Ir¨¢n, tres d¨¦cadas despu¨¦s
La juventud urbana -y especialmente las mujeres- no soporta un sistema que manipula de forma sectaria el sentimiento religioso chi¨ª. Recobra as¨ª vigencia el pensamiento de figuras como Shariati y Montazer¨ª
Mi fascinaci¨®n por Ir¨¢n -no encuentro un t¨¦rmino m¨¢s adecuado para definir una ya larga relaci¨®n con este gran pa¨ªs y su rica y milenaria cultura- se remonta a la lectura de El islam iran¨ª de Henry Corbin y al subsiguiente descubrimiento de poetas y m¨ªsticos de belleza y hondura comparables a las de Juan de la Cruz y Teresa de ?vila. Era a fines de los setenta del pasado siglo y la revuelta popular contra el Sha Reza Pahlev¨ª se extend¨ªa con fuerza imparable tanto en el campo de la oposici¨®n laica -partido comunista Tudeh, Movimiento de Liberaci¨®n de Ir¨¢n de Mehdi Bazarg¨¢n, Frente Nacional Mosadeghista de Al¨ª Ardar¨¢n-, como en el de los cl¨¦rigos encabezados por el ayatol¨¢ Jomeini desde su exilio en Neauphle-le-Ch?teau.
Ya en 1988 el gran ayatol¨¢ Montazer¨ª fue destituido por denunciar la represi¨®n y el uso de la tortura
La obstinaci¨®n contra el Gran Sat¨¢n carece hoy de credibilidad frente al cambio que supone Obama
En una manifestaci¨®n contra el Sha convocada en Par¨ªs conoc¨ª a un estudiante de Tabriz, activista del frente estudiantil revolucionario. A mi pregunta de si era del Tudeh o seguidor de Jomeini, contest¨®: "Ni lo uno ni lo otro: de Al¨ª Shariati". Yo ignoraba del todo quien era ¨¦ste: opositor chi¨ª del monarca pomposamente coronado emperador en Pers¨¦polis, encarcelado varias veces por sus ideas subversivas, expulsado a Inglaterra, en donde fue asesinado m¨¢s tarde por la temible SAVAK (los servicios secretos del r¨¦gimen). La lectura posterior de sus obras traducidas del fars¨ª fue la llave maestra de mis asomadas al laberinto de la compleja realidad hist¨®rica y social de Ir¨¢n.
Shariati analiza e interpreta la tradici¨®n contestataria que vertebra la doctrina religiosa chi¨ª. Vencidos y humillados por los omeyas de Damasco, los fieles de Al¨ª -yerno del Profeta y primer Im¨¢n justo del chi¨ªsmo, asesinado en la mezquita de Kufa- y de su hijo Husein -el m¨¢rtir decapitado en Kerbala por orden del sult¨¢n damasceno- elaboraron un cuerpo doctrinal en el que, junto al mesianismo en torno al Im¨¢n oculto y a la figura del Mahdi, se preconiza un cuidadoso equilibrio de poderes destinado a prevenir la opresi¨®n y los abusos de una autoridad sin cortapisas como la que impusieron las dinast¨ªas ¨¢rabes, turcomanas e incluso persas no obstante la oficializaci¨®n del chi¨ªsmo. Puesto que el dominio y jurisdicci¨®n terrenales, aun los que se revisten con el manto de la religi¨®n, son por naturaleza arbitrarios, cuanto m¨¢s obst¨¢culos se interpongan a su dominio, mejor ser¨¢. Las ideas de Shariati, muy pr¨®ximas en su versi¨®n religiosa a la de los padres de la Constituci¨®n norteamericana de 1787, son a la vez las de un profundo conocedor de la doctrina chi¨ª y de un intelectual moderno que cita en sus obras a Toynbee, Marcuse, Eric Fromm, Camus o Kafka.
Cuando visit¨¦ por primera vez, en 1990, la Rep¨²blica Isl¨¢mica de Ir¨¢n, firmado ya el armisticio que puso fin a la mort¨ªfera guerra de agresi¨®n de Sadam y fallecido Jomeini, me sorprendi¨® leer en las p¨¢ginas del muy oficial Keyham International un texto de Al¨ª Shariati en el que se expon¨ªa el peligro que supondr¨ªa la emergencia de un poder clerical que "so pretexto de defender la religi¨®n, se arrogue el derecho de impedir toda reflexi¨®n o corriente de ideas que no cuente con su aval [...] y condene como innovaci¨®n o herej¨ªa lo que es una exigencia de la vida y una ley permanente de la creaci¨®n". En tal caso, la autoridad espiritual se tornar¨ªa opresiva y dogm¨¢tica, vuelta hacia el pasado y recelosa del futuro. La supremac¨ªa de lo religioso en el campo pol¨ªtico era para Shariati una alteraci¨®n del conjunto doctrinal del chi¨ªsmo. Los iran¨ªes a quienes manifest¨¦ mi sorpresa ante el de hecho que un retrato tan premonitorio de la realidad que contemplaban pudiera salir a la luz, me dijeron: "Shariati es un m¨¢rtir y aunque ahora se evite mencionarlo, nadie puede acallar su voz".
Hace 30 a?os, mientras centenares de miles de iran¨ªes, pese a una represi¨®n tan brutal como a la que asistimos hoy, se lanzaban a la calle para reclamar libertad de pensamiento y de expresi¨®n, el retorno triunfal de Jomeini, la ca¨ªda de la odiada monarqu¨ªa y la proclamaci¨®n por refer¨¦ndum de la Rep¨²blica Isl¨¢mica ahogan muy pronto las aspiraciones democr¨¢ticas del sector laico y de una buena parte del clero contrario a la injerencia de la religi¨®n en el terreno pol¨ªtico. Las invectivas de Jomeini contra el Sha en la c¨¦lebre pr¨¦dica de 1964, que le forz¨® a exiliarse primero en Turqu¨ªa, luego en Irak y finalmente en Francia ?"?C¨®mo quiere usted modernizar a Ir¨¢n si aprisiona y mata a los intelectuales? Usted quiere convertir a los iran¨ªes en instrumentos d¨®ciles y pasivos, mientras que la verdadera modernizaci¨®n es formar hombres que tengan el derecho de elegir y criticar"? pierden en seguida su vigencia y pasan a ser letra muerta. Peor a¨²n: se vuelven contra ¨¦l y su sucesor cual un bumer¨¢n, como lo comprobamos al cabo de tres d¨¦cadas.
El gobierno de Mehdi Bazarg¨¢n dura tan s¨®lo unos meses. Abolhas¨¢n Bani S¨¢der, elegido en enero 1980 presidente de la Rep¨²blica, pero atacado por los sectores m¨¢s conservadores del jomein¨ªsmo no obstante su estrecha vinculaci¨®n con el Gu¨ªa Supremo, ser¨¢ destitu¨ªdo por ¨¦ste, y se refugiar¨¢ en Francia un a?o y medio m¨¢s tarde. La guerra de agresi¨®n de Sadam en septiembre 1980, no provoca la ca¨ªda del r¨¦gimen, como supon¨ªan sus mentores europeos y norteamericano: suscita, al rev¨¦s, una reacci¨®n patri¨®tica casi un¨¢nime. Jomeini responde al desaf¨ªo iraqu¨ª con la pol¨ªtica de "guerra hasta el fin": la liberaci¨®n de Jerusal¨¦n, proclama, pasa por Bagdad.
Entre tanto, el espacio pol¨ªtico iran¨ª se reduce. Mientras el moderado Mir Huse¨ªn Musav¨ª -el candidato aperturista en las controvertidas elecciones del pasado junio- asume la direcci¨®n del gobierno durante ocho a?os y hace frente a la dif¨ªcil situaci¨®n econ¨®mica creada por la guerra y a la sangr¨ªa de centenares de miles de j¨®venes, v¨ªctimas en gran parte de los gases t¨®xicos procurados al tirano iraqu¨ª por las democracias occidentales, el partido comunista Tudeh, aunque aliado oportunista con el Gu¨ªa Supremo, y el Movimiento por la Libertad de Ibrah¨ªm Yazid son ilegalizados. ?nicamente el laico Mehdi Bazarg¨¢n mantiene un pulso desigual con la m¨¢quina del poder jomeinista. Portavoz de su min¨²sculo y acosado MLI, denuncia incansablemente la deriva dictatorial del r¨¦gimen y acusa a su l¨ªder de prolongar obstinadamente la lucha contra un Sadam ya a la defensiva: "El pueblo ve con sus propios ojos -escribe- el interminable desfile de los restos mortales de los m¨¢rtires y los hospitales atestados de heridos y moribundos" (Esto ¨²ltimo lo pude verificar de visu durante mi estancia en Teher¨¢n con el equipo de televisi¨®n de Alquibla: la mayor¨ªa de los hospitalizados sufr¨ªan de los efectos de los gases que el d¨¦spota iraqu¨ª no vacil¨® en emplear contra su propio pueblo).
En 1988, el gran ayatol¨¢ Husein Ali Montazer¨ª, delf¨ªn del Gu¨ªa Supremo, denuncia la represi¨®n sangrienta de los Guardianes de la Revoluci¨®n y el recurso a la tortura en las c¨¢rceles. Su integridad le vale la destituci¨®n fulminante por Jomeini y la reclusi¨®n domiciliaria en Qom (all¨ª intent¨¦ entrevistarle, pero no lo consegu¨ª). El nuevo delf¨ªn ser¨¢ Al¨ª Jamenei, de una jerarqu¨ªa espiritual muy inferior en el corpus doctrinal chi¨ª a la de Montazer¨ª: no es marya o fuente de imitaci¨®n. Al fallecer el gu¨ªa, el equilibrio entre el sector ultraconservador (Al¨ª Jamenei, sostenido por los Guardianes de la Revoluci¨®n y las milicias besay¨ªs) y el m¨¢s aperturista y pragm¨¢tico (Rafsanyan¨ª, Jatim¨ª, Mir Husein Musav¨ª) se mantiene hasta 2005, con la elecci¨®n de Ahmedineyad.
Lo que hemos visto estas ¨²ltimas semanas -manifestaciones multitudinarias contra el supuesto fraude electoral, su represi¨®n brutal por la polic¨ªa y las milicias besay¨ªs, concierto ensordecedor de cl¨¢xones, amenazas de un ba?o de sangre por Jamenei, gritos de "muerte al dictador""en calles y azoteas, encarcelamiento de docenas de periodistas y pol¨ªticos (entre ellos Ibrahim Yazd¨ª y familiares de Rafsanyan¨ª), censura informativa, asalto al campus universitario, muerte en directo de la joven Neda- evoca inevitablemente lo acaecido 30 a?os antes, filmado en los numerosos documentales que vision¨¦ para el montaje del D¨ªptico chi¨ª de la serie Alquibla.
En corto y por derecho: la juventud urbana -y muy especialmente las mujeres- no soporta ya un sistema anacr¨®nico que manipula de forma sectaria el profundo sentimiento religioso chi¨ª. Como tuve ocasi¨®n de comprobar en 1990 y cinco a?os m¨¢s tarde durante la conmovedora celebraci¨®n en la Ashura del martirio del Im¨¢n Husein, esta vivencia popular de una historia injusta y el anhelo del retorno del Mahdi no obstan para que la frustrada ciudadan¨ªa iran¨ª, en virtud de una s¨ªntesis como la encarnada por Ali Shariati, sea la m¨¢s culta y abierta de todo el mundo isl¨¢mico. Pese a la vigilancia obsesiva de su vestimenta por los bes¨¢is, las mujeres y muchachas con quienes convers¨¦ en privado o en jardines p¨²blicos, me impresionaron por su manejo de idiomas extranjeros y por el nivel de su conocimiento de la literatura y el pensamiento occidentales.
Si el antiamericanismo iran¨ª tiene s¨®lidas razones de existir -golpe de Estado de la CIA contra Mosadegh por el "crimen" de haber nacionalizado el petr¨®leo, apoyo indigno a la agresi¨®n de Sadam, pol¨ªtica desastrosa de Bush en Irak y su chapucero Eje del Mal, etc¨¦tera- la obstinaci¨®n de Ahmedineyad contra el Gran Sat¨¢n carece de credibilidad frente al cambio representado por Obama. Por encima de todo, resulta doloroso comprobar que un pueblo tan educado y amable como el de Ir¨¢n tenga que pasar de un r¨¦gimen opresivo a otro, como se tem¨ªa Al¨ª Shariati. Las recientes palabras de Montazer¨ª desde su refugio de Qom -"si el pueblo no puede reivindicar sus derechos leg¨ªtimos en manifestaciones pac¨ªficas y se le reprime, su creciente frustraci¨®n podr¨ªa destruir los fundamentos de cualquier Gobierno, por fuerte que sea"- suenan de nuevo como una advertencia. Para quienes admiramos la cultura iran¨ª la valent¨ªa de los hombres y mujeres que osan salir a la calle en nombre de unos valores que enlazan tradici¨®n con modernidad nos permite confiar en el logro, m¨¢s pronto que tarde, de sus aspiraciones. Las dictaduras, ya sean religiosas, ideol¨®gicas o militares, como lo es a marchas forzadas la del Ir¨¢n de Ahmedineyad, no son eternas.
Juan Goytisolo es escritor
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