La militancia y Gondomar
Cuentan de un cargo bipartito que un d¨ªa, reci¨¦n aterrizado, llam¨® a un alto funcionario para preguntarle -a efectos meramente informativos, le recalc¨®- si era militante del PP. El funcionario lo pens¨®, y asegur¨® no recordarlo. Al d¨ªa siguiente, el militante dudoso compareci¨® motu proprio ante su jefe para aclararle: "S¨ª que lo era, pero ya no lo soy". Sin querer convertirla en categor¨ªa, la an¨¦cdota simboliza el concepto de militancia de buena parte de los conservadores. El PP, como proclaman orgullosamente sus dirigentes, "es el partido de la gente normal", o sea "lo normal es ser del PP", y por lo tanto, militar o no es un mero tr¨¢mite, que se cumple o no. Estar fuera o dentro es un proceso indoloro, inodoro e ins¨ªpido, incluso inconsciente, similar a la ¨®smosis que se produce entre l¨ªquidos -el partido y la sociedad, en este caso- separados por una membrana semipermeable.
Los del PP local pasaron, en horas, de ser jaleados por la ejecutiva provincial a abandonar el partido
Un claro ejemplo son los militantes del PP de Gondomar, que, por su decisi¨®n de encabezar una moci¨®n de censura, en cuesti¨®n de horas pasaron de ser defendidos y jaleados por las instancias provinciales del partido, a abandonar la militancia. Una decisi¨®n tan s¨²bita y natural, tan osm¨®tica, que confundi¨® incluso a su jefe de filas, Alberto N¨²?ez Feijoo, que lleg¨® a estar tan convencido de que los hab¨ªa expulsado que incluso declar¨® que los hab¨ªa expulsado. Sin embargo, sea la desafiliaci¨®n voluntaria o forzosa, el militante del PP nunca llega a ser un ex militante. Pasa a la categor¨ªa de durmiente, como los masones, con perd¨®n. Una fase de hibernaci¨®n en la que puede soportar tan campante ordal¨ªas como que otros representen al PP en su h¨¢bitat. Sabe que, si en su lado hay mayor concentraci¨®n de part¨ªculas -votos- atravesar¨¢, con toda naturalidad, la membrana en sentido opuesto. Las ventajas de desplazamiento se compensan con el inconveniente de que su opini¨®n no cuenta demasiado, o cuenta lo mismo que la de los clientes de Henry Ford, que dec¨ªa aquello de "la gente puede tener su modelo T en cualquier color, siempre que ese color sea negro". Llega con que act¨²e de poste repetidor de especies como la del Audi de Touri?o.
Al contrario, el grueso de la militancia socialista se form¨® mediante aluvi¨®n en la democracia, y se decant¨® en referencia a unas ideas tradicionales (aunque de concreci¨®n cambiante). En Galicia, buena parte de esa militancia, como argumentaba un lector de este peri¨®dico, se considera progresista porque forma parte del PSOE (y no, como parecer¨ªa l¨®gico, est¨¢ en el PSOE porque se considera progresista). Guarecido bajo ese paraguas te¨®rico y organizativo, el socialismo gallego no consider¨® necesario adaptarse al entorno, o no supo hacerlo. Haciendo una analog¨ªa con las religiones, el PSdeG adolece de la misma falta de aclimataci¨®n que el Islam, que no asume que la prohibici¨®n de comer carne de cerdo pod¨ªa tener su l¨®gica en la abrasadora Arabia de comienzos de la Edad Media, pero no en la fr¨ªa y dotada de frigor¨ªficos Alemania del siglo XXI. Quiz¨¢ por ello no ha aprovechado la inmensa ventaja de la centralidad que aqu¨ª les ha ca¨ªdo del cielo al tener s¨®lidos referentes a ambos lados del espectro ideol¨®gico, e incluso social.
La militancia del BNG es caso aparte, empezando porque para ingresar es necesario superar un tr¨¢mite similar al de hacerse socio de un casino de los de antes. Y continuando con que militar es, en ciertos aspectos, algo parecido a tomar los h¨¢bitos. Sin llegar hasta el extremo de tener que asumir el celibato, pero s¨ª usos tambi¨¦n penosos como las asambleas interminables. La militancia en el Bloque no es ninguna broma, y as¨ª arroja el mayor ratio de productividad electoral por afiliado (y tambi¨¦n de cargos). La indudable entrega de los afiliados nacionalistas hace que se vean, m¨¢s que como seguidores de una opci¨®n, como accionistas, recelosos de los merodeadores o simpatizantes. Por tanto, en su seno se ha desarrollado la firme creencia -alentada por los dirigentes, que aqu¨ª s¨ª dependen de las votaciones internas- en la sabidur¨ªa pol¨ªtica nacida inevitablemente del pensamiento colectivo -si es que tal cosa existe- a la hora de establecer la v¨ªa correcta, que tarde o temprano la sociedad reconocer¨¢ que lo es. No gozan de las ventajas electorales de ser franquicias asentadas, como las otras dos fuerzas, pero exprimen al m¨¢ximo el hecho de que hay un sector de la ciudadan¨ªa que siempre votar¨¢ en clave nacionalista, (pro)pongan lo que (pro)pongan.
Dicho esto, no creo que sea estrictamente culpa de las respectivas militancias que estemos como estamos, Gondomar incluido.
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