La 'ashura' catalana
La democracia y, definitivamente, la llegada de inmigrantes han tenido la virtud de traer a Catalu?a aquello que tanto anhela todo buen liberal: el mercado y la competencia. Se acab¨® el monopolio religioso. El catolicismo ha cedido terreno a otras confesiones cristianas o no y, poco a poco, han asomado la cabeza los hijos de la libre concurrencia: el islam, el budismo, el juda¨ªsmo, sijs, bahai's... Como sucedi¨® con las empresas el¨¦ctricas -que recibieron ayudas p¨²blicas para adentrarse en el proceloso mundo de la competencia-, tambi¨¦n en el terreno religioso el poder ha querido emplear mecanismos correctivos para garantizar igualdad de trato a los ciudadanos que viven, trabajan y creen en sus dioses respectivos en Catalu?a. Es parad¨®jico que haya sido un tripartito de izquierdas el que se haya metido en equilibrios teol¨®gicos. La derecha est¨¢ m¨¢s acostumbrada a tratar con el m¨¢s all¨¢ y, sobre todo, con sus representantes en la tierra. Y en el ¨¢mbito de la fe, los conservadores no parecen muy preocupados por si hay situaciones dominantes, de privilegio o de monopolio.
La ley de culto del tripartito ha querido acabar con la discriminaci¨®n religiosa, pero la derecha ha impuesto sus tesis
As¨ª que la izquierda, de buena fe, se ha metido en un terreno que ignora y en el que se muestra temerosa en exceso. Hace unos meses comenz¨® la tramitaci¨®n parlamentaria de la ley de centros de culto, un proyecto con el que el tripartito trataba de poner coto a los abusos de que son objeto b¨¢sicamente los musulmanes cuando pretenden abrir un oratorio.
Esos desmanes aparecen cada d¨ªa en los diarios: nadie quiere los rezos de los otros al lado de casa. Y ah¨ª los alcaldes no acostumbran a guiarse por sus colores pol¨ªticos, sino por la presi¨®n de que son objeto por parte de sus conciudadanos y votantes. Hay honradas excepciones, como la del cat¨®lico alcalde socialista de Lleida, que ha acabado ubicando un oratorio musulm¨¢n en el pol¨ªgono industrial de El Segre, en las afueras de la ciudad. La Generalitat ha tenido que dar luz verde a la recalificaci¨®n del terreno -lo hizo la pasada semana- para que la Paeria proceda, entre quejas de los empresarios, a descongelar el proyecto. Finalmente, un edificio de uso p¨²blico se erigir¨¢ entre gasolineras, f¨¢bricas y v¨ªas de tren. Si Dios, dec¨ªa santa Teresa, est¨¢ entre los fogones, Al¨¢ parece condenado a vagar en la Catalu?a del siglo XXI, en el mejor de los casos, entre naves industriales.
Al margen de intervenciones concretas por situaciones que claman al cielo, el tripartito ha querido que cada Dios, est¨¦ d¨®nde est¨¦, pueda tener un local para reunir a sus fieles. Por eso propuso en la ley de culto que los ayuntamientos hicieran reservas de suelo para equipamientos religiosos. No ha sido posible. Tanto el PP como CiU han logrado imponer sus puntos de vista al tripartito, apelando a la ra¨ªz cat¨®lica de Catalu?a. Los nacionalistas catalanes han llegado a apelar a la autonom¨ªa municipal -esa a la que tan poco apego demostraron durante sus 23 a?os de gobierno- para combatir la pretensi¨®n de la mayor¨ªa de izquierdas de unificar los criterios de los ayuntamientos en un proyecto de ley destinado a favorecer a los desfavorecidos. ?No vamos a llenar el pa¨ªs de minaretes y almuecines! Parece que algunos comparten lo que el monje de Montserrat Hilari Raguer denomina cr¨ªticamente a?oranza de un Estado que favorec¨ªa a una Iglesia. A eso se le llamaba -se le llama- nacionalcatolicismo. En la ley, CiU quiere menci¨®n expl¨ªcita a la confesi¨®n m¨¢s asentada y privilegiada, ya que goza de una situaci¨®n preferente gracias a los acuerdos preconstitucionales entre el Estado espa?ol y la Santa Sede. Al PP, adem¨¢s, le molesta la referencia a la laicidad -la ¨²nica garant¨ªa de neutralidad religiosa- en el pr¨®logo de la ley.
En fin, que la izquierda ha acabado comulgando con los postulados de la derecha catalana y de la jerarqu¨ªa cat¨®lica. Mientras, los musulmanes -pobres, claro, los ricos ya tienen sus mezquitas en la Costa del Sol- seguir¨¢n su particular v¨ªa crucis, arrastrar¨¢n su mortificaci¨®n, su ashura, entre pol¨ªgonos industriales, en el mejor de los casos. Y no vale el pretexto del fundamentalismo. Cierto es que el inmtegrismo, habita y se jalea en las pr¨¦dicas de algunos oratorios, pero tambi¨¦n lo es que en Catalu?a hay colegios de esa confesi¨®n asentada y mayoritaria en que los ni?os (separados por cierto de las ni?as, como en cualquier escuela cor¨¢nica) siguen la senda de un fundador fallecido, acusado de pederastia. Pero ¨¦sas son subjetividades de la justicia humana.
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