?ngeles y pilotos
A Dios nunca he acabado de entenderlo, pero siempre me han ca¨ªdo bien los ¨¢ngeles de la guarda. De ni?a me los imaginaba con cazadora de aviador y antiparras como los ¨ªdolos del aire, pero volando siempre a ras de tierra, que es donde realmente uno se juega el tipo. Eso lo ten¨ªa muy claro el jesuita catal¨¢n Vicente Ferrer. Mientras algunos cardenales de esos que invierten en bolsa predicaban el reino de los cielos como un para¨ªso fiscal, ¨¦l se dedicaba a salvar vidas en el reino de este mundo, que es donde los hombres son perseguidos, pasan hambre y mueren. O los matan. Cuesti¨®n de principios.
Era flaco y resistente como un junco. No vest¨ªa el uniforme de los pilotos de altura, sino una camisa de color caqui, pantalones de algod¨®n y sandalias de cuero, pero como ¨¢ngel de la guarda no ten¨ªa rival. Si no que se lo digan a los miles de intocables de Anantapur, uno de los infiernos m¨¢s oscuros de la India. All¨ª puso en marcha hospitales, escuelas, pozos de riego y caminos, que son la clase de cosas que ayudan a los seres humanos a levantar la cabeza. Eso que llaman dignidad.
Con apenas 16 a?os, milit¨® en el POUM, defendi¨® la Rep¨²blica en la batalla del Ebro, le toc¨® batirse en retirada hacia Francia y all¨ª fue internado en el campo de concentraci¨®n de Argel¨¨s-sur-Mer. Despu¨¦s las autoridades francesas lo entregaron a Franco en Hendaya junto a otros miles de deportados republicanos. La maldita historia de este pa¨ªs. Pese a todo, no perdi¨® la esperanza y en 1944 se hizo jesuita. No por dogma, sino por coraje, igual que los valientes defensores de los indios guaran¨ªes en el Paraguay de la Misi¨®n. Como era de esperar, tuvo problemas con su Santidad y los mandamases de la Compa?¨ªa de Jes¨²s, igual que Robert de Niro. Tambi¨¦n con los poderes terrenales.
Cuando en 1968 lo expulsaron de Bombay, m¨¢s de treinta mil campesinos se movilizaron en una marcha de 250 kil¨®metros en su defensa. Regres¨® al a?o siguiente, abandon¨® la orden, se cas¨® con la periodista brit¨¢nica Anna Perry y cre¨® la Fundaci¨®n Vicente Ferrer. Una especie de balsa del Titanic en medio del naufragio.
Desde hace unos a?os arrastraba una mala salud de hierro. Era silencioso, fiable y terco como una mula. Igual que el ni?o de la historia de San Agust¨ªn, se empe?aba en ir y venir a la orilla con un peque?o cubo para vaciar toda el agua del mar en un simple hoyo. Y como no sab¨ªa que eso era imposible, el muy cabezota casi lo consigue. Curiosa gente estos jesuitas de riesgo.
Puede que los suyos no lo asciendan nunca a los altares. Su idea de la solidaridad resultaba demasiado insumisa para los tiempos que corren. Pero los que no compartimos su fe en el g¨¦nero humano y mucho menos en el divino sabemos reconocer a un ¨¢ngel de la guarda aunque no tenga alas.
Durante la Segunda Guerra Mundial, cuando un piloto de la RAF ca¨ªa en combate, era costumbre entre los ¨ªdolos del aire dar siempre una vuelta en c¨ªrculo como homenaje. T¨®mense esta columna como eso. Un sentido vuelo rasante sobre el ardiente y despose¨ªdo desierto de Anantapur, la tierra de los d¨¢lits.
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