Perturbadora y adictiva Highsmith
En 1952 apareci¨® una novela titulada inquietantemente El precio de la sal que contaba una problem¨¢tica historia de amor entre dos mujeres con ins¨®lito final feliz. La autora, por precauci¨®n o por miedo, se refugiaba en el seud¨®nimo de Claire Morgan. Treinta y tantos a?os despu¨¦s ese texto se reimprim¨ªa con el t¨ªtulo de Carol y la celeb¨¦rrima Patricia Highsmith declaraba que lo hab¨ªa escrito ella. En el ep¨ªlogo explicaba las comprensibles razones del anonimato inicial. Finalizaba con estas palabras: "Me alegra pensar que este libro le dio a miles de personas solitarias y asustadas algo en que apoyarse".
Intuyes que estaba pensando en lesbianas al hablar de soledad y de miedo. Es probable que esa condici¨®n sexual en una ¨¦poca represiva se identificara emocionalmente y encontrara su refugio en Carol. Pero esa escritora excepcional, esa inigualable creadora de atm¨®sferas y de pesadillas, puede ampliar a millones de lectores de cualquier edad y condici¨®n los efectos hipn¨®ticos, las noches en blanco devorando p¨¢ginas, el desasosiego, la intriga, el pavor, la humanidad, la compasi¨®n y la impagable compa?¨ªa que nos ha regalado su obra. Y ¨¦sta es afortunadamente muy prolija, ajena a las modas, demostrativa de que esta se?ora sab¨ªa infinitas cosas sobre los volcanes que habitan en el cerebro y en el coraz¨®n de las personas, sobre lo imprevisible y malvado que puede ser el destino, sobre la supervivencia a precio alto.
Me contaba este amigo que al despedirse de ella no pudo evitar imaginarse lo que podr¨ªa haber oculto bajo la tierra del jard¨ªn
El cuelgue con esa prosa adictiva me ocurri¨® hace mucho tiempo, antes de que la bendita Anagrama comenzara a publicar la obra completa de la buceadora de tinieblas y se convirtiera en un gozoso y continuo best seller. Un amigo me regal¨® un tomo de la editorial Carroggio habitado por Extra?os en un tren y las dos aventuras iniciales del ambiguo, turbio, expeditivo, amoral y seductor Tom Ripley. Viendo la excelente pel¨ªcula de Hitchcock sobre el perturbador intercambio de asesinatos familiares que le propone un obsesivo psic¨®pata a su desconocido compa?ero de viaje, intu¨ªas que el material literario ten¨ªa que ser potente. Tambi¨¦n te entraban ganas de saber m¨¢s cosas sobre los mecanismos mentales de ese tortuoso se?or que mata al amigo de conveniencias y suplanta su personalidad, que interpretaba Alain Delon en A pleno sol. Probar la droga que representa el universo de Patricia Highsmith te condena felizmente a seguir consumi¨¦ndola eternamente, a descubrir y releer con id¨¦ntico placer sus adrenal¨ªnicas novelas y sus siempre inquietantes relatos. Poco despu¨¦s me encontr¨¦ en la a?orada colecci¨®n de novela negra de la editorial Noguer con la terrible El grito de la lechuza, cr¨®nica de la tela de ara?a que envuelve a un hombre desolado e insomne debido a su separaci¨®n matrimonial y que intenta consolarse ejerciendo de inofensivo voyeur de la aparente felicidad ajena. Recuerdo el impacto de esas lecturas con sensaciones parecidas al inolvidable descubrimiento del magistral William Irish (especialista en arranques y planteamientos aterradores, aunque a veces se le olvide dar coherencia a los desenlaces) y del siempre tr¨¢gico y conmovedor David Goodis.
El rostro de dama tan penetrante y sabia que muestran las fotograf¨ªas que aparecen en sus libros no es precisamente hermoso ni pl¨¢cido, revela tormentos interiores y misterio, la expresi¨®n de los que nunca se han puesto de acuerdo con la vida. El amigo que me inici¨® en su escritura, mit¨®mano con causa, se propuso conocer y entrevistar a esta se?ora que nunca prodigaba sus apariciones p¨²blicas ni sus opiniones. Lo consigui¨®. Me cont¨® que viv¨ªa en una casa en el campo, que intentaba ser amable, pero que su expresividad oral era m¨ªnima, que como los solitarios que mantienen un contacto m¨ªnimo con el mundo exterior le costaba un esfuerzo enorme responder con algo que no fueran monos¨ªlabos. Me contaba que al despedirse de ella no pudo evitar imaginarse lo que podr¨ªa haber oculto bajo la tierra del jard¨ªn. Estaba pensando en Ripley y en su letal facilidad para mandar al otro barrio y no dejar huellas de la sepultura a cualquier enemigo que pretenda acorralarle, que amenace la laboriosa estabilidad econ¨®mica, social y sentimental que ha alcanzado su turbulenta existencia. Sin sentido de culpa, con violencia seca, con eficiencia, con feroz pragmatismo.
Las cinco novelas que componen la saga del ambiguo y siempre peligroso Tom Ripley chorrean tensi¨®n e incertidumbre, pero te permiten dormir bien. Ese antih¨¦roe, ese profesional de la impostura, posee una determinaci¨®n y un extra?o encanto que te ponen de su parte, en el fondo sabes que va a sobrevivir aunque todo se le ponga muy chungo. El aut¨¦ntico agobio, el permanente clima de sospecha que se va transformando progresivamente en el infierno, la angustia, el desamparo, el v¨¦rtigo y el miedo, est¨¢n inmejorablemente descritos en El temblor de la falsificaci¨®n, El juego del escondite, Rescate por un perro, La celda de cristal, El diario de Edith, Ese dulce mal. Son mis favoritas en el recuerdo, pero seguro que se intercambian con otras si vuelvo a revisitar por completo el planeta Highsmith.
Esa literatura que habla implacablemente de los alterados estados de ¨¢nimo, de los fantasmas que se instalan dolorosamente en el cerebro, de c¨®mo el horror siempre anda rondando a la cotidianeidad tambi¨¦n es poderosamente narrativa. Siempre ocurren cosas y la mayor¨ªa perversas. El estilo de Highsmith no est¨¢ excesivamente preocupado por las frases memorables y s¨ª por la construcci¨®n de la trama, por el tono opresivo, por transmitirnos y contagiarnos el desasosiego y el tormento de gente acosada. Y lo consigue. Es droga profunda y dura, nada que ver con el dise?o.
Tom Ripley. Patricia Highsmith. Traducci¨®n de Jordi Beltr¨¢n. Anagrama. 1.280 p¨¢ginas. 24 euros.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.