Una odisea del espacio
Eumir Deodato apost¨® por su repertorio de jazz en el festival Pirineos Sur
Los acordes del impactante arreglo que el teclista Eumir Deodato hizo para As¨ª hablaba Zaratustra sonaron a orillas del embalse oscense de Lanuza. En 1971, cuando Deodato grab¨® su millonaria versi¨®n de la obra de Richard Strauss, estaban muy presentes en las retinas las escenas de los simios de la famosa pel¨ªcula de Kubrick. En Pirineos Sur el brasile?o se dej¨® de rapsodias (Gershwin) y pavanas (Ravel) para apostar por su repertorio de jazz pop bailable de los setenta tan apreciado por los djs. Desde 2001, a?o en que regres¨® a los escenarios, en un concierto a beneficio de la polic¨ªa y los bomberos de Nueva York, quien ha escrito arreglos para Sinatra, Roberta Flack, Kool & The Gang o Bj?rk, s¨®lo se presenta ya en contadas y escogidas ocasiones.
La cita musical tuvo como hilo conductor 'El Atl¨¢ntico negro'
Programa doble el viernes por la noche con la presencia tambi¨¦n de la principal embajadora del fado. Ante el magnetismo esc¨¦nico de Mariza, que contin¨²a de gira por el mundo con las canciones del disco Terra, s¨®lo cabe rendirse. Es muy grande esta portuguesa. Si alguien no se emociona, cuando ella se deja jirones de alma cantando ? gente da minha terra, deber¨ªa hac¨¦rselo mirar. La baja temperatura volvi¨® a jugar una vez m¨¢s en contra de una actuaci¨®n en Pirineos Sur: no hay quien se entregue a fondo con el cuerpo tembloroso. Mariza sali¨® del escenario con las manos heladas. Y cuando baj¨® de su habitaci¨®n al d¨ªa siguiente a desayunar estaba casi af¨®nica. "Nunca me hab¨ªa levantado con la voz as¨ª", repet¨ªa preocupada.
Pirineos Sur ya es mayor de edad: el festival ha cumplido este mes 18 a?os. Naci¨® un 10 de julio que, como recuerda su director, amaneci¨® lluvioso y con la tarima flotante recibiendo a¨²n los ¨²ltimos toques. Ahora el recinto se ha desplazado unos cientos de metros y se ha invertido en mejorar la infraestructura. Esta edici¨®n tuvo como hilo conductor musical El Atl¨¢ntico negro, concepto acu?ado por el soci¨®logo ingl¨¦s Paul Gilroy, que aborda el cruel comercio de esclavos africanos como un elemento clave del desarrollo cultural en las Am¨¦ricas y, de paso, en Europa. La existencia, en definitiva, de un gran espacio transfronterizo de expresi¨®n simb¨®lica.
La noche anterior fue cubana. Omara Portuondo -la de las l¨¢grimas recogidas por Wim Wenders- es asidua. Tres veces recordaba haber estado ya en el festival: con Compay Segundo, Eliades Ochoa y Buena Vista Social Club. Cant¨® boleros como Dos gardenias y, a d¨²o con su nieta de diez a?os, Cachita, esa simp¨¢tica canci¨®n de la d¨¦cada de los cincuenta del Cuarteto D' Aida. La arropa una solvente banda -m¨²sicos cubanos con hechuras de jazz- que dirige el guitarrista brasile?o Swami Jr.
Pablo Milan¨¦s por su parte se present¨® con ese tr¨ªo que forma hace a?os con Miguel N¨²?ez y Dagoberto Gonz¨¢lez. Sus dos fieles escuderos crean una c¨®moda, probablemente demasiado c¨®moda, base orquestal electr¨®nica, sobre la cual se mece la voz de un trovador que parece desganado. Hubo material de discos como D¨ªas de gloria o Regalo, y cl¨¢sicos como A?os, Para vivir o El breve espacio, pero le pasa al de Bayamo lo que a muchos cuyas canciones forman parte de nuestra memoria afectiva: las nuevas saben a poco.
Es Milan¨¦s hombre de afectos duraderos. All¨ª estaba, en la direcci¨®n esc¨¦nica y pendiente de todos los detalles, ese personaje habanero que siempre ha proclamado su homosexualidad con entereza y dignidad, y del que V¨¢zquez Montalb¨¢n se plante¨® inspirarse para una novela. Cab¨ªa esperar que los dos cubanos le regalaran al p¨²blico alguna canci¨®n juntos, pero no. S¨®lo se saludaron y estuvieron conversando en el camerino. Quiz¨¢ falt¨® ese feeling que tampoco al parecer sent¨ªa Guardiola por Eto'o.
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