Trabajos invisibles
La vida est¨¢ plagada de oficios que pasan desapercibidos a menos que dejen de hacerse. Basta que no se recojan las basuras durante un par de d¨ªas para que todo el mundo eche de menos a los basureros. Esta capacidad de ciertas tareas para ocultarse en los pliegues de la realidad no tan s¨®lo afecta a las personas que ejercen las tareas menos valoradas. A veces, profesionales b¨¢sicos para el correcto desarrollo de una cultura se ven inmersos en ese anonimato de pega. ?se ser¨ªa el caso de los traductores, cuyo reconocimiento p¨²blico suele colocarles entre la telefonista y el chico de los recados.
Aparte de percibir sueldos modestos, de no aparecer en las cr¨ªticas literarias y de laborar siempre con prisas, acaban situados en los escalafones m¨¢s bajos del trabajo editorial. Y a¨²n suerte tienen de no terminar como otros especialistas de la profesi¨®n barridos por los programas de ordenador, como los correctores tipogr¨¢ficos. Figuras anta?o necesarias y hoy desplazadas al caj¨®n de los viejos oficios, junto a las lavanderas del r¨ªo o los sustancieros, que pasaban casa por casa con su saco de huesos de jam¨®n, alquilados por horas para dar un poco de sabor al caldo.
Sustancieros de la literatura, los traductores son los principales responsables, no tan s¨®lo de la comprensi¨®n de un texto extranjero, sino del mantenimiento de sus cualidades literarias una vez hecho el trasvase a otra lengua. Escritores an¨®nimos a los que muy rara vez se reconoce su val¨ªa, y a quienes s¨®lo se recuerda por alg¨²n estropicio cometido con una buena obra.
Si esto ya es as¨ª, comprender¨¢n el enojo cuando la invisibilidad va m¨¢s all¨¢ de lo previsible y no aparecen ni en los cr¨¦ditos. Un ejemplo reciente se ha dado en Nocturna (Suma de Letras, 2009), la estupenda novela de terror de Guillermo del Toro y Chuck Hogan -uno de los ¨¦xitos de ventas de las ¨²ltimas semanas-, en cuya edici¨®n catalana no figura su traductora -N¨²ria Pujol-, sino el traductor al castellano. Evidentemente, se trata de un error banal, una de esas bromas de los duendes de las linotipias. Pero a veces, un despiste tan inocente puede privarles de lo ¨²nico que hace visible su trabajo: su discret¨ªsima firma.
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