?Qui¨¦n debe pagar la crisis?
El gran poeta franc¨¦s Edmond Jab¨¨s dec¨ªa de la vida que pasa: "eso sigue su curso". Podemos decir lo mismo de la crisis mundial, y con el mismo tono desenga?ado y resignado. Porque aunque todo cambie r¨¢pidamente, nada cambia en profundidad. Los actores siguen siendo los mismos: los defensores del capital y los representantes de los asalariados. Y, en medio, est¨¢ la gran e ingente masa de los que nada temen. Pero el debate sobre c¨®mo salir de la crisis ya est¨¢ en marcha, tanto en EE UU como en Europa, y todos deber¨¢n pagar algo. Queda a¨²n por saber qui¨¦n tiene que pasar primero por caja.
Si planteamos la cuesti¨®n de la responsabilidad de la crisis, sabemos qui¨¦nes son los culpables: mercados financieros, especuladores delincuentes, banqueros poco escrupulosos, dirigentes pol¨ªticos c¨®mplices, y partidos pol¨ªticos que han avalado de hecho este capitalismo especulativo sin ley alguna. ?ste es un capitalismo que en el fondo se opone radicalmente al gran capitalismo social basado en el equilibrio entre capital y trabajo, tal como funcion¨® desde finales de la II Guerra Mundial hasta principios de los ochenta del siglo XX.
Los responsables de la crisis mantienen el discurso de siempre: ?que paguen los dem¨¢s!
La ley del nuevo sistema, que ha prevalecido desde entonces, es sencilla: exigencia de rentabilidad anual del capital totalmente irracional, a un nivel medio del 15% al 20%, y totalmente desconectada de la riqueza real de las empresas. Eso significa, pues, que el capital especulativo y el capital que se posee realmente est¨¢n desconectados. Y, tambi¨¦n, que se produce una sobreremuneraci¨®n del capital. Pero este crecimiento de capital ten¨ªa que llegar de alg¨²n sitio. Llegar¨¢ de la compresi¨®n de los sueldos que caracteriza a todas las econom¨ªas desarrolladas desde principios de los a?os ochenta. Tanto en EE UU como en Europa, los salarios han evolucionado en realidad a la baja tendencial. Pero, ?c¨®mo mantener la actividad especulativa, a pesar de esta baja y con la consiguiente falta de ahorro interno? Con el endeudamiento de las hipotecas inmobiliarias. He ah¨ª unos casos de manual: Estados Unidos, Reino Unido, Irlanda y Espa?a. Y, en todas partes, la carrera desenfrenada por obtener beneficios no basados en el trabajo ha fomentado la aparici¨®n de productos financieros t¨®xicos y el sobreendeudamiento de las familias en un contexto hist¨®rico mundial de deflaci¨®n salarial. De ah¨ª la crisis de las subprime, y la crisis financiera mundial.
Ahora bien, la falsedad de este sistema ha estallado hoy de verdad. Hemos pasado de una crisis de especulaci¨®n financiera a una crisis econ¨®mica, y de ¨¦sta a una recesi¨®n mundial. De ah¨ª que aumente, y seguir¨¢ aumentando m¨¢s a¨²n, un desempleo masivo. ?C¨®mo salir de esta situaci¨®n?
Hay dos visiones: la de los responsables de la crisis y la de las v¨ªctimas. Los responsables mantienen el discurso de siempre: ?que paguen los dem¨¢s! Despu¨¦s de que los gobernantes hayan entregado millones de d¨®lares, euros y yens a los bancos, ahora exigen ¨¦stos, con el Sr. Trichet y el BCE a la cabeza, que se realice una "reforma" del mercado laboral, es decir, que los sueldos se rebajen m¨¢s a¨²n, que se reduzcan las compensaciones de desempleo y que la precariedad laboral sea la regla. Resumiendo: que las v¨ªctimas paguen la crisis. Tras haberse opuesto en todo momento a una regulaci¨®n de los mercados financieros, el sistema bancario nacional e internacional amenaza ahora a los Estados exigi¨¦ndoles que le rellenen sus arcas y, al mismo tiempo, que obliguen a los asalariados a aceptar los sacrificios que ¨¦l mismo no quiere asumir de ninguna manera. En EE UU, una cuarta parte de los asalariados sufren ya las consecuencias de esta pol¨ªtica desde que empez¨® la crisis. En Espa?a, las reivindicaciones de la CEOE, que los bancos apoyan, son de precisi¨®n quir¨²rgica: impugnar el coste de los despidos, reducir las cotizaciones sociales de las empresas, disminuir la indemnizaci¨®n de desempleo y, sobre todo, flexibilizar a¨²n m¨¢s el mercado de trabajo, aunque la Comisi¨®n Europea lleve a?os reproch¨¢ndole a Espa?a sus sueldos excesivamente precarios. Los gobiernos est¨¢n entre dos fuegos: el de los empresarios y los banqueros, a la ofensiva, y el de unos sindicatos que, todo hay que decirlo, est¨¢n librando una batalla estrictamente defensiva.
?Hay acaso otra soluci¨®n? S¨ª que la hay, pero implica que cambiemos el curso de los acontecimientos. Que pongamos en marcha una reactivaci¨®n econ¨®mica distinta, que estimulemos el poder de compra aumentando los salarios, que garanticemos el cr¨¦dito creando estructuras de garant¨ªa, que obliguemos a los bancos, con la presencia del Estado en sus consejos de administraci¨®n, a invertir en proyectos sociales, etc. Pero cabe preguntarse: ?son los asalariados capaces de imponer esta visi¨®n a los responsables de la crisis?
Traducci¨®n: M. Sampons
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