'Un uomo solo al comando'
Seis estampas del doble Tour victorioso y en soledad de Contador, en los pasillos y en la carretera, pese a los problemas en su equipo
Un periodista italiano le pregunta a Alberto Contador si en alg¨²n momento ha pensado que Johan Bruyneel, el director del Astana, habr¨ªa preferido que fuera Lance Armstrong quien ganara el Tour. El chico de Pinto sonri¨® un buen rato, pura iron¨ªa, y contest¨® con los ojos brillantes. "Buena pregunta", responde. "Pero quiz¨¢s deber¨ªas hac¨¦rsela a Johan en vez de a m¨ª. Yo he ganado y es lo que cuenta". Contador ha ganado lo que ¨¦l ha definido como "un doble Tour, el del hotel y el de la carretera", desde la soledad ansiada del escalador que s¨®lo piensa en volar libre, desde la soledad, casi marginaci¨®n en su equipo, en que toda la vida giraba en torno a Armstrong. A nadie como ¨¦l, pues, le cuadra mejor la ¨¦gloga que dedic¨® el comentarista de la RAI a Fausto Coppi hace 60 a?os, en la etapa reina del Giro del 49: "Un uomo solo al comando...". Un hombre solo al mando de un "Tour mental y f¨ªsico".
Contador: "El d¨ªa despu¨¦s de Arcal¨ªs fue, psicol¨®gicamente, el peor del Tour"
El espa?ol tuvo que descender del Mont Ventoux en el coche de su hermano
En seis estampas, en la carretera y en las cocinas del equipo, se puede repasar su historia de soledad y libertad en el Tour de 2009, su segundo Tour.
1. Abanicos en la Camarga
"La t¨¢ctica pasaba por no coger el amarillo demasiado pronto para no quemar al equipo", dice Bruyneel. "Si yo hubiera cogido el maillot", a?ade Armstrong, "no lo habr¨ªamos soltado. Lo habr¨ªamos defendido". La consecuci¨®n del maillot amarillo en la primera semana era prioritario para la estrategia de Armstrong, que pasaba por paralizar cualquier iniciativa de Contador estableciendo su propia jerarqu¨ªa en el equipo. Despu¨¦s de conocer sus l¨ªmites, y el ilimitado talento de Contador, en la contrarreloj de M¨®naco (22s a favor del espa?ol), el tejano encuentra su oportunidad en una rotonda y un cambio de viento en las marismas de la Camarga, abiertas al Mediterr¨¢neo.
"Yo iba justo detr¨¢s de Alberto en ese momento", cuenta Rojas, sprinter murciano del Caisse d'?pargne. "?l iba a rueda de Paulinho, quien a su vez estaba de tr¨¢s de Zubeldia. Viendo eso, no me preocup¨¦ cuando vi que Paulinho se abr¨ªa y se quedaba cortado Alberto. Pens¨¦ que los de adelante no ir¨ªan muy lejos en esas circunstancias y que con un sprint enlazar¨ªa en todo caso, pero al salir de la curva vi que estaban lej¨ªsimos, que dejaban tirado a Alberto".
Despu¨¦s de contemporizar a la rueda de sus amigos del Columbia, y aunque en el grupo delantero marchara el l¨ªder, Cancellara, Armstrong hace tirar en el abanico a Zubeldia y Popovich. La diferencia en meta, m¨¢s all¨¢ de los 41s que permiten a Armstrong recuperar el liderato en el equipo, le da argumentos al tejano para machacar a Contador en su twitter, con el mismo estilo en que lo hizo durante la Par¨ªs-Niza, criticando su falta de cabeza y sus lagunas t¨¢cticas, su falta de respeto al boss.
Al tir¨®n de orejas p¨²blico -"un ganador de siete Tours sabe de qu¨¦ va la cosa", le recuerda- Armstrong suma dos d¨ªas despu¨¦s, con el interludio de la contrarreloj por equipos en la que el Astana destroza el Tour en la que el tejano se queda a cent¨¦simas del amarillo, un castigo ejemplar, dej¨¢ndole rodar a cola de pelot¨®n, azotado por el viento costero camino de Perpi?¨¢n, sin ning¨²n equipier, ni siquiera su fiel Paulinho, con ¨¦l. "Me dio pena ver c¨®mo le trataban", dijo el campe¨®n belga Tom Boonen. "Intentaban doblegarlo". Pero Contador, un "testarudo", en palabras de Armstrong, ten¨ªa ideas propias, como demostr¨® en Arcal¨ªs.
2. La frustraci¨®n de Arcal¨ªs
Contador, tan concentrado como estaba entonces en morderse la lengua para no entrar en las provocaciones calculadas de Armstrong, lleg¨® a morderse las piernas m¨¢s de lo que pretend¨ªa en la primera llegada en alto, en Andorra, donde ten¨ªa previsto atacar a falta de cinco kil¨®metros para alcanzar el maillot amarillo, contrariando los deseos de Bruyneel, quien no quer¨ªa descubrir demasiado pronto a Armstrong.
Sin embargo, dud¨®. El viento soplaba demasiado fuerte de cara, lo que fren¨® los ataques que esperaba se produjeran por parte de Evans, Sastre y los hermanos Schleck, los derrotados de la contrarreloj. No quer¨ªa ser el primero, que habr¨ªa sido demasiado feo. Finalmente se movi¨® Evans y s¨®lo quedaban dos kil¨®metros cuando se movi¨® el de Pinto. Poco espacio para alcanzar el liderato -se qued¨® a 6s de Nocentini, fugado de primera hora-, tambi¨¦n para alejar a Armstrong, al que super¨® en la general por s¨®lo 2s. "El d¨ªa siguiente a Arcal¨ªs fue psicol¨®gicamente el peor de este Tour", reconoci¨® finalmente Contador, sobre quien arreciaron las cr¨ªticas por parte del d¨²o Bruyneel-Armstrong. "Yo siempre he obedecido las consignas del equipo", empez¨® a repetir Armstrong. "Y he ganado siete Tours". A partir de ese momento, dej¨® de considerar al espa?ol miembro del equipo, empez¨® a actuar como si simplemente no existiera.
Contador se qued¨® sin defensa, si al menos hubiera atacado de lejos y conquistado el liderato... Desde entonces se refugi¨® m¨¢s a¨²n en su peque?o grupo de apoyo, su mec¨¢nico, su masajista, Paulinho, su hermano-m¨¢nager-consuelo, su jefe de prensa. Mientras los partidarios de Armstrong en el equipo no dudaban en mostrar sus sentimientos, el resto del personal, los independientes, los imparciales, los que s¨®lo pensaban en el bien de todo el equipo, se ve¨ªa obligado a un equilibrio imposible. Deb¨ªan medir sus gestos de alegr¨ªa o desagrado por las acciones de uno u otro, no fuera que se les malinterpretara, pues los orgullos de los campeones son muy susceptibles; tambi¨¦n ten¨ªan que calcular las horas que vest¨ªan las diferentes camisetas del equipo, la azul Astana, la negra Trek... Todo por no encender m¨¢s fuegos, ya que no se pod¨ªa apagar el incendio.
3. En ingl¨¦s, no
Desde el principio, Contador decidi¨® ofrecer sus ruedas de prensa en espa?ol con traducci¨®n al franc¨¦s. El ingl¨¦s quedaba fuera de sus comparecencias. Muchos lo entendieron como una demarcaci¨®n territorial, como una respuesta al poder¨ªo de Armstrong en la prensa anglosajona. Bruyneel siempre pens¨® que era mejor que se expresara en su lengua aut¨®ctona aunque reconoc¨ªa que "Contador habla un ingl¨¦s mejor de lo que la gente cree". Lo cierto es que la decisi¨®n escond¨ªa un mensaje a Armstrong en su particular guerra de nervios. A muchos periodistas tambi¨¦n les sorprendi¨® la ausencia del m¨¢nager Bruyneel en las ruedas de prensa de Contador. Su director s¨®lo acudi¨® a la primera en M¨®naco. Luego prefiero retirarse del foco: "Si no todas las preguntas me llegan a m¨ª y no se trata de restar protagonismo a nadie".
Para otros, sin embargo, m¨¢s parec¨ªa que Bruyneel quisiera desentenderse y aislar a Contador. Lo cierto es que cada cual llev¨® su propia agenda de comunicaci¨®n. De hecho, la tercera semana, la de la gloria de Contador, estuvo trufada de noticias de Armstrong. Primero, las cr¨ªticas en el twitter, luego la entrevista a unos pocos medios y finalmente el anuncio de su nuevo esponsor. Derrotado en la carretera, Armstrong se volc¨® en la batalla de la imagen. Siempre en ingl¨¦s.
4. Armstrong le 'roba' el coche
Por si ten¨ªa alguna duda, la contrarreloj de Annecy se la despej¨® de un plumazo. Contador hizo su ritual de entrenamiento, su calentamiento y, cuando solicit¨® un coche para desplazarse a la l¨ªnea de salida, se encontr¨® con que no hab¨ªa ninguno disponible. Todos los hab¨ªa utilizado Armstrong para que fueran a recibir a su familia y amigos que ese d¨ªa llegaban a Francia. Contador, el l¨ªder del Tour, tuvo que desplazarse del hotel a Annecy en el coche de su hermano Fran mientras la troupe de Armstrong ten¨ªa los coches del Astana esper¨¢ndoles en su destino. La guerra psicol¨®gica alcanz¨® ah¨ª su momento de guerrilla, su aire pendenciero, no exento de infantilismo, y la consumaci¨®n de la expulsi¨®n virtual de Contador de aquel entorno en el que ya dominaba Armstrong, que el d¨ªa anterior hab¨ªa anunciado su nuevo equipo.
El coche se convirti¨® en el icono del desencuentro. En el Mont Ventoux, Contador, el ¨²ltimo en bajar por sus compromisos protocolarios, tuvo que descender de nuevo en el coche de su hermano Fran, acompa?ado por su novia Macarena. Se dirig¨ªa a la sala de prensa para el obligado contacto con los medios de comunicaci¨®n, que exig¨ªa su condici¨®n de l¨ªder de la carrera. Era el peor momento, cuando m¨¢s espectadores bajaban andando por la carretera. A punto estuvo de ser golpeado por otro coche, sin peligro alguno, pero sorprend¨ªa ver al l¨ªder tan desprotegido en aquella mara?a de coches, personas y bicicletas. El coche, otra vez el coche en el camino de Contador.
5. El desayuno m¨¢s amargo
Lance Armstrong, embutido en su chubasquero, gorro calado, baja a desayunar al hotel del Astana. Se encuentra la mesa vac¨ªa y se sienta en una esquina. A rengl¨®n seguido llega Alberto Contador y se sienta al otro lado de la mesa. No hay palabras entre ellos, ni una mirada, ni un gesto. Luego, llegan los dem¨¢s. El ambiente es tenso. Es el d¨ªa despu¨¦s de la etapa que acab¨® en Le Grand Bornand, la del ataque de Contador a los Schleck que descolg¨® a Andreas Kl?den. Era el peor momento de Contador, algo as¨ª como la noche de los cuchillos largos por un error de c¨¢lculo. El twitter de Armstrong echaba humo. El tejano dec¨ªa que prefer¨ªa morderse la lengua, Leipheimer, desde la distancia, acusaba al espa?ol de haber sacado del podio al alem¨¢n, Bruyneel desment¨ªa las argumentaciones de su l¨ªder para explicar el equivocado ataque.
El pesado mundo del Astana se cay¨® ese d¨ªa encima de Contador. Ah¨ª se rompieron los delgados hilos que a¨²n le cos¨ªan al equipo. Y ah¨ª dijo basta Armstrong para dejar fuera al chico que le romp¨ªa los planes de presente y de futuro. Probablemente, ese d¨ªa Contador se qued¨® sin equipo moral y escuch¨® m¨¢s que nunca los sonidos del silencio. La vida nunca fue f¨¢cil para Contador en el Astana, pero el 22 de julio experiment¨® la guerra absoluta, la sensaci¨®n de estar fuera de su presunta casa.
Ese d¨ªa, Armstrong decidi¨® que el muchacho hab¨ªa llegado hasta ah¨ª. Contador prefiri¨® callar tras lamentar que su buen escudero sucumbiera a su furia. Armstrong y Bruyneel trabajaban ya en la b¨²squeda de otro equipo en el que Contador ya no estar¨ªa.
6. Agua en el Ventoux, champa?a en el hotel
Una escena equ¨ªvoca a mitad de la ascensi¨®n al Ventoux dej¨® en muchos aficionados con memoria la impresi¨®n de que, a diferencia de Bartali o Coppi -nunca se sabr¨¢ qui¨¦n ofreci¨® agua a qui¨¦n en la imagen que simboliza la divisi¨®n de la sociedad italiana y del ciclismo en los a?os 50 entre sus dos ¨ªdolos-, Contador se negaba a aceptar la cortes¨ªa de Armstrong, que le ofrec¨ªa un bid¨®n de agua con los colores del Caisse d'?pargne. La imagen aislada enga?aba. Faltaba el plano anterior. "Yo iba en fuga y me acaba de alcanzar el grupo de Contador y Armstrong. Iba por la izquierda de la carretera y cuando me alcanz¨® Contador, que iba por el centro, le ofrec¨ª mi bid¨®n, porque vi que ¨¦l no ten¨ªa agua y soy su amigo", cuenta el c¨¢ntabro Iv¨¢n Guti¨¦rrez, el n¨²mero uno en fugas (581 kil¨®metros escapado, sin recompensa). "Pero fue alargar el brazo con el agua, cuando Armstrong, que iba un poco m¨¢s retrasado, por el centro, lo cogi¨® al vuelo y se adelant¨® a Alberto. Despu¨¦s de beber se lo ofreci¨® a Alberto, pero ¨¦ste pas¨®. Y ya se lo iba a quedar cuando le record¨¦ que era m¨ªo, que me lo devolviera".
El detalle refleja el sentido patrimonial con que el ganador de siete Tours consideraba no s¨®lo su relaci¨®n con su equipo, sino con todo el pelot¨®n. Tambi¨¦n era Armstrong quien decid¨ªa cu¨¢ndo hab¨ªa que brindar con champa?a para celebrar los triunfos del equipo: s¨ª, en medio de gran j¨²bilo y aplausos de los suyos, el d¨ªa del abanico, la noche de la contrarreloj por equipos; y no, sino frialdad, cuando Contador conquist¨® el maillot amarillo en Verbier o gan¨® la contrarreloj de Annecy. "Un funeral para celebrar el amarillo", resumi¨® un miembro de otro equipo. Due?o de su copa de champa?a, en el tradicional brindis al comienzo de la etapa de Par¨ªs cada a?o, Contador la choc¨® con casi todos sus compa?eros, pero no con Armstrong.
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