La muerte y el azar
Esa ¨¦poca de dioses, h¨¦roes y batallas llamada el siglo XX ha generado muchos mitos. Uno de los m¨¢s poderosos ha sido el del corresponsal de guerra, que encarna el encanto del miedo, del peligro, del azar, del riesgo, de estar en el lugar adecuado en el momento equivocado, tiene toda la carga de la leyenda, la fascinaci¨®n de alguien que ha contemplado la historia mientras estallaba a tiros y ca?onazos. Y Robert Capa simboliza, quiz¨¢s m¨¢s que nadie, esa figura. Fue el fot¨®grafo desencantado de los dos ¨²ltimos conflictos justos, la Guerra Civil espa?ola y la II Guerra Mundial, un jugador compulsivo, un golfo cautivador capaz de ligarse a Ingrid Bergman, pero tambi¨¦n fue un hombre tocado por el horror, con el coraz¨®n roto despu¨¦s de que un tanque matase demasiado pronto, durante la batalla de Brunete, en 1937, al amor de su vida, Gerda Taro, cuando estaba a punto de cumplir 27 a?os.
"El final de la oscuridad siempre tra¨ªa consigo el comienzo de la muerte", escribe Capa en sus memorias
"Andr¨¦ y Gerta eran j¨®venes y bellos, les gustaba jugar, incluso con sus propias vidas", afirma Fran?ois Maspero
"Andr¨¦ y Gerta", porque Robert Capa se llamaba Andr¨¦ Friedmann y Gerda Taro, Gerta Pohorylle, "eran j¨®venes y bellos, eran la personificaci¨®n de la independencia", escribi¨® Fran?ois Maspero en su biograf¨ªa de ella, L'ombre d'une photographe. "Les gustaba jugar, incluso jugar con sus propias vidas. Seduc¨ªan con naturalidad a todos aquellos con los que se cruzaban y se parec¨ªan mucho el uno al otro en numerosos aspectos. Creo que cualquier persona que lea la biograf¨ªa de Andr¨¦ lamentar¨¢ en alg¨²n momento no haber sido Robert Capa. Y muchas mujeres, despu¨¦s de contemplar la vida de Gerta, lamentar¨¢n, aunque sea durante unos breves instantes, no haber sido Gerda". Una sola frase, la dedicatoria del primer libro que public¨® Capa, con fotos de la Guerra Civil, Death in the making, resume la pasi¨®n, el drama de una pareja que simboliza la herida del siglo: "A Gerda Taro, que pas¨® un a?o en el frente de Espa?a y se qued¨®".
Como todas las leyendas, como las grandes historias, sus figuras vuelven una y otra vez. Son los protagonistas de la novela con la que la escritora Susana Fortes acaba de ganar el Premio Fernando Lara, Esperando a Robert Capa (Planeta), mientras que La F¨¢brica ha publicado por primera vez en castellano las memorias de Capa, Ligeramente desenfocado, un libro delicioso, en el que el fot¨®grafo despliega su encanto personal al relatar los a?os de la II Guerra Mundial. Adem¨¢s, el Museo Nacional de Arte de Catalu?a est¨¢ a punto de inaugurar dos exposiciones sobre Capa y Taro, que contar¨¢n con una peque?a muestra de im¨¢genes de la llamada Maleta mexicana, un conjunto de 4.300 fotos in¨¦ditas de la pareja y de David Seymour, Chim, que aparecieron a principios de este a?o. Aunque seguramente hasta 2010 no podr¨¢n verse en una gran exposici¨®n en Nueva York, bastantes fotos y la fascinante historia de los negativos est¨¢n disponibles en la p¨¢gina web del Internacional Center of Photography (http://museum.icp.org/mexican_suitcase), que fund¨® el hermano de Robert, Cornell Capa.
"Fueron una pareja muy atractiva y muy poco convencional", relata Susana Fortes, quien no acaba de explicarse c¨®mo nadie antes hab¨ªa escrito una novela sobre ellos porque "las buenas historias casi nunca se inventan". "Son dos personajes que se encuentran, comprometidos, entre los que surge una qu¨ªmica brutal y protagonizan una historia de amor muy complicada, una relaci¨®n que nace en el Par¨ªs de los a?os treinta, de los poetas y los pintores, pero que toma carne durante la Guerra Civil. Tambi¨¦n representan el duelo entre dos grandes fot¨®grafos", prosigue Fortes, que en Esperando a Robert Capa narra, a trav¨¦s de una minuciosa documentaci¨®n, desde que se conocieron en Par¨ªs hasta la muerte de ella en la batalla de Brunete, en los alrededores de Madrid, el 26 de julio de 1937. Unos meses antes, como recuerda Fortes en su novela, esta mujer, bella y menuda, hab¨ªa escrito: "Tengo 25 a?os y s¨¦ que esta guerra es el fin de una parte de mi vida, el fin tal vez de mi juventud. A veces me parece que con ella terminar¨¢ tambi¨¦n la juventud del mundo. La guerra de Espa?a nos ha hecho algo a todos. Ya no somos los mismos: el tiempo en el que vivimos est¨¢ tan lleno de cambios que es dif¨ªcil reconocerse en c¨®mo ¨¦ramos todos nosotros hace apenas dos a?os. No me puedo ni imaginar lo que queda por venir".
Lo que estaba a punto de llegar era la II Guerra Mundial. "No hay duda de que Capa fue el mejor fot¨®grafo de aquel conflicto", se?ala el historiador Anthony Beevor, que tras los ¨¦xitos de Stalingrado y La batalla de Berl¨ªn acaba de publicar su narraci¨®n del D¨ªa D. "Las pocas fotos que sobrevivieron del desembarco en Omaha Beach dan una idea perfecta de la confusi¨®n y el horror de aquel d¨ªa. ?Qu¨¦ tragedia que el resto se destruyesen en el cuarto de revelado!". Uno de los bi¨®grafos de Capa, Alex Kershaw, recoge en Sangre y champ¨¢n. La vida y ¨¦poca de Robert Capa una cita del fot¨®grafo que resume su actitud frente al horror: "La guerra es como una actriz que va envejeciendo. Es cada vez menos fotog¨¦nica y cada vez m¨¢s peligrosa".
"No hay ning¨²n fot¨®grafo que haya reflejado la II Guerra Mundial mejor que Capa", explica el historiador y periodista estadounidense Rick Atkinson, ganador del Pulitzer en 2003 por Un ej¨¦rcito al amanecer, un relato de este conflicto en ?frica, y que public¨® en 2008 el segundo volumen, sobre la conquista de Italia por los aliados, El d¨ªa de la batalla, dos frentes en los que estuvo Capa. "Estudi¨¦ sus fotos a fondo durante mi investigaci¨®n y hay algo realmente profundo en ellas, algo que te transporta al mismo momento en el que fueron tomadas", prosigue Atkinson, quien cree que tanto Capa como Ernie Pyle, el gran reportero de aquel conflicto, con el que comparti¨® muchas trincheras, "fueron siempre muy poco sentimentales hacia la guerra porque eran conscientes del inmenso precio que hab¨ªa que pagar".
Las memorias de Robert Capa son un libro muy bien escrito, en el que relata sus aventuras durante la II Guerra Mundial con todo su encanto, pero tambi¨¦n con un cierto cinismo y desde luego sin ocultar el enorme precio de sufrimiento y horror del que habla Atkinson. Pasa de puntillas por la Guerra Civil espa?ola, porque la muerte de Taro le dej¨® una herida que nunca se cerrar¨ªa; pero recorre los frentes de aquel conflicto, desde el Londres de los bombardeos hasta el desembarco de Normand¨ªa, la liberaci¨®n de Par¨ªs y el avance hacia Berl¨ªn de los aliados. Las primeras p¨¢ginas marcan muy bien el tono: "Yo no ten¨ªa motivo alguno por el que levantarme cada ma?ana", es la frase con la que arranca para describir a continuaci¨®n su triste existencia de exiliado ap¨¢trida en un s¨®rdido ¨¢tico del Village de Nueva York. Sin embargo, en un mismo d¨ªa le llegan tres cartas. Una factura de la luz, otra del Departamento de Justicia en el que, como ex ciudadano h¨²ngaro, pasa a ser considerado un enemigo extranjero y debe entregar sus c¨¢maras, y una tercera en la que Colliers le ofrece una plaza en un barco hacia Inglaterra y 1.500 d¨®lares para cubrir el conflicto. Decidi¨® echarlo a suertes y tirar una moneda al aire: si sal¨ªa cruz, ir¨ªa al Departamento de Justicia, si sal¨ªa cara, aceptar¨ªa la oferta para ir a Inglaterra. Sali¨® cruz, pero... "Entonces me di cuenta de que en una moneda de cinco centavos no hab¨ªa ning¨²n futuro y tom¨¦ la decisi¨®n de guardar (y cobrar) el cheque y apa?¨¢rmelas de alg¨²n modo para llegar a Inglaterra", escribe. "Yo soy un jugador y decid¨ª acompa?ar a la Compa?¨ªa E en la primera oleada", dir¨ªa mucho m¨¢s tarde, en la v¨ªspera del D¨ªa D. Su relaci¨®n con la suerte fue siempre as¨ª, desde sus primeros combates.
"Era un jugador de p¨®quer que tambi¨¦n se dedicaba a la fotograf¨ªa, oficio que odiaba", dijo sobre Capa William Saroyan. Pero, como a todos los que juegan, y Capa se arriesgaba mucho ("si la foto no es lo bastante buena es porque no est¨¢s lo bastante cerca", es tal vez la frase m¨¢s famosa del fotoperiodismo), un d¨ªa se le acab¨® la partida, cuando en la tarde del jueves 25 de mayo de 1954 pis¨® una mina del Vietminh en Indochina. Entre las muchas coronas que llegaron a su funeral, hab¨ªa una de un restaurante de Hanoi, La Bonne Casserole, en el que seg¨²n un amigo "hab¨ªa aterrorizado a los camareros, cautivado a la due?a y ense?ado a preparar martinis al barman". Pon¨ªa simplemente: "A nuestro amigo". "Cuando Capa muri¨® dej¨® tras de s¨ª unas cuantas facturas de hotel pendientes, varias c¨¢maras, un armario lleno de bonitas ropas (nunca hab¨ªa tenido muebles y dispon¨ªa de muy pocos objetos materiales), una familia destrozada, una mujer que esperaba casarse con ¨¦l y dos centenares de personas que le consideraban un amigo", escribe su principal bi¨®grafo, Richard Whelan, fallecido en 2007, y comisario de la exposici¨®n de Barcelona, que antes ha pasado por Londres. "Pero, sobre todo, dej¨® tras de s¨ª una obra extraordinaria que mostraba la naturaleza de la guerra como nadie lo hab¨ªa hecho antes y reflejaba una enorme simpat¨ªa por los seres humanos en todo tipo de circunstancias, y dej¨® tambi¨¦n una leyenda que durante mucho tiempo seguir¨¢ inspirando a otros fot¨®grafos", prosigue Whelan en Robert Capa. La biograf¨ªa (Aldeasa, 2003).
La exposici¨®n de Taro, la primera importante que puede verse en Espa?a de su trabajo, muestra su inmenso talento como fot¨®grafa, su capacidad para reflejar el horror, la absoluta modernidad de sus puntos de vista, pero tambi¨¦n su valor, porque sus fotos de combates no es que est¨¦n lo bastante cerca, est¨¢n demasiado cerca, tanto que un tanque acab¨® por atropellarle y partirle la vida en mitad de la ofensiva de Brunete. Tambi¨¦n tiene im¨¢genes atroces de v¨ªctimas de bombardeos que combina con momentos de paz en la guerra, aunque son los menos, porque ella fue sobre todo una fot¨®grafa de acci¨®n. La exposici¨®n de Robert Capa, Esto es la guerra, analiza a fondo algunas de sus im¨¢genes m¨¢s famosas, tomadas en los a?os treinta y cuarenta. Acaba en Leipzig, en abril de 1945 con la capitulaci¨®n de Alemania cada vez m¨¢s cerca, y arranca con la fotograf¨ªa m¨¢s famosa de Capa, la del miliciano ca¨ªdo en Cerro Muriano el 5 de septiembre de 1936. Desde que Philip Knightley, autor de la mejor historia del periodismo de guerra, The first casualty, pusiera en duda su autenticidad en los a?os setenta y acusase a Capa de que era un montaje, se han escrito cientos de art¨ªculos sobre esta imagen, aunque sus dos bi¨®grafos, Richard Whelan y Alex Kershaw, no dudan de que la fotograf¨ªa es real. Tanto en su biograf¨ªa como en el cat¨¢logo de la exposici¨®n, Whelan desmenuza hasta el m¨¢s m¨ªnimo detalle aquella jornada del final del verano en C¨®rdoba (llega a hablar con polic¨ªas y forenses para explicar c¨®mo cae) y zanja que "las pruebas demuestran claramente que el miliciano abatido es Federico Borrell Garc¨ªa en el momento de su muerte, durante la batalla de Cerro Muriano". "Espero que la difamatoria controversia que ha puesto en entredicho la reputaci¨®n de Capa durante m¨¢s de veinte a?os concluya por fin con un veredicto decididamente favorable a su integridad", sentencia.
Cuando en enero de 2009 sali¨® a la luz la famosa Maleta mexicana, muchos pensaron que podr¨ªa tener el Santo Grial de la fotograf¨ªa moderna, los negativos de aquella imagen. Sin embargo, no formaban parte de los 126 carretes que Capa entreg¨® en Par¨ªs al diplom¨¢tico y general mexicano Francisco Aguilar Gonz¨¢lez y que reaparecieron por casualidad en un desv¨¢n del DF en los a?os noventa, aunque el hallazgo no fue hecho p¨²blico hasta principios de este a?o, cuando la mayor¨ªa de los negativos ya estaban escaneados. Se trata de fotograf¨ªas de los tres amigos que salieron de Par¨ªs para cubrir la Guerra Civil espa?ola: Gerda Taro, Gerta Pohorylle, nacida el 1 de agosto de 1910 en el seno de una familia jud¨ªa de Stuttgart y que lleg¨® a Francia huyendo del nazismo; Robert Capa, Andr¨¦ Friedmann, un jud¨ªo de Budapest, nacido el 22 de octubre de 1913 y que tambi¨¦n tuvo que dejar su pa¨ªs por motivos pol¨ªticos (e inventarse un nuevo nombre m¨¢s comercial); y Dawid Szymin, David Seymour, alias Chim (su apellido se pronunciaba "shim-in"), un jud¨ªo polaco nacido en Varsovia el 20 de noviembre de 1911 y que emigr¨® a estudiar a Par¨ªs. Los tres murieron con las botas puestas cuando, como a tantos grandes corresponsales, se les acab¨® la baraka: Taro en Brunete, Capa en Indochina (en un viaje al que no estaba muy convencido de ir) y Chim durante la guerra de Suez, abatido por un francotirador egipcio el 10 de noviembre de 1956, cuatro d¨ªas antes del armisticio. Entre los tres (junto a nombres como Henry Cartier-Bresson y George Rodger) inventaron el fotoperiodismo moderno, crearon una forma de mirar la tragedia de la historia que ha sido imitada una y otra vez.
"No deja de ser curioso que las figuras de Gerda Taro y Robert Capa resurjan en un momento en que el periodismo tal y como lo conocemos hasta ahora puede desaparecer", se?ala Susana Fortes. Sin embargo, aquellos pioneros que se la jugaron en los momentos m¨¢s duros, m¨¢s crueles del siglo abrieron el camino para la ¨²nica salida que tiene el periodismo: estar all¨ª y contarlo. Y tambi¨¦n es muy aleccionador el ejemplo de Magnum, la agencia cooperativa que fundaron en 1947 Capa, Chim, Cartier-Bresson y Rodger. "La agencia no fue concebida para ganar dinero, sino para que sus miembros hicieran los reportajes que les interesan", escribe Whelan. En la actualidad, cada vez es m¨¢s intenso el debate sobre que el futuro de los grandes medios de comunicaci¨®n pueda estar ah¨ª, en una cierta forma de cooperativismo. Aquellos cuatro fot¨®grafos, un h¨²ngaro nacionalizado estadounidense que viv¨ªa en hoteles, un polaco franc¨¦s, un franc¨¦s y un brit¨¢nico, s¨®lo quer¨ªan ser realistas y pedir lo imposible: contar el mundo que avanzaba desde el desastre de la II Guerra Mundial al horror de los conflictos poscoloniales y de la guerra fr¨ªa. Quer¨ªan ser artistas y testigos, quer¨ªan ser reporteros. Y lo fueron. "Entre el norte de ?frica y el Rin hab¨ªan pasado demasiados D¨ªas D; y en todos y cada uno de ellos hubo que levantarse en mitad de la noche. El final de la oscuridad siempre tra¨ªa consigo el comienzo de la muerte", escribe Capa en sus memorias. Aquella oscuridad y aquella muerte es el siglo XX. Y sin sus im¨¢genes nunca ser¨ªamos capaces de entenderlo.
Aix¨° ¨¦s la guerra! Robert Capa en acci¨® y Gerda Taro. Museu Nacional d'Art de Catalunya (MNAC). Del 7 de julio al 27 de septiembre. www.mnac.es/ Ligeramente desenfocado. Robert Capa. Traducci¨®n de Miguel Marqu¨¦s. La F¨¢brica. Madrid, 2009. 288 p¨¢ginas. 26 euros. Esperando a Robert Capa. Susana Fortes. Planeta. Barcelona, 2009. 240 p¨¢ginas. 19,50 euros.
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