La gota malaya en los picos rocosos
Nadie resiste el ataque de Contador en las ¨²ltimas curvas de Arcal¨ªs, pero su cosecha es magra: a 6s del amarillo, con 2s sobre Armstrong
![Carlos Arribas](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/https%3A%2F%2Fs3.amazonaws.com%2Farc-authors%2Fprisa%2Fe3f9d365-91a0-4554-a5c4-70f3bf1ea029.png?auth=e6426bc0be73ca7a1a032b8f3a5a8f5479303facc987fc5270aa197eb094c06b&width=100&height=100&smart=true)
Chop, chop, chop... Cada segundo cuenta, titul¨® Armstrong, prof¨¦tico, su segundo libro autobiogr¨¢fico. Chop, chop, chop... cu¨¢nta raz¨®n tienes, Lance, cada segundo cuenta, le recuerda al tejano resucitado Contador bailando sobre su bicicleta entre el viento arremolinado, feliz y violento, que le zarandea. Chop, chop, chop... cada pedalada gozosa es un segundo m¨¢s, una gota m¨¢s en la frente de su l¨ªder carism¨¢tico-compa?ero-rival-padrastro, que de todo eso ejerce, desde su regreso de entre los aburridos, el ciclista que ha vuelto para, por fin, ser destronado, para, por fin, poder retirarse tranquilo. Cada segundo es un castigo administrado con frialdad, dosificado con eficiencia, sin pasi¨®n, como la gota malaya, por el ciclista que le suceder¨¢.
El de Pinto, un ciclista de los de antes, supo aprovechar el ritmo apisonador del Astana
El Tour de 2009, el que deber¨ªa ser el octavo de Armstrong, el que posiblemente sea el segundo de Alberto Contador, es una partida de ajedrez en la que ninguno de los dos admitir¨¢ tablas. Un duelo en el que la ganancia no ya siquiera de un pe¨®n, sino de una posici¨®n en el centro del tablero, ha consumido la energ¨ªa de ambos. Golpes y contragolpes y, al fondo, un s¨ªmbolo, el maillot amarillo, que los dos han rozado con la yema de los dedos, que ninguno de ellos ha podido atrapar. Armstrong se qued¨® a 22 cent¨¦simas en su primer asalto; Contador, ayer, a 6 segundos en su turno.
El chico de Pinto, el ¨²nico corredor del ciclismo actual -el ciclismo que reduce todas las grandes etapas, como la de ayer, como las de monta?a del reciente Giro, a un sprint en los ¨²ltimos metros de la ¨²ltima ascensi¨®n entre los favoritos que no han fallado- capaz de atacar en monta?a e irse de quien haga falta, cuenta, sin embargo, con ventaja posicional, o de calidad. En ciclismo, hay tres maneras de ganar una carrera, tres territorios en los que se puede marcar la diferencia: en la monta?a, en las contrarreloj, en la emboscada.
En las dos primeras, las que definen al m¨¢s fuerte, ha sido superior a Armstrong. 22s m¨¢s fuerte en los 15 kil¨®metros de la contrarreloj de M¨®naco, 21s mejor escalador en los dos ¨²ltimos kil¨®metros de la sosa subida a Arcal¨ªs: un kil¨®metro imposible, con un viento de cara que Contador desafi¨® con aceleraciones imposibles, de pie sobre los pedales, seguidas de breves momentos de recuperaci¨®n sobre el sill¨ªn, en el que logr¨® casi toda su ventaja; un kil¨®metro con el viento de espaldas en los picos rocosos de Andorra que igual¨® la contienda entre el solitario atacante y el reba?o, el grupo de perseguidores que se proteg¨ªa mutuamente: Leipheimer tapando a Armstrong, el brillante Andy Schleck, el rival m¨¢s duro fuera de su equipo, el que encendi¨®, finalmente, la chispa de una ascensi¨®n sin morbo, y el penitente Evans, marcando el ritmo de la recuperaci¨®n; Sastre, agazapado, como en todas las primeras etapas de monta?a, Menchov, oculto.
Al actuar as¨ª -al atacar en el momento en el que Armstrong, tras una subida en la que al Astana se le fue tan lejos la fuga que no pudo ni pelear para la victoria de etapa, que fue para el franc¨¦s Brice Feillu, ni alcanz¨® el maillot amarillo, que se lo qued¨® en pr¨¦stamo el fugado italiano Rinaldo Nocentini, quer¨ªa ejercer de patr¨®n, haciendo mantener a su compa?ero Kl?den un ritmo que cre¨ªa muy fuerte-, Contador, un ciclista de los de antes, un ciclista de instinto, de los que saben interpretar la m¨¢scara de cada corredor, sus m¨ªnimos gestos, en busca de debilidades, fue tambi¨¦n capaz de canibalizar en provecho propio el estilo instaurado por Armstrong en sus a?os del US Postal, el del equipo como m¨¢quina apisonadora.
La muerte en el Tour de todos los anteriores grandes, Hinault, Merckx, Indurain, fue un asunto de visto y no visto, una p¨¢jara, un desfallecimiento inesperado, el fin. El final de Armstrong, si una nueva haza?a guerrera sorprendente no lo impide, a manos de Contador ser¨¢, en cambio, un asunto lento, una tortura en la que cada segundo, en efecto, cuenta. Y cada gesto. Cada s¨ªmbolo.
Con el abanico de La Camarga, Armstrong priv¨® a Contador de la posibilidad de vestirse de amarillo tras la contrarreloj por equipos -y Contador, aunque no lo diga, necesita, m¨¢s s¨ªmbolo, ganar el maillot amarillo del Tour en la carretera, no en la habitaci¨®n de su hotel, como nocturnamente adquiri¨® el que dej¨® el expulsado Rasmussen en 2007-. Con su ataque en el ventoso Arcal¨ªs, Contador le priva a Armstrong de la posibilidad de coronar su regreso con un maillot amarillo cuando Nocentini deje libre el paso.
![Alberto Contador llega a meta tras escaparse del pelot¨®n de favoritos.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/N4FX7YFCUWIQEPKEFN3EKF74I4.jpg?auth=6be5105f30ff186d1d395276aca0786abce6eff03f95d282453f61755a6aa5f8&width=414)
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