El cuarto pilar del bienestar est¨¢ cojo
Los servicios sociales carecen de financiaci¨®n b¨¢sica estable y de una ley estatal que los consolide - Con la crisis, la necesidad est¨¢ llamando a una puerta equivocada, la del trabajador social
Los servicios sociales son el cuarto pilar del Estado de bienestar, junto a la sanidad, las pensiones y la educaci¨®n. Pero todos los indicadores de cobertura social en Espa?a est¨¢n por debajo de la media de los pa¨ªses de la UE-27. ?Por qu¨¦? Hay dos razones de car¨¢cter hist¨®rico cultural: el franquismo, que perpetu¨® la beneficencia y la caridad d¨¦cadas despu¨¦s de que en Europa se fueran consagrando los derechos sociales; y la mentalidad que eso ha dejado en varias generaciones, que renuncian a ejercer sus derechos porque no quieren aparecer como menesterosos o abandonados por la familia.
Es un gran reto para el Estado. En ¨¦pocas de bonanza econ¨®mica, las autoridades a duras penas cubren las necesidades sociales de sus ciudadanos. En medio de la crisis, con las arcas p¨²blicas menguadas y un n¨²mero creciente de usuarios desasistidos, ?aguantar¨¢ el Estado de bienestar? No va a ser f¨¢cil. Hay agujeros en las pol¨ªticas actuales: no hay una ley estatal de servicios sociales que articule todo el sistema y falta un modelo de financiaci¨®n para las entidades locales -ayuntamientos y diputaciones- que d¨¦ estabilidad presupuestaria. Los municipios siguen aportando el 60% del presupuesto para servicios sociales b¨¢sicos.
Los municipios pagan el 60% del total de los fondos que manejan
Muchos renuncian a sus derechos por no aparecer como menesterosos
"Las leyes est¨¢n, faltan los recursos", afirma Patrocinio de las Heras
No hay un pueblo donde na vaya un asistente social una vez por semana
A pesar del retraso sobre el resto de Europa, en Espa?a ya hay mucho camino recorrido y la mayor¨ªa de las comunidades aut¨®nomas empiezan a reconocer t¨ªmidamente en sus ¨²ltimas leyes los derechos sociales como derechos subjetivos, es decir, que los ciudadanos pueden reclamarlos en los tribunales.
En este escenario se aprob¨® hace dos a?os y medio la Ley de Dependencia, que ha supuesto "un hito hist¨®rico porque consagra derechos subjetivos. Por primera vez en Espa?a, una ley estatal garantiza un m¨ªnimo de protecci¨®n para todos los ciudadanos", resume Gustavo Garc¨ªa Herrero, jefe de secci¨®n de Inserci¨®n Social y Albergue Municipal de Zaragoza. Garc¨ªa Herrero fue asesor ministerial en los ochenta, cuando se sentaban las bases del sistema de servicios sociales.
Pero la Ley de Dependencia, por m¨¢s que importante, es s¨®lo una parte de los servicios sociales. Porque, como recuerda constantemente el presidente de la Asociaci¨®n Estatal de Directoras y Gerentes de Servicios Sociales, Jos¨¦ Manuel Ram¨ªrez, "todas las personas en situaci¨®n de dependencia son usuarios de servicios sociales, pero no todos los usuarios de servicios sociales son personas dependientes".
En todo caso, la Ley de Dependencia -de nombre real Ley de Promoci¨®n de la Autonom¨ªa Personal y Atenci¨®n a las Personas en Situaci¨®n de Dependencia- es el modelo para el sistema social, por la consolidaci¨®n de los derechos subjetivos. Lo que m¨¢s nos acerca a Europa.
Cada ma?ana, Pilar Serrano ocupa su puesto en la oficina de la trabajadora social de Tauste (Zaragoza), un pueblo de algo m¨¢s de 7.000 habitantes. Y pasa consulta. "Una de las principales ocupaciones actuales es la dependencia, la gente que viene a solicitar una ayuda de la ley. Los problemas ya los ten¨ªan hace tiempo, pero ahora les podemos ofrecer la recetica", se r¨ªe. R¨ªe siempre, una de las condiciones indispensables para este colectivo, el buen humor, seg¨²n dicen. "Yo ya sab¨ªa lo que les pasaba, les conozco de hace a?os y puedo redactar su plan individual de atenci¨®n casi sin verlos", dice Serrano. Pero en 1985, cuando ella empez¨®, la gente reclamaba cosas sencillas, "como el abono del tel¨¦fono". Entonces, los asistentes sociales eran m¨¢s animadores socioculturales e impulsores del asociacionismo.
En efecto, el perfil de la persona que se acerca a la consulta del trabajador social ha cambiado con los a?os. Serrano recibe entre 20 y 30 visitas diarias. Ahora, la gente es consciente de sus derechos y sabe ad¨®nde hay que acudir para ejercerlos, como el que va al m¨¦dico cuando le duele algo, muy distinto de lo que ocurr¨ªa hace d¨¦cadas. "Eso es fundamental en los servicios sociales, un buen sistema de informaci¨®n, porque de poco servir¨ªa tener derechos si la gente no sabe que existen o c¨®mo acceder a ellos", explica Jos¨¦ Manuel Ram¨ªrez.
La red social es, en la actualidad, la m¨¢s descentralizada de todas las existentes en Espa?a. "En los ochenta no hab¨ªa un pueblo que no tuviera su maestro, el m¨¦dico y el cura; ahora eso ya no es as¨ª, ciertos servicios se han ido concentrando en las cabeceras de comarca, sin embargo, la red de servicios sociales de atenci¨®n primaria es la m¨¢s descentralizada de servicios p¨²blicos del pa¨ªs: no hay un pueblo donde no llegue el trabajador social al menos una vez a la semana. Y esa extensi¨®n en el territorio, la proximidad a las personas, es una de las mayores fortalezas del sistema", explica Garc¨ªa Herrero.
S¨®lo trabajadores sociales hay unos 27.000. A ese batall¨®n hay que sumar otros perfiles profesionales, psic¨®logos, animadores, auxiliares de hogar, educadores, terapeutas, que ponen los nombres y apellidos a este cuarto pilar del bienestar.
Adelina Laiz es auxiliar de hogar y trabaja en San Andr¨¦s de Rabanedo (Le¨®n). Ayuda, por lo general, a ancianos en las tareas que ya no pueden hacer, pero tambi¨¦n da compa?¨ªa y conversaci¨®n a gente m¨¢s joven, como una mujer de 59 a?os con trastorno bipolar. Hace la limpieza, va a la compra. "Me gusta lo que hago, les coges cari?o, son agradecidos", afirma esta mujer de 41 a?os que ahora se va a apuntar a un curso de lenguaje para sordos, porque tambi¨¦n atiende a uno de ellos.
La profesionalizaci¨®n de estos cuidados, de siempre en manos de las mujeres de la familia, sobre todo en los pa¨ªses mediterr¨¢neos, es ahora una esperanza para combatir el paro, incluso un buen yacimiento de empleo m¨¢s all¨¢ de la crisis actual.
Pero hay que detenerse en la crisis y en la financiaci¨®n de los servicios sociales. Porque la recesi¨®n econ¨®mica est¨¢ saturando los ya de por s¨ª magros recursos del sistema. Lo saben bien los trabajadores sociales, que estos meses reciben en sus consultas las peticiones econ¨®micas de familias en paro a las que no les llega para alimentar a sus hijos.
Y lo reconoce el Gobierno: "La coyuntura econ¨®mica exige esfuerzos para cubrir las vulnerabilidades sociales que se producen en ¨¦poca de crisis", dice el secretario general de Pol¨ªtica Social, Francisco Moza.
Sin embargo, ¨¦sa no es la funci¨®n de los servicios sociales, sino la de asegurar la convivencia personal y social a personas que por distintos motivos (discapacidades f¨ªsicas o ps¨ªquicas, desestructuraci¨®n familiar, inmigraci¨®n, drogas, c¨¢rcel, aislamientos, exclusi¨®n) no pueden desarrollarla adecuadamente.
"Mientras falte un sistema de garant¨ªa de ingresos m¨ªnimos, los servicios sociales se colapsar¨¢n", explica Gustavo Garc¨ªa Herrero. Es lo que est¨¢ pasando. "No podemos dar una vivienda a quien no la tiene, ni un empleo, eso corresponde a otras ¨¢reas, a otras pol¨ªticas; lo que s¨ª hacemos es asesorarlos para que lo encuentren y sepan mantenerlo", a?ade. El ¨²ltimo congreso de trabajo social, celebrado en Zaragoza, expuso una conclusi¨®n primordial: el Estado deb¨ªa garantizar unos ingresos m¨ªnimos a quienes no los perciben (parados, j¨®venes) si espera que los servicios sociales sigan a flote.
Por eso es fundamental para la consolidaci¨®n del sistema de servicios sociales una ley que consagre derechos, que luego se materializar¨¢n en recursos. Si el Estado impone como obligatoria la educaci¨®n de 6 a 16 a?os, est¨¢ obligado a garantizar de forma gratuita la escolarizaci¨®n en esas edades. Pues lo mismo en servicios sociales. Pero, salvo la Ley de Dependencia, no hay muchos derechos garantizados en este terreno, de tal forma que los ayuntamientos y las comunidades aut¨®nomas parchean como pueden las nuevas necesidades econ¨®micas de la gente.
Los municipios siguen aportando al sistema el 60% del presupuesto para servicios sociales, alrededor de un 30% las comunidades aut¨®nomas, y el Gobierno apenas el 10% restante. Francisco Moza reconoce el retraso hist¨®rico respecto a Europa, pero insiste en que se est¨¢ haciendo un gran esfuerzo, y aporta unos datos: "?ste es el quinto a?o consecutivo en que los Presupuestos Generales del Estado dedican m¨¢s del 50% a pol¨ªtica social". Es cierto, pero ah¨ª se incluyen educaci¨®n, sanidad... "Es fundamental, como demuestran algunas encuestas entre mayores y la importancia que conceden a la salud, que haya una buena coordinaci¨®n entre la sanidad y la pol¨ªtica social", rebate Moza. Y prosigue: "En los ¨²ltimos seis a?os, la teleasistencia se ha multiplicado por tres y tanto la ayuda a domicilio como las plazas en centros de d¨ªa y residencias han experimentado un gran incremento".
?sa es la actualidad. Ahora, un poco de historia reciente. Patrocinio de las Heras es la memoria de los servicios sociales en Espa?a, porque ella fue la directora general de Acci¨®n Social en el Ministerio de Trabajo en 1987, cuando vio la luz el Plan Concertado, la v¨ªa de financiaci¨®n de los servicios sociales en ayuntamientos y diputaciones. "Hab¨ªamos transferido a las autonom¨ªas de forma integrada servicios dispersos en distintas administraciones. Y las comunidades fueron redactando sus primeras leyes de servicios sociales donde reconoc¨ªan algunos derechos". Con el com¨²n denominador de todas ellas se firm¨® el Plan Concertado, que se nutre de fondos del Gobierno, de las autonom¨ªas y de los propios ayuntamientos. En total ese plan cuenta con 829.831.970 euros (algo m¨¢s, porque ¨¦stos son datos de 2005. No hay nada publicado m¨¢s actualizado). El Gobierno aport¨® en los ¨²ltimos presupuestos 96 millones de euros, lo mismo que ha costado al Real Madrid el fichaje de Cristiano Ronaldo (94 millones). Sumar a eso lo del brasile?o Kak¨¢ ser¨ªa de sonrojo.
Patrocinio de las Heras cree que en la actualidad el sistema est¨¢ "desarrollado por completo a nivel legislativo, y respecto a la gesti¨®n tambi¨¦n hay leyes sectoriales de todo tipo, de adopci¨®n, sobre infancia, malos tratos...". Pero lo que no hay, dice, son los recursos necesarios para garantizar la cobertura. "Est¨¢ la casa, pero a¨²n le faltan profesionales y otros recursos. La red m¨¢s desarrollada es la municipal". De las Heras critica la falta de impulso de que ha adolecido el sistema en los ¨²ltimos tiempos. "En 1998 hubo un nuevo esquema del Plan Concertado para inversiones en nuevos centros que no se ejecut¨®, no se han desarrollado plantillas interprofesionales y los mapas de servicios sociales se van muriendo". Recuerda c¨®mo en los ochenta, en cada plan de ordenaci¨®n urban¨ªstica para levantar un nuevo barrio, se reservaban espacios para equipamientos de servicios sociales, como se reservan terrenos para hospitales o colegios.
Pone un ejemplo: "Centros de recuperaci¨®n para mujeres maltratadas, como el de Ana Mar¨ªa P¨¦rez del Campo en Madrid. Deber¨ªa haber muchos m¨¢s". Cree, sin embargo, que sectorialmente se ha ido avanzando, es decir, centros de d¨ªa, residencias para personas con discapacidad, modernos geri¨¢tricos, centros de tiempo libre para la infancia. "Pero adem¨¢s, los servicios sociales deben ser universales", reclama.
Consolidados en muchos pa¨ªses europeos -hacia donde avanza Espa?a con su Ley de Dependencia, entre otras cosas- este sistema de atenci¨®n a las necesidades de convivencia tiene nuevas necesidades que atender en los ¨²ltimos a?os. La inmigraci¨®n ha abierto un frente, la soledad, que ya es una vieja conocida en Occidente. Muchos psic¨®logos se est¨¢n haciendo cargo de estos nuevos problemas, aunque se quejan de falta de personal.
Juan Antonio Marcos es el director del Centro de Servicios Sociales de Alcal¨¢ de Guadaira (Sevilla), pero antes ha ejercido como psic¨®logo de base, otra de las figuras profesionales que integran los servicios sociales. Se queja de la escasez de psic¨®logos en un momento en que las necesidades requieren cada vez m¨¢s de profesionales con este perfil. Los casos que atienden son adicciones, abusos, maltratos, agresividad en la escuela, problemas con la pareja, relaciones familiares. "Para todo ello hacemos programas de prevenci¨®n. Es fundamental, porque atajar a tiempo los problemas es b¨¢sico".
La soledad y esos otros problemas de los que habla Juan Antonio Marcos, enlazan con la reticencia cultural que persiste en Espa?a a acercarse a los servicios sociales cuando se dispone de dinero y de familia. Cuando se tiene cobertura econ¨®mica, los servicios sociales, piensa la gente, no est¨¢n hechos para ellos. Nada m¨¢s err¨®neo.
En los 15 a?os que lleva Gustavo Garc¨ªa Herrero al frente del albergue de Zaragoza ha visto de todo, -c¨®mo alguien tarda 10 minutos en quitarse un calcet¨ªn porque la mugre lo ha fundido con la piel, o emotivas an¨¦cdotas de solidaridad-, pero lo que m¨¢s le ha impresionado, siempre, son las situaciones de soledad, el mal del primer mundo. Es lo que llaman "necesidades ocultas". Est¨¢n ah¨ª, pero nadie pide ayuda para combatirlas.
Necesidades ocultas, reticencias a acercarse a los servicios sociales, escasez de financiaci¨®n que condena a la inestabilidad de las subvenciones, ausencia de una ley estatal... A todo esto hay que sumar la ausencia de estad¨ªsticas que sirvan de punto de partida para conocer la situaci¨®n y actuar en consecuencia. El agujero en los datos -salvedad hecha de algunas encuestas entre personas mayores- es tan acusado, que condena a los servicios sociales al silencio. Y la crisis, que deja oleadas de miseria en la puerta equivocada. ?Se puede llamar a esto el cuarto pilar del bienestar?
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