Africanos al rescate de la pesca
El desapego de los j¨®venes por la mar se ve compensado por la llegada de los 'arrantzales' senegaleses en Hondarribia - Suponen el 20% de su flota de bajura
Es jueves, son las dos de la madrugada. Despu¨¦s de varios d¨ªas a la caza de bonito y at¨²n rojo en el Golfo de Vizcaya, Gorgui no quiere que las preguntas del periodista le distraigan demasiado mientras tensa los m¨²sculos descargando unos majestuosos ejemplares de at¨²n rojo que despu¨¦s se vender¨¢n a unos 30 euros cada pieza. Tiene que colocar 18 ejemplares en cada cesta, que despu¨¦s es llevada a la lonja para ser ba?ada en hielo picado. Senegal¨¦s de 32 a?os, es uno de los cerca de 40 arrantzales de este pa¨ªs que trabajan en la flota de bajura en Hondarribia. Su llegada compens¨® el efecto causado por la apertura de varias f¨¢bricas en Ir¨²n a comienzos de la d¨¦cada: los j¨®venes locales renunciaron a trabajar en la mar y se decantaron entonces por un trabajo en tierra, con horarios m¨¢s rutinarios y menos sometido al azar de la pesca.
Ganan cinco veces m¨¢s aqu¨ª que en su pa¨ªs por el mismo oficio
Gorgui se est¨¢ construyendo una casa por 50.000 euros en Dakar
Personas como Gorgui o su hermano Mamadou han tomado el relevo en lo que el alcalde de Hondarribia, Aitor Kerejeta, denomin¨® como un proceso migratorio ejemplar. Ondarroa, Orio y Getaria tambi¨¦n cuentan con una nutrida representaci¨®n senegalesa entre sus arrantzales. "Los j¨®venes ya no quieren trabajar en la mar", se lamenta el secretario de la cofrad¨ªa del municipio, Andr¨¦s Olascoaga. Cerca de un 20% de la tripulaci¨®n de la flota en Hondarribia ya es de origen senegal¨¦s, a?ade el arrantzale. "Tambi¨¦n los peruanos han ido a m¨¢s", a?ade.
"?C¨®mo llegu¨¦ aqu¨ª? Pues un primo que estaba en Ondarroa me ayud¨® a conseguir un contrato y aqu¨ª estoy", explica Gorgui. ?l, a su vez, se trajo hace cinco a?os a su hermano Mamadou, de 25. Ambos proceden de una familia de pescadores de las islas del delta de Saloum. All¨ª aprendieron un oficio con el que en Hondarribia ganan, de media, cinco veces m¨¢s que en sus pa¨ªses de origen. En Senegal el sueldo promedio est¨¢ alrededor de 300 euros. En Euskadi, los arrantzales como ellos se llevan unos 1.500 euros de media mensuales.
"Si pudiera, me tra¨ªa otros diez", dice bromeando Pedro, segundo de a bordo en el Attona Domingo, que emplea a los dos hermanos y a Samara, otro senegal¨¦s de 31 a?os. "Funcionan muy bien y conocen el oficio. Es lo esencial", remata.
Aunque varios de los senegaleses de Hondarribia se han tra¨ªdo a la familia con ellos, la mayor¨ªa se tiene que conformar con una foto de su mujer o de su hijo en la cartera. Su historia es la de un duro desarraigo: entre febrero y noviembre, s¨®lo se relacionan con sus allegados por tel¨¦fono. Los tres meses de descanso suelen pasarlos en su pa¨ªs de origen a cuerpo de rey. En parte, se sienten afortunados al ver que muchos de sus compatriotas, que llegaron a Espa?a en busca del mismo sue?o y con las mismas ganas de salir adelante, se ven atrapados por la maldici¨®n de la falta de papeles, de la que les costar¨¢ mucho salir.
"S¨ª, es verdad que all¨ª la gente nos ve un poco como h¨¦roes. Pero esto cuesta. En Senegal no tienen ni idea de lo duro que es este trabajo. Y s¨ª, lo de la pesca sigue cuesta abajo. Cada vez pescamos menos", a?ade Gorgui. Sus compatriotas en Senegal s¨®lo ven la parte amable del proceso migratorio: el regreso a casa, los tres meses de descanso, los abrazos con la familia, la capacidad econ¨®mica para sacar adelante a los suyos -Gorgui, por ejemplo, se est¨¢ construyendo una casa en la capital, Dakar. Le saldr¨¢ por unos 50.000 euros-. Samara lamenta sobre todo no ver crecer cada d¨ªa a su hijo Barkaham, de siete a?os. "Extra?o a mi esposa. Me gustar¨ªa traerles aqu¨ª, pero los papeleos son muy complicados, Piden demasiadas cosas", explica. Gorgui tambi¨¦n echa de menos a su mujer. "De momento, es lo que hay".
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