Por sus maletas...
...los conocer¨¦is. Estos gloriosos d¨ªas para los aeropuertos invitan a sentarse y ver pasar historias. Me encanta ver a la gente empujando sus maletas, como hormigas acarreando su almacenaje. ?Lo que no habr¨¢ dentro de ellas! ?Qui¨¦n no ha so?ado con meterse en una para escaparse, o incluso se ofrecer¨ªa como porteador con tal de seguir a la maleta all¨¢ donde fuere?
Es el s¨ªmbolo del viaje. Y lo curioso es que en toda maleta que se precie, da igual lo cargada o vac¨ªa que est¨¦, siempre falta algo, o sobra mucho. No hay tu t¨ªa. La misma humana inconsistencia vital se refleja en las maletas. ?Qui¨¦n no se ha encontrado con que en su interior hab¨ªa tres pares de sujetadores y ninguna braga, o se ha visto en el trance de que llega de pronto un fr¨ªo que pela y en la maleta no hallas nada m¨¢s que un jerseicillo rid¨ªculo y unas chancletas? En esto tengo una amiga, sabia donde las haya, que siempre lleva chubasquero y botas, sea agosto en el Mediterr¨¢neo o enero en Buenos Aires; y si toca ba?arse, una braguita mona y punto pelota.
Es el s¨ªmbolo del viaje, y, por muy cargada o vac¨ªa que est¨¦, siempre falta algo, o sobra mucho
Aunque tambi¨¦n est¨¢n los que usan el sistema de poca maleta y mucha Visa. O sea, "Visa o muerte". El que puede, puede, claro, pero no tiene ni la mitad de gracia.
Todo el mundo tiene su maleta, lo mismo que tiene su lugar en el mundo. Hace d¨ªas llegu¨¦ empujando la m¨ªa a una gran ciudad donde viv¨ª hace unos a?os, una ciudad llena de h¨¢msteres humanos que corren sin parar. Nada m¨¢s llegar, un hombre sentado en el suelo con su maleta-carrito-de-la-compra me saluda como si fuera la mism¨ªsima reina de Inglaterra. Una calle m¨¢s abajo, un grupo de bomberos con un despliegue espectacular apaga un fuego. Al d¨ªa siguiente una amiga nos invita a un pic-nic que un grupo de comunistas organiza en el parque. De noche, otro amigo nos lleva a la azotea de su lugar de trabajo para charlar un rato, un almac¨¦n destartalado por fuera y un impresionante estudio por dentro. Paso por la librer¨ªa anarquista de toda la vida. En el metro, un joven que no ha podido frenar su impulso al o¨ªr, supongo, su canci¨®n favorita en el iPod, nos regala un baile impresionante. Tertulia en un jard¨ªn en el piso 29. Una monta?a de japoneses saca fotos. Un hombre alto sonr¨ªe cuando lo pillan por llevar algo de una tienda. Veo a una joven tumbada en biquini en un parque. Y una se?ora que se ha olvidado contar todos los a?os que tiene intenta subir pausadamente en un autob¨²s para ir a la ¨®pera.
Vamos a cenar a casa de una amiga, algo improvisado, y termina siendo una reuni¨®n de un mont¨®n de amigos, donde se apunta hasta el vecino, un periodista ingl¨¦s reci¨¦n llegado de Siria. La noche se alarga.
Intento cerrar la maleta y no puedo. Hay mucho m¨¢s que cuando llegu¨¦. Siempre pasa lo mismo.
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