Agon¨ªa
Hace 20 a?os, Ra¨²l Cancio, uno de los grandes fot¨®grafos de nuestro tiempo, viajaba en su coche en direcci¨®n a este peri¨®dico, un domingo aciago, a media tarde. Vio en la carretera un accidente terrible, y empez¨® a disparar su c¨¢mara. Mientras llegaba a su destino escuch¨® las noticias; aquel accidente fatal hab¨ªa acabado con la vida de Fernando Mart¨ªn, un h¨¦roe del baloncesto.
La c¨¢mara obedece a la intuici¨®n; el profesional aprieta el sistema que comienza a grabar, y ya la realidad es inevitable, se queda en una imagen que la desgracia convierte en triste e hist¨®rica. Ayer pas¨® en Pamplona. Un aficionado a grabar im¨¢genes puso su c¨¢mara al servicio de su curiosidad, y en alg¨²n momento salt¨® de la algarab¨ªa un grito de susto, un sonido cuyo porvenir era la muerte.
El toro que persegu¨ªa la extra?a valent¨ªa de la muchedumbre acert¨®, en su terrible camino, y se interpuso entre la vida y el porvenir. As¨ª es. El aficionado luego le dio a Cuatro las im¨¢genes, y durante el d¨ªa la gente sigui¨® viendo c¨®mo se viene la muerte, y en este caso no callando, sino gritando, llenando de pavor las gargantas que esta ma?ana reinar¨¢n otra vez como los sonidos de la algarab¨ªa.
El accidente interrumpe la vida de uno, o de varios, y en este caso ha interrumpido de manera fatal la vida de Daniel, un chico que un instante antes de ese horrible dolor mudo era simplemente uno m¨¢s en una muchedumbre que madrug¨® para correr delante de ese toro.
El drama que la televisi¨®n atrae ahora como un testimonio escalofriante convoca muchas reflexiones sobre la l¨®gica del valor, que es siempre mayor en compa?¨ªa. El otro d¨ªa reproduc¨ªamos aqu¨ª uno de los versos estremecedores de ese R¨¦quiem de Pepe Hierro. Un espa?ol como millones de espa?oles, en este caso buscando el amparo de la fiesta, se halla con la casualidad perversa de la muerte. Una c¨¢mara capt¨® su agon¨ªa. No hay peor angustia, nada es m¨¢s terrible que la agon¨ªa. Ah¨ª estaba, rodeada de ruido.
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