Sax¨®fonos de hierro
Para los barceloneses de anta?o, la m¨²sica americana era el tango, el bolero o la habanera. Pero tras la I Guerra Mundial pas¨® a ser el jazz procedente de Estados Unidos y todos sus ritmos asociados. Barcelona fue uno de los primeros lugares a los que lleg¨® el nuevo sonido y, con el paso del tiempo, se convirti¨® en una de las plazas fuertes de este estilo musical.
Cuando yo era un ni?o, mi abuela, entonces ya muy mayor, decidi¨®, por alg¨²n extra?o motivo, que deb¨ªa ense?arme a bailar el charlest¨®n. A¨²n me parece verla, con sus ojillos brillantes de flapper y una sonrisa picarona bajo su blanca cabellera, cruzando las rodillas y las manos, en un truco ¨®ptico que fing¨ªa una dislocaci¨®n total de los huesos de las piernas. Desgraciadamente, muri¨® antes de que yo aprendiese a bailar nada m¨¢s complicado que el baile de san Vito. No obstante, alguna vez me he topado con un recuerdo de aquella ¨¦poca que tanto cautiv¨® a mi abuela, como el que hoy me gustar¨ªa presentarles.
No s¨¦ si se habr¨¢n fijado nunca. Si se detienen en la calle del Carme, justo en la esquina de la famosa tienda de tejidos El Indio, en la acera de enfrente, sobre la entrada del n¨²mero 23, ver¨¢n una reja de hierro que ostenta un motivo ins¨®lito, mezcla de pieza vintage -algo vetusta y apagada- que en su d¨ªa fue signo de modernidad e incluso de fr¨ªvola coqueter¨ªa.
Las piezas met¨¢licas de este balc¨®n dibujan dos saxofonistas afroamericanos, tocados con la elegancia y la ingenuidad propia de las antiguas vi?etas de los tebeos, que soplan entusiastas sus instrumentos como si la orquesta se hubiera ido -hace ya muchos a?os- y les hubiese dejado all¨ª, ensimismados, viendo pasar la gente y los d¨ªas en una eterna farra petrificada. Algunas noches, al doblar la esquina, en un estado an¨ªmico propicio, las sombras que dibuja la luz de las farolas parecen darles vida y uno cree o¨ªr un eco -desafinado y lejano- de instrumentos de viento. Quiz¨¢ s¨®lo sea el chirrido de una puerta met¨¢lica al cerrarse, pero mi abuela -en mi recuerdo- vuelve a descoyuntar sus huesos en un desenfrenado swing.
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