Andr¨¦ Friedmann antes que Robert Capa
Prefiero a Andr¨¦ Friedmann, su nombre verdadero, que a Robert Capa. A la persona que al personaje. Al fot¨®grafo compasivo que al mito.
Prefiero su sensibilidad y ternura que su leyenda de la que se sent¨ªa reh¨¦n. Lo considero inmortal no por los riesgos que asumi¨® en sus m¨²ltiples aventuras sino por su capacidad de dignificar a las v¨ªctimas de las guerras.
Sus mejores fotograf¨ªas las hizo en la retaguardia. All¨ª fue donde document¨® el miedo, la resignaci¨®n y la desolaci¨®n de los refugiados o los sobrevivientes de los bombardeos.
Intuy¨® desde el principio de su carrera que una gran fotograf¨ªa debe documentar y emocionar y que se obtienen im¨¢genes poco impresionantes en las situaciones m¨¢s arriesgadas.
"Si ten¨ªa que participar en un funeral, jur¨¦ que lo har¨ªa desde el cortejo", escribe en sus memorias
Muchos fot¨®grafos han querido emular a Robert Capa, un nombre inventado que utiliz¨® con su amante Gerda Taro para multiplicar por tres el valor econ¨®mico de sus fotograf¨ªas durante los primeros meses de la Guerra Civil espa?ola, donde lleg¨® con 22 a?os. En diciembre de 1938 la revista Picture Post present¨® su trabajo como "las fotos de acci¨®n en la primera l¨ªnea del frente jam¨¢s realizadas con anterioridad".
Pero lo sorprendente es que apenas hizo im¨¢genes de combates. Desde enero de 1939 hasta 1943 no visit¨® un solo campo de batalla y se dedic¨® a regularizar su situaci¨®n en Estados Unidos. Entre 1948 y 1954, a?o de su muerte, dedic¨® todo su esfuerzo a sacar a Magnum de los n¨²meros rojos, muy alejado de los primeros conflictos de la guerra fr¨ªa.
Es cierto que particip¨® en el desembarco de Normand¨ªa, la liberaci¨®n de Par¨ªs y Berl¨ªn y en las duras batallas del sur de Italia, la guerra entre ¨¢rabes e israel¨ªes en 1948 donde estuvo a punto de morir. Pero objetivamente pas¨® menos tiempo en la guerra que cualquier fot¨®grafo actual acostumbrado a trabajar en zonas de conflicto o algunos de los que trabajaron y murieron en la guerra de Vietnam. Miren si no los libros de James Natchwey, Gilles Peress, Don McCullin, Philip Jones Griffiths, Larry Burrows, Henri Huet, Yergueni Jaldei.
Es evidente que algo de su interior muri¨® para siempre cuando Gerda Taro, la mujer que m¨¢s quiso en su vida, fue atropellada mortalmente por un carro de combate en Brunete en 1937.
Alguna vez sinti¨® que estaba "esperando los muertos" y es muy posible que alguien se lo recordase, pero casi nunca se aprovech¨® de su posici¨®n privilegiada para fotografiar de forma indecorosa las tr¨¢gicas consecuencias de los combates.
En Ligeramente desenfocado (La F¨¢brica) recuerda el comentario que un piloto herido le hizo cuando le enfoc¨® con su c¨¢mara: "?Son ¨¦stas las im¨¢genes que est¨¢s buscando, fot¨®grafo?". Y Capa se golpe¨® sin piedad: "En el tren de vuelta, con aquellos rollos de pel¨ªcula bien aprovechados en mi bolsa, sent¨ª odio hacia m¨ª mismo y hacia mi profesi¨®n. Ese tipo de fotograf¨ªas era apto s¨®lo para sepultureros, y yo no quer¨ªa ser uno. Si ten¨ªa que participar en un funeral, jur¨¦ que lo har¨ªa desde el cortejo".
Nunca fue un carro?ero y apenas enfoc¨® su c¨¢mara sobre cad¨¢veres. Richard Whelan, autor de su mejor biograf¨ªa, ha escrito que "muchas de sus im¨¢genes no son tanto cr¨®nicas de sucesos como estudios extraordinariamente comprensivos y compasivos de seres humanos en situaciones extremas".
Me gusta la persona (huyendo del mito) que ense?¨® a sus alumnos que la guerra no es emocionante ni una aventura sino peligrosa y poco fotog¨¦nica. En Ligeramente desenfocado recuerda de forma insistente que la guerra es aburrida y se queja de que sus fotos "son huecas y tristes" y no reflejan "la tensi¨®n y el drama de la batalla".
Richard Whelan explica una an¨¦cdota que muestra su forma de actuar. Cuando Ernst Haas, uno de los m¨¢s j¨®venes fot¨®grafos de la agencia Magnum, se ofreci¨® para ir a la guerra de Corea, Capa se opuso y lo envi¨® a realizar un reportaje a Grecia. Cuando el fot¨®grafo le pidi¨® una explicaci¨®n meses despu¨¦s, Capa le espet¨®: "Cuando uno est¨¢ entusiasmado por ir a la guerra, es muy f¨¢cil que lo maten".
Su vida fue un derroche de apasionante vida social. Fue capaz de extasiar a las audiencias m¨¢s exigentes y am¨® a mujeres muy bellas como la inolvidable Ingrid Bergman. Pero muchas veces huy¨® del mundanal ruido y se refugi¨® en la soledad.
El escritor Irwin Shaw realiz¨® en oto?o de 1947 un magistral retrato del fot¨®grafo: "Solo por las ma?anas, cuando se levanta tambaleante de la cama, Capa deja ver las huellas que la tragedia y el dolor han dejado en ¨¦l. Su p¨¢lido rostro y sus ojos sin brillo reflejan la angustia de siniestras pesadillas nocturnas; he aqu¨ª el hombre cuya c¨¢mara ha escudri?ado tanta muerte y tanta maldad, he aqu¨ª un hombre sin esperanza, dolorido, apesadumbrado, sin estilo ni elegancia".
El documento gr¨¢fico que desnuda la guerra y la hace consumible a miles de kil¨®metros apenas ha evolucionado desde que Robert Capa y una brillante generaci¨®n de ap¨¢tridas mostraron sin tapujos la cara oculta de los campos de batalla de Espa?a y Europa en los a?os treinta y cuarenta del siglo pasado. Aquellos grandes reportajes, hoy desaparecidos de las revistas y los diarios, sujetaban al sill¨®n cada semana a millones de lectores y consumidores.
Si el h¨²ngaro Capa viviese en esta ¨¦poca tan poco amable con millones de seres humanos, su biograf¨ªa b¨¦lica estar¨ªa repleta de coberturas en los conflictos balc¨¢nicos o latinoamericanos, las guerras afgana e iraqu¨ª o las africanas m¨¢s olvidadas. O quiz¨¢ hubiese abandonado su profesi¨®n para siempre cansado del utilitarismo de su trabajo o de su inutilidad.
En Images of War, Friedmann (o su mito Capa) record¨® su encuentro con una ni?a tumbada sobre unos sacos en Barcelona en enero de 1939 en plena debacle republicana que le permiti¨® conseguir una de sus mejores fotograf¨ªas: "Es una monada pero debe estar muy cansada porque no juega con los otros ni?os. Casi no se mueve; s¨®lo sigue todos mis movimientos con sus grandes ojos negros. No siempre es f¨¢cil mantenerte al margen y no ser capaz de hacer nada aparte de documentar el sufrimiento que te rodea".
Gervasio S¨¢nchez (C¨®rdoba, 1959) es fotoperiodista, Premio Ortega y Gasset y Cirilo Rodr¨ªguez, es autor, entre otros libros, de Vidas minadas (1997), Cinco a?os despu¨¦s (2002) y Vidas minadas diez a?os despu¨¦s (2007), todos en Blume, que forman parte del proyecto Vidas minadas, que incluye tambi¨¦n una exposici¨®n itinerante. www.vidasminadas.com
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.