ya las ideas, el trabajo, la clase social, la religi¨®n o la familia, sino los gustos y aficiones y la pertenencia a la misma generaci¨®n y al mismo g¨¦nero; es decir: elementos microespaciales, laxos y ef¨ªmeros", subraya.
El soci¨®logo de la UNED se pregunta hasta cu¨¢ndo aguantar¨¢ el colch¨®n familiar espa?ol y qu¨¦ pasar¨¢ cuando se jubilen los padres que tienen a sus hijos viviendo en casa. A su juicio, el previsible declive de la clase media, la falta de trabajos cualificados -"el bedel de mi facultad es ingeniero", indica-, el becarismo rampante, la baja natalidad y el desfase en gasto social respecto a Europa est¨¢n creando una atm¨®sfera inflamable que abre la posibilidad de estallidos similares a los de Grecia o Francia. "Podemos asistir al primer proceso masivo de descenso social desde los tiempos de la Revoluci¨®n francesa", augura.
M¨¢s apocal¨ªptico se manifiesta Alain Touraine en el pr¨®logo del libro de Jos¨¦ F¨¦lix Tezanos. "Nuestra sociedad no tiene mucha confianza en el porvenir puesto que excluye a aquellos que representan el futuro" (...) "Se piensa que los j¨®venes van a vivir peor que sus padres", escribe el intelectual franc¨¦s. Y a?ade: "Avanzamos hacia una sociedad de extranjeros a nuestra propia sociedad" (...) "Si hay una tendencia fuerte, es que tendremos un mundo de esclavos libres, por un lado, y a un mundo de tecn¨®cratas, por otro" (...) "Los j¨®venes tienen que trabajar de manera tan competitiva, que se acaban rompiendo (...) No est¨¢n s¨®lo desorientados, es que, en realidad, no hay pistas, no hay camino, no hay derecha, izquierda, adelante, detr¨¢s".
Nadie parece saber, en efecto, con qu¨¦ se sustituir¨¢ la vieja ecuaci¨®n de la formaci¨®n-trabajo-estatus estable, si, como pregonan estos soci¨®logos, la educaci¨®n en la cultura del esfuerzo toca a su fin y gran parte de los empleos apenas dar¨¢n para malvivir. Aunque estamos ante una generaci¨®n pragm¨¢tica que no ha so?ado con cambiar el mundo, muchos estudiosos creen que la juventud no permitir¨¢, sin lucha, la desaparici¨®n de la clase media. "El mundo que alumbr¨® la Ilustraci¨®n, la Revoluci¨®n francesa y la Revoluci¨®n industrial est¨¢ agotado. La superproducci¨®n y la superabundancia material en estructuras de gran desigualad social carecen de sentido, hay que repensar muchas cosas, construir otra sociedad", afirma Eduardo Bericat.
Las din¨¢micas encaminadas a establecer nuevas formas de relaciones personales, la b¨²squeda de una mayor solidaridad y espiritualidad, m¨¢s all¨¢ de los partidos y religiones convencionales, los intentos de combatir la crisis y de conciliar trabajo y familia, el ecologismo y hasta el nihilismo denotan, a su juicio, que algo se mueve en las entretelas de esa generaci¨®n. "Son alternativas que, aisladamente, pueden resultar peregrinas, pero que, en conjunto, marcan la b¨²squeda de un nuevo modelo de sociedad", dice el profesor. ?Ser¨¢ posible que esta juventud supuestamente acomodaticia y refractaria a la utop¨ªa sea la llamada a abrir nuevos caminos?
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