La hora bruja en ?os y Santorini
Dos islas m¨ªticas, una para los amantes del tecno y otra para los cazadores de las puestas de sol
La tumba donde yace Homero se encuentra en las olas de la imaginaci¨®n y secundariamente en Plakot¨®, un mirador sobre una playa solitaria al norte de la isla Ios. Han puesto all¨ª tres losas formando un peque?o dintel, y bajo ellas una copia de una l¨¢pida de m¨¢rmol con una inscripci¨®n que deja todo tan misterioso como se pretende: "En este lugar bajo tierra yacen los sagrados restos del cantor de gesta de los h¨¦roes, el divino Homero". ?Y si el ciego Homero nunca existi¨®? ?Y si no fue el padre de la Odisea y la Il¨ªada?
En 1771 el marino holand¨¦s Van Krinen, buen aficionado a la Odisea, se arrog¨® el descubrimiento de una l¨¢pida con el ep¨ªgrafe "Lo ha hecho Boulos" y lo relacion¨® con el enterramiento de Homero. Esa piedra, grabada en el siglo II antes de Cristo, no pudo haber cubierto el sepulcro original del poeta, que de vivir y morir lo hizo seis siglos antes. Adem¨¢s, hab¨ªa varias sepulturas para una l¨¢pida tan dudosa. Chascos y pocas evidencias que sin embargo no pudieron derrotar la idea, compartida por Herodoto, Estrab¨®n y otros autores, de que fue en Ios donde sepultaron al gran bardo griego.
No hab¨ªa m¨¢s que a?adir un manojo de leyendas: Homero viajaba de Samos a Atenas y al recalar en Ios fue asesinado por los pescadores locales por no haber sabido responder a un acertijo. El ge¨®grafo Pausanias todav¨ªa iba m¨¢s lejos al afirmar que en Ios "los habitantes muestran la tumba de Homero junto a la de su madre Climene". Eso abre el tema de la cuna, que es a¨²n m¨¢s pol¨¦mico que el de la tumba. Que Climene diese a luz a Homero en Ios no s¨®lo es discutible: tal honor fue disputado por Esmirna, Rodas, Salamina, Argos, Atenas y Kolof¨®n.
Un busto de bronce de Homero te recibe en Yialos, puerto natural de la isla y uno de los mejores de las C¨ªcladas.Homero se ha convertido en una especie de patr¨®n de Ios con permiso de Santa Catalina, que tiene una iglesia construida sobre un templo de Apolo. Impera el eclecticismo, como no puede ser menos en un sitio donde se moja el pan en skorthalia, un aperitivo de ajo y pur¨¦ de patata, lim¨®n y aceite de oliva, algo que ya se deb¨ªa comer en la guerra de Troya. Y no viene mal para peregrinar a Platok¨®, a media hora desde la capital, Hora, por una carretera asfaltada. Luego un breve paseo y te pones ante el mar y la tumba de Homero para recordar a Ulises: "Mi padre, mi madre y todos mis compa?eros me llaman Nadie".
Cuando se pasa el estr¨¦s que produce creer, o menos, en la sepultura de Platok¨®, uno puede maravillarse con el resto de Ios y ah¨ª tiene tarea. Es una isla de poca extensi¨®n y vibrantes estampas, con doce molinos de viento y tres iglesias sobre Hora, una ciudad laber¨ªntica, blanca y a?il como la tunecina Sidi Bou Said o la marroqu¨ª Arcila. Mayor recompensa son las muchas playas rubias, el mar como un cristal y la abundante soledad. En Kolitsani, al final de la playa Mylopotas, se alza la mansi¨®n de Jean-Marie Drot, el que fue director de Diario de viaje con Andr¨¦ Malraux y otros memorables documentales de la Televisi¨®n Francesa, y la contigua casa de su amigo el pintor griego Yannis Gaiti. Ambos edificios conforman un Museo de Arte Moderno sobre un promontorio donde se consigue con creces responder la pregunta: ?d¨®nde ser¨ªa bueno irse a vivir? Es la uni¨®n del mar y la tierra, de la cultura y el aire caliente de las C¨ªcladas, con las p¨¦rgolas siguiendo los contornos de las rocas.
Pero por otro lado Ios es la isla de los ravers, los j¨®venes congregantes de las islas, los que buscan sitios fuera del mundanal ruido para vivir a tope una m¨²sica tecno. Les gusta la vida, sobre todo la nocturna, y tomar playas como las de Ios para o¨ªr trip-hop y hardcore a la luz de la luna de hoy y de ma?ana.
Una tumbona y un vino
En cambio, en Santorini, a media hora de Ios en un flying cat, gato aliciano que vuela sobre las olas, la hora bruja es la del atardecer. Uno puede disfrutarlo gratis o desde una tumbona del Franco's, un bar colgado a pico en Fira, la capital, tomando una copa de vino hecho con uvas aidani que huelen a jazm¨ªn, y viendo c¨®mo se desploma el sol. Es cuando la Caldera, el lago marino sobre el antiguo cr¨¢ter del volc¨¢n, empieza a batir cobres y oros, rojos y p¨²rpuras. Al final el sol hace su carambola con el mar que lo engulle. Y as¨ª otra vez hasta ma?ana.
Pero la originalidad visual de Santorini se puede apreciar a lo largo del d¨ªa y desdemuchas posiciones. Desde lo alto de Fira se divisa la apoteosis, la Caldera salpicada de islas. La l¨ªnea de tierra de Santorini va formando un semic¨ªrculo apoyado en la siguiente isla, Thirassia, cuya capital, Manol¨¢s, al cabo de una escalera de 145 pelda?os da a¨²n mejor esa idea de la vieja Grecia que se busca. Otro panorama fabuloso es el del otro lado de la isla, desde las ruinas de la Vieja Thera, capital de los espartanos tras la gran erupci¨®n que hubo hacia el 1.500 antes de Cristo.
La gran herradura de Santorini, vista desde el interior de la Caldera, tambi¨¦n hace respirar hondo. Los farallones de hasta 300metros parecen pintados con todos los tonos que podr¨ªa tener un amable infierno. Arriba, al borde del abismo, se aprieta la cresta blanca de Fira con sus casas colgadas como nieve. Se puede ver eso en un motovelero mientras se va metiendo entre los islotes de la Caldera. El principal es Nea Kameni, el volc¨¢n propiamente dicho, a¨²n oliendo azufre y con muchas piedras que abrasan al tocarlas. No se recomiendan las chanclas.
La ¨²ltima erupci¨®n de 1950 y el ¨²ltimo se¨ªsmo de 1956 no s¨®lo no han acabado con el turismo intensivo en Santorini, sino que en parte lo estimulan: ?y si el volc¨¢n volviera a eruptar ma?ana? Para entonces uno estar¨¢ en casa. Quiz¨¢. En la contigua islita de Palea Kameni se abre la cala ZetasNera (FuentesCalientes), donde el mar burbujea y se pone a 35 grados para que el cuerpo y el agua de color vino se fundan en un abrazo. Intriga no falta, ni sue?o, que es libre como el miedo. La explosi¨®n del volc¨¢n de Santorini produjo una nube de ceniza que dej¨® a ciegas esta parte del mundo durante muchos d¨ªas. Una ceguera con visos de ser m¨¢s cierta que la de Homero, el poeta enterrado en Ios, o no.
? Luis Pancorbo es autor de Avatares. Viajes por la India de los dioses (Miraguano, 2008).
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