Obama asegura que habr¨¢ reforma sanitaria
El presidente aparece a la defensiva en una batalla en la que ha puesto todo su prestigio en juego - Los republicanos esperan que el proyecto sea su Waterloo
Acentuando un perfil quijotesco en lo que parece la batalla de su vida, Barack Obama garantiz¨® ayer que, contra todas las dificultades y todos los pron¨®sticos, una hist¨®rica reforma sanitaria saldr¨¢ adelante en los pr¨®ximos d¨ªas. El presidente reconoci¨®, no obstante, que no existe a¨²n consenso en el Congreso para la aprobaci¨®n de una ley antes de las vacaciones de agosto.
"Estamos m¨¢s cerca que nunca y lo vamos a conseguir", declar¨® el presidente de EE UU en una comparecencia p¨²blica -una m¨¢s de una agotadora cadena de entrevistas y declaraciones sobre el mismo tema en las ¨²ltimas 48 horas- con la que trataba de contener una fort¨ªsima presi¨®n de la oposici¨®n para, con la ayuda de algunos dem¨®cratas, derrotar la reforma y dejar de paso herido de muerte a Obama. Lo ha dicho claramente el senador republicano de Carolina del Sur Jim DeMint: "Si paramos a Obama aqu¨ª, ¨¦ste ser¨¢ su Waterloo".
46 millones de estadounidenses no tienen cobertura de seguro m¨¦dico
La confianza de los ciudadanos en el presidente cae del 66% al 54%
Washington es testigo estos d¨ªas de una batalla verdaderamente ¨¦pica en la que salen a relucir todas las grandezas y miserias del sistema pol¨ªtico estadounidense. El prop¨®sito de la iniciativa de Obama no puede ser m¨¢s noble: dar cobertura sanitaria a los 46 millones de estadounidenses que no tienen y mejorar el servicio para otros muchos millones que reciben, simplemente, un mal suced¨¢neo de atenci¨®n m¨¦dica. Resulta entre escandaloso y absurdo que la mayor potencia del mundo -la misma que ha gastado dos billones de d¨®lares para reflotar la econom¨ªa- no sea capaz de responder a las necesidades sanitarias b¨¢sicas de sus ciudadanos.
Por otro lado, tambi¨¦n es muy justa la preocupaci¨®n de quienes no quieren resolver ese problema a costa de cargar sobre las futuras generaciones una factura que resulte impagable. Acometer los proyectos con sentido de la responsabilidad deber¨ªa ser una premisa elemental para cualquier pol¨ªtico.
Entre esos dos razonables par¨¢metros, la urgencia de la reforma y la necesidad de ajustar su financiaci¨®n, se ha entablado un sangriento duelo pol¨ªtico en el que tanto el presidente como sus opositores saben que est¨¢ en juego gran parte de su destino. La aprobaci¨®n de una digna reforma sanitaria podr¨ªa ser suficiente para otorgar a Obama un puesto estelar en la historia de esta naci¨®n.
Los dem¨®cratas tienen votos m¨¢s que suficientes en la C¨¢mara de Representantes para sacar adelante la ley, y en el Senado disponen de los 60 esca?os que se requieren para impedir cualquier maniobra obstruccionista por parte de la oposici¨®n. En otro pa¨ªs, para el Gobierno esto ser¨ªa pan comido, un mero ejercicio de pulsar el bot¨®n del s¨ª y levantarse a aplaudir.
Pero aqu¨ª el presidente tiene que ganarse los votos de su partido de uno en uno. Ayer se reuni¨® con algunos de los dem¨®cratas m¨¢s reticentes a respaldar la reforma, y lleva d¨ªas recibiendo a congresistas o hablando por tel¨¦fono con ellos en este proceso de tejer un acuerdo.
Hay algunas diferencias sobre la existencia o no de un plan p¨²blico de salud que funcione de forma paralela y alternativa al seguro privado. Pero el conflicto principal tiene que ver con la manera de evitar que una reforma que costar¨¢ entre un bill¨®n y 1,5 billones de d¨®lares no lleve a la quiebra al pa¨ªs.
Puede parecer una misi¨®n imposible. Como es l¨®gico, si se a?aden 46 millones de personas al sistema sanitario y se mejora la atenci¨®n m¨¦dica, el coste total ser¨¢ mayor. De alg¨²n lado tiene que salir ese dinero.
El presidente dice que saldr¨¢ de lo que se ahorrar¨¢ reduciendo las facturas abusivas que ahora mismo pasan los hospitales, recortando el precio de los medicamentos, racionalizando el trabajo de los m¨¦dicos y, quiz¨¢, aumentando los impuestos de quienes ingresen m¨¢s de medio mill¨®n de d¨®lares al a?o. La Casa Blanca asegura que ya tiene el respaldo de aseguradoras, farmac¨¦uticas, hospitales, m¨¦dicos y enfermeros para este plan. Tambi¨¦n tiene el apoyo de algunas empresas -entre ellas Walmart, el mayor empleador privado del pa¨ªs- a su prop¨®sito de hacer obligatorio que los empresarios paguen un seguro a sus trabajadores.
Falta el respaldo del Congreso. Los dem¨®cratas de centro se resisten a la idea de nuevos impuestos y quieren que todos los detalles sobre la financiaci¨®n queden muy claros en la ley para que nadie pueda acusarles -hay elecciones legislativas el a?o que viene- de que su voto sirvi¨® para incrementar el d¨¦ficit nacional. ?sta es la votaci¨®n m¨¢s dif¨ªcil que se celebra en el Capitolio en d¨¦cadas, mucho m¨¢s dif¨ªcil para los congresistas que la guerra de Irak.
Los republicanos, por primera vez en seis meses, sienten que llevan la iniciativa. Han conseguido que el debate se convierta en un debate econ¨®mico, no social. Y han logrado que, en una ¨²ltima encuesta, la confianza de los ciudadanos en el presidente caiga del 66% al 54%.
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