Al primero de la fila le guard¨® sitio la secretaria
"?Estoy atacado!". El cacareo hist¨¦rico en los vagones del metro revelaba que algo se estaba cociendo en Madrid, y la marea de gente que sal¨ªa continuamente de la estaci¨®n de Pir¨¢mides lo confirmaba: Madonna estaba en la capital.
M¨¢s de 800 personas pertrechadas de colchonetas, sombrillas y objetos relacionados con la diva esperaban bajo un sol de justicia la apertura de puertas del Estadio Vicente Calder¨®n. "Estoy cumpliendo el sue?o de mi vida", pensaba en alto Rosa, una fan de 46 a?os que no pod¨ªa evitar la carcajada nerviosa cada vez que hablaba. Al principio de la cola, que a media tarde ya rodeaba la mitad del estadio, un n¨²mero uno pintado a conciencia en una mano marcaba al primero de la fila: Jos¨¦.
Este empresario de la noche de 37 a?os, que ven¨ªa de ver a Madonna en Barcelona, fue el primero en llegar. "Bueno, yo no, mi secretaria, que la mand¨¦ con la ¨²nica labor de procurarle el primer puesto a su jefe", confes¨®. Y fue eficiente, porque la secretaria, que all¨ª estaba refugiada bajo una enorme sombrilla amarilla, llevaba en guardia desde las siete de la ma?ana del mi¨¦rcoles. "Nunca hab¨ªa hecho nada parecido pero estoy encantada con la experiencia", contaba orgullosa.
"Es un espect¨¢culo ¨²nico, una estrella ¨²nica... y ?est¨¢ viva! ?Hay que aprovecharlo!", dec¨ªa Adriano, que como tantos otros se inquietaba ante un posible y tr¨¢gico final como el de Michael Jackson... "?No se va a morir nunca!", reivindicaba un Carlos nost¨¢lgico por la Madonna de los ochenta.
Paciencia, buen humor y frases como "fan, no; lo siguiente" fueron las claves de las horas previas al conciertazo de una "leyenda viva".
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