EL HOMBRE DEL SIGLO
Qu¨ªtense prejuicios. Piensen en un artista que realmente abarque el siglo XX, alguien que aglutine todo lo que ha dado la m¨²sica popular. Imaginen al proverbial extraterrestre ansioso de conocimientos, al que deben ofrecer una discograf¨ªa que resuma lo que ha hecho vibrar al planeta Tierra durante los pasados cien a?os. ?Duke Ellington? ?Armstrong? ?Ella Fitzgerald? ?Sinatra? ?Dylan? ?McCartney? ?Marley? ?Caetano? ?Julio Iglesias? ?Michael Jackson? No: quiz¨¢ tengan obras oce¨¢nicas, pero s¨®lo representan una porci¨®n de una cultura, aunque pueda ser la cultura dominante.
Mi propuesta: James Last, el director de orquesta alem¨¢n. En sus 200 discos encontramos la crema y la bazofia del siglo XX; hasta incursion¨® en la cl¨¢sica, con discos como Viva Vivaldi o Spielt Mozart. Formado en el jazz, Last advirti¨® que el p¨²blico adulto rechazaba los modos instrumentales y las maneras vocales del pop. Decidi¨® rebajar esa m¨²sica: aplicaba el brillo del swing a ¨¦xitos del momento, generalmente en dosis homeop¨¢ticas, fundidos en popurr¨ªs y anclados por un bajo empe?ado en sacar a la pista incluso a los m¨¢s patosos.
Con eficiencia industrial, Last generaba colecciones de t¨ªtulo expl¨ªcito: Hammond a go go, Trumpets a go go, Sax a go go. Su mayor acierto fue la marca Non-stop dancing, donde a?ad¨ªa el alboroto de una fiesta en marcha; se grababan en estudio, con la colaboraci¨®n de un p¨²blico bien lubricado y, seg¨²n la leyenda, ligando sin complejos.
Last hizo perder las inhibiciones a sus compatriotas, los responsables del "milagro econ¨®mico", convenci¨¦ndoles de que se merec¨ªan disfrutar tras tantos esfuerzos. Seg¨²n se democratiz¨® el turismo, inaugur¨® otra serie triunfal: Beachparty. Tambi¨¦n recreaba vacaciones reales o so?adas: Copacabana, Caribbean nights, Tango e, inevitable, Y viva Espa?a.
Hace poco, cont¨® sus andanzas en Mein Leben. Die Autobiografie. Un libro mayormente decepcionante. Aunque nacido en 1929, ni fue nazi ni recuerda a nadie en su entorno que lo fuera. Dejar el jazz no le provoc¨® ning¨²n trauma: visit¨® un restaurante neoyorquino y all¨ª estaba la banda de Count Basie, tocando ante comensales indiferentes; eso no me va a ocurrir a m¨ª, pens¨®.
Finalmente, se parece a cualquier biograf¨ªa de rockero cr¨¢pula. Last fue alcoh¨®lico y seductor inagotable. Paternalista con sus m¨²sicos, alucin¨® cuando ¨¦stos se declararon en huelga. Hacienda le pill¨® y pas¨® graves apuros. Vest¨ªa y pensaba como un hortera, pero insist¨ªa en altos est¨¢ndares para sus grabaciones y conciertos. Y ahora se siente desamparado: tras ser el pilar del sello Polydor, le dicen que sus discos resultan demasiado caros.
Otra frustraci¨®n: vive con su segunda esposa en Florida, lo que le recuerda diariamente que EE UU es el ¨²nico pa¨ªs inmune a sus pegajosos encantos. Ha cumplido 80 a?os y no se resigna. Hay signos de reivindicaci¨®n: Tarantino us¨® un tema suyo en Kill Bill; le samplean raperos y DJ; le fotograf¨ªa Ant¨®n Corbijn, retratista de U2 y Depeche Mode. El animador de las clases medias est¨¢ a punto de ser declarado oficialmente cool.
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