?Odio a los nazis!
El horror te atrapa en cualquier parte, en el momento m¨¢s insospechado. Es verdad que yo me dirig¨ªa al dentista y me acompa?aba, en esp¨ªritu, Josef Mengele, el diab¨®lico m¨¦dico de Auschwitz. La consulta -la de mi dentista- est¨¢ en Castelldefels y he de tomar el tren para ir hasta all¨ª desde Barcelona. Suele ser un trayecto lleno de reflexiones existenciales y buenos prop¨®sitos (od)ontol¨®gicos.
Estos d¨ªas de verano, los vagones est¨¢n llenos de una multitud festiva, especialmente estudiantes y turistas que van a la playa. Es incre¨ªble lo que te puede molestar la gente que va a la playa cuando t¨² vas al dentista. El caso es que el lunes iba yo leyendo cosas sobre Mengele entre gente dichosa en ba?ador. No es que, a pesar de Marathon Man (recuerden el personaje del doctor Szell, der Weisse Engel, y su imaginativo uso de la fresa periodontal), relacione a Mengele con mi dentista, al menos conscientemente. Pero llevaba d¨ªas obsesionado con el personaje desde que observ¨¦ su rostro, con un extra?o parecido a Dirk Bogarde, en un documental de National Geographic, Las fotos del infierno nazi, que emite este domingo Digital + (no se lo pierdan). El documental trata sobre el ¨¢lbum de fotos personal del SS-Obersturmf¨¹hrer Karl H?cker, ayudante del comandante de Auschwitz, Rudolph Hess. Esa colecci¨®n de 116 im¨¢genes que muestran a los verdugos en sus ratos de ocio en el campo y que lleg¨® an¨®nimamente al Museo del Holocausto de Washington, incluye varios retratos in¨¦ditos de Mengele, apuesto y arrogante con su uniforme de capit¨¢n de las SS, en los que se le ve haciendo vida social.
Como nuestro h¨¦roe Indiana Jones, yo tambi¨¦n odio a los nazis. Dado que no puedo combatirlos como ¨¦l -tampoco s¨¦ si tendr¨ªa el valor- trato de documentarme mucho para detestarlos todo lo posible, mientras intento entender las razones de su mal. Es un asunto peligroso. Como enredarte el alma en zarzas. En el tren, le¨ª con el coraz¨®n en un pu?o que a un grupo de j¨®venes jud¨ªas eslovacas los m¨¦dicos de las SS las desfloraron brutalmente durante el reconocimiento usando los dedos. Y que Mengele conduc¨ªa a los ni?os a las c¨¢maras de gas haci¨¦ndoles creer que ese ¨²ltimo paseo era un juego denominado "camino a la chimenea". Fue entonces cuando el tren se detuvo y anunciaron por megafon¨ªa que una persona hab¨ªa sido arrollada por un convoy en nuestra ruta. Un estremecimiento recorri¨® el vag¨®n y vi caer sobre los pasajeros el manto oscuro del espanto y de la dolorosa conciencia de la propia fragilidad.
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