Peste
Cada vez que escucho a la templada y eficiente Trinidad Jim¨¦nez tengo la sensaci¨®n de que est¨¢ hablando Felipe Gonz¨¢lez. La entonaci¨®n, el ¨¦nfasis, la cadencia, las inflexiones, la seguridad, incluso lo de repetir varias veces id¨¦ntica frase por si nuestras neuronas no acaban de captar el significado, parecen cl¨®nicas. Tal vez no est¨¦ estudiado por parte de ella y sea gen¨¦tico. Tambi¨¦n es posible que admirara hasta el paroxismo al modelo original y a fuerza de aprendizaje ha logrado esa asombrosa simbiosis oral. De cualquier forma, acojona que dama tan familiarizada con las florituras verbales asegure que se desconocen las consecuencias de la gripe A. Es posible que la sincera o estrat¨¦gica alergia que sent¨ªa Zapatero a nombrar la palabra crisis haya prevenido a sus generales para no repetir su error. Por si acaso, toco madera y desisto de releer en vacaciones a mi amado Albert Camus, aunque me resulte alarmantemente inolvidable el final de La peste, la convicci¨®n del doctor Rieux de que el monstruo regresar¨ªa alg¨²n d¨ªa a las calles de Oran para instalarse definitivamente.
Y hablando de peste, todo atufaba en el temible reportaje de Cuatro sobre el caso G¨¹rtel, sobre el trapicheo generalizado que montaron esos fulanos con gestualidad y discurso de rufianes de barrio entre tantos, modositos y atildados dirigentes del PP. Daba asco. Desprend¨ªa credibilidad.
Creer o no creer. ?sa es la cuesti¨®n. Cuentan que la credibilidad que inspiraba el fallecido presentador de televisi¨®n Walter Cronkite era su virtud m¨¢s impagable. Es lo que me provoca I?aki Gabilondo cuando escucho sus an¨¢lisis del estado de las cosas. Es el valor supremo que se arrogan todos los peri¨®dicos. Pero me ocurren cosas muy raras con ellos. Veo que uno dedica su portada a un se?or muy poderoso que ha sido absuelto de un delito porque el paso del tiempo ha logrado que prescriba. Y creo recordar que ocurri¨® algo parecido con otros dos se?ores muy ricos que fumaban puros y vest¨ªan gabardinas blancas. Pero no veo ni una l¨ªnea en otro peri¨®dico sobre noticia tan presuntamente cre¨ªble. Imagino que los entrullados choricillos tambi¨¦n se preguntan qu¨¦ milagros terrenales hay que hacer para que prescriban sus delitos.
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