El escalador
En las etapas llanas de los primeros d¨ªas, los escaladores desarrollan un esp¨ªritu parasitario. Se acurrucan en la cola del grupo, procuran no dormirse en el vaiv¨¦n con que los rodadores mecen al pelot¨®n para luego descuartizarlo por sorpresa y se dejan llevar subidos en las espaldas de los m¨¢s r¨¢pidos. Pero en cuanto chocan con un puerto se dispara en ellos un resorte g¨®tico que estimula su anhelo hacia las alturas. Son tipos que de ni?os trepaban a los tejados y a los ¨¢rboles, y ahora les gusta quedarse a solas con los p¨¢jaros en las cimas de las monta?as y ser los ¨²ltimos en ver morir el sol en el ocaso. Para eso se atreven a desafiar la ley de la gravedad, esa extra?a codicia con que la tierra se niega a dejar escapar de su seno a sus criaturas. Ante las rampas, el escalador aprieta los dientes y pone a trabajar todas las partes de su cuerpo: las piernas que empujan los pedales, los ri?ones que empujan las piernas, los brazos aferrados al manillar como si empujaran una carretilla cargada de arena. Alcanzada esa tensi¨®n que los hace ingr¨¢vidos, si uno deja de verlos durante los segundos en que trepan una de esas brutales curvas de herradura que van de una rampa dura a otra peor, puede pensar que han usado una p¨¦rtiga en lugar de una bicicleta.
Cada uno tiene una monta?a preferida cuyo perfil lleva tallado en el rostro, que en cada ascensi¨®n se ha erosionado hasta parecerse al puerto. La misma nieve ha astillado la cumbre y la nariz del escalador, el mismo viento ha arrancado la vegetaci¨®n de las alturas y parte de su cabello, el mismo sol que broncea los bosques ha bronceado su barbilla. Su desd¨¦n por la t¨¦cnica, esencial para el contrarrelojista, y su fe en la fuerza y la capacidad de sacrificio despiertan la admiraci¨®n de los aficionados, que ven que el podio no siempre cuenta con ellos. Pocas im¨¢genes son m¨¢s hermosas que un escalador al ataque, en pie sobre la bicicleta, con los ojos puestos en la cima y en los dientes la ambici¨®n de empotrarse contra el cielo mientras los relojes estallan en pedazos.
![Alberto Contador, durante la cronoescalada del Giro de 2008.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/ALRT5OYDTZF5ORSLJJZZLEUEMI.jpg?auth=ea4fff30f751c0f8f9e5ae7c4256c600c0937d5b7c86068f7e0f696ca46c5f71&width=414)
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