Profesional
La gente com¨²n tiene muchas fantas¨ªas acerca de nuestro trabajo que es, en realidad, bastante rutinario y no se parece a lo que muestran las pel¨ªculas. Los encargos con los que debutamos en el oficio son, quiz¨¢s, los m¨¢s recordables. Al rev¨¦s de lo que piensan todos, la gente con experiencia rechaza los trabajos inc¨®modos, dif¨ªciles, desagradables. Que caen, como es natural, sobre los pobres principiantes. Siempre se puede encontrar a un muchacho necesitado, dispuesto a matar a un abuelito a garrotazos por cien euros.
Y yo era un inexperto principiante cuando encar¨¦ a mi primer cliente, la se?ora Mercedes de Ulloa. Estaba nervioso. Por supuesto, hab¨ªa matado a otras personas, incluso por la espalda, pero siempre en robos a mano armada o guerra de pandillas. Ten¨ªa una ventaja importante para iniciarme en el oficio: nunca hab¨ªa estado preso.
La se?ora me cit¨® en su casa, de noche. Los clientes odian tratar con nosotros en directo, pero en esta era de las comunicaciones, nada deja menos rastros que una entrevista personal. Era importante que nadie me viera entrar. Me dejar¨ªa la puerta abierta para no estar all¨ª parado tocando el timbre.
La casa estaba llena de fotos que contaban la historia de una pareja. En las fotos, todos parecen felices. Mercedes estaba en su estudio, en penumbras, detr¨¢s de un gran escritorio de nogal. Vieja, hinchada, pintarrajeada, maloliente y sin embargo reconocible: la mujer de las fotos. Todo el ambiente estaba impregnado con ese olor dulz¨®n. No pod¨ªa creer que alguien pagara por oler as¨ª. No perdi¨® tiempo. Ten¨ªa preparado all¨ª mismo, sobre el escritorio, la mitad del dinero.
-Quiero que mate a mi marido. Ahogado en la ba?adera. Ojo por ojo.
La interrump¨ª. Sus motivos me importaban poco.
- Muy bien.-le dije- En los pr¨®ximos d¨ªas...
-Ahora mismo. ?se es el cuarto de ba?o.
Esta mujer est¨¢ loca, pens¨¦. Y adem¨¢s... Matar en la ba?adera es un trabajo sucio, dif¨ªcil. Se toma a la persona de los tobillos y se da un tir¨®n hacia arriba, en¨¦rgicamente. Por lo general (pero nunca se sabe) no tiene de d¨®nde agarrarse y la cabeza se hunde. Eso s¨ª: alguien que se est¨¢ ahogando patalea con fuerza descomunal. Pero por otra parte el hombre era un viejo y yo ten¨ªa el entusiasmo desaprensivo de la juventud. Sin pensarlo demasiado, con los billetes calent¨¢ndome el bolsillo, entr¨¦ al ba?o. A pesar de mis prevenciones, fue sencillo.
Sal¨ª con la ropa bastante mojada. El resto del dinero me esperaba sobre el escritorio. Busqu¨¦ a mi clienta por toda la casa, pero se hab¨ªa ido. Quiz¨¢s para no escuchar los ruidos desagradables que ven¨ªan del cuarto de ba?o.
La muerte del viejo pasaba sin esfuerzo por un accidente. Nada que pudiera interesar a los diarios. Sin embargo, unos d¨ªas despu¨¦s apareci¨® una breve nota en la p¨¢gina de policiales. Un anciano hab¨ªa sufrido un accidente en la ba?adera. Intrigados por su desaparici¨®n, los vecinos alertaron a la polic¨ªa, que encontr¨® el cad¨¢ver en avanzado estado de descomposici¨®n. El hombre era viudo y no ten¨ªa hijos. Ya dec¨ªa yo que la se?ora Mercedes ol¨ªa mal.
Ana Mar¨ªa Shua es escritora, autora de Cazadores de letras (P¨¢ginas de Espuma).
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