Las malas decisiones
Muchos, muchos a?os. Pasar¨¢ largo tiempo hasta que podamos evaluar serenamente la obra de Michael Jackson. El Personaje sencillamente se comi¨® al Artista. Fue una decisi¨®n consciente. Michael no sol¨ªa dar entrevistas y, en las raras ocasiones que se pon¨ªa frente a un periodista, ignoraba la m¨²sica. As¨ª era de necio: prefiri¨® caer en las garras de Martin Bashir, un tibur¨®n televisivo, que conversar con alguien que recordara la efervescencia de los discos de los Jackson 5, las dificultades para emanciparse en aquella plantaci¨®n llamada Motown, el calculado eclecticismo de Off the wall y Thriller.
Desech¨® las mejores oportunidades. Moonwalk, aquella autobiograf¨ªa que pact¨® con Jackie Onassis, ten¨ªa la consistencia del merengue. En palabras de una irritada hermana suya, "all¨ª falta el comienzo, el medio y el final de la historia". Suele caracterizar a las superestrellas el olvidar exactamente lo que les puso donde est¨¢n: se creen beneficiarios de una misteriosa fuerza eterna que no se aplica al resto de los mortales.
Confiaba en la rentabilidad de difundir sus excentricidades
En su universo no era malsano invitar a ni?os a pasar la noche en su mansi¨®n
Beb¨¦ probeta del show business, confiaba en la rentabilidad de difundir excentricidades. Para sus entendederas, aumentaba el carisma si dejaba correr la bola de que pretend¨ªa comprar el esqueleto del "hombre elefante". Carec¨ªa del olfato necesario para apreciar que a los modernos artistas se les exige cierta correspondencia entre sus actos y su discurso creativo. La idea de la autenticidad le resultaba ajena y tampoco supo aprender de los que adquirieron estatura de s¨ªmbolo. Sus lagunas eran pasmosas: "?James Dean? No le conozco. ?Qu¨¦ pel¨ªculas ha hecho ¨²ltimamente?".
Pod¨ªa evocar la fuerza de la pasi¨®n er¨®tica, argumento de un mill¨®n de canciones, pero no ten¨ªa conciencia de los tab¨²es sexuales. Alg¨²n trauma -la broma pesada de sus hermanos que le encerraron con dos prostitutas, encargadas de hacerle perder la virginidad- le distanci¨® de la sexualidad. Sus experiencias como objeto del deseo juvenil le alejaron a¨²n m¨¢s del mundo femenino: su memorable Billie Jean escenificaba esa pesadilla de cualquier famoso, la demanda de paternidad.
En su universo, nada hab¨ªa de malsano en invitar a ni?os a pasar la noche en su mansi¨®n, incluso a compartir una cama kingsize. Habituado a conseguir lo que quer¨ªa, engatusaba a los padres. En la cultura de la celebridad, cualquier progenitor consideraba que entrar en la ¨®rbita de Michael Jackson supon¨ªa un avance para sus reto?os, cuando no para ellos mismos. A¨²n as¨ª, asombra que no hubiera nadie a su lado para advertirle que, dada la nube negra de los rumores, quiz¨¢s no fuera oportuno rodearse de criaturas en sus apariciones p¨²blicas. Ni siquiera cambi¨® despu¨¦s de verse obligado a soltar 20 millones en d¨®lares en 1994 para callar al padre de su amiguito Jordy.
Seg¨²n ascend¨ªa a las alturas enrarecidas del reconocimiento planetario, desaparec¨ªa la posibilidad de recibir consejos ?o advertencias! Imposible contar con su familia, dependiente econ¨®micamente de su buena voluntad y lastrada por a?ejas miserias. Sus representantes y gestores se mostraban mudos: dado que Michael fue motor de los a?os gloriosos de la industria musical, era mezquino plantear un futuro en que se secara la fuente. Nadie chistaba cuando se lanzaba a un frenes¨ª de compras, nadie le hac¨ªa ver que su m¨¦todo para grabar m¨²sica no ten¨ªa sentido econ¨®mico... ni art¨ªstico.
Conviene recordar que sus t¨¢cticas funcionaron durante los ochenta. Su enga?osa inocencia le permiti¨® dar golpes rotundos, como la adquisici¨®n de los derechos editoriales de los Beatles, mientras Paul McCartney segu¨ªa regateando. Si era necesario, apretaba las tuercas: fue magistral su renovaci¨®n de contrato con Sony Music, cuando los nipones se hallaban en una situaci¨®n delicada por problemas con Columbia Pictures. Pero tambi¨¦n Sony descubri¨® que trabajar con Michael era una ruina y un problema para su imagen corporativa. Peter Pan se hab¨ªa convertido en un paria.
Babelia
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