Arditti y Casablancas, camino de perfecci¨®n
El cuarteto que lidera el violinista Irvine Arditti es una referencia en la interpretaci¨®n de los cl¨¢sicos del siglo XX y la m¨²sica contempor¨¢nea. Llevan tres d¨¦cadas paseando su pasi¨®n por la creaci¨®n actual, ¨¢rido repertorio que no suele gozar del favor del p¨²blico, pero que defienden con absoluta maestr¨ªa. Arditti es garant¨ªa de calidad y que anteanoche se impuso en el concierto que ofrecieron en la iglesia de Torroella de Montgr¨ª (Baix Empord¨¤).
No hab¨ªa concesiones en un bien perfilado programa que abrieron con el Beethoven m¨¢s visionario, capaz de condensar en la crepuscular Gran Fuga, op. 133 su sublime pensamiento musical y, de paso, abrir ventanas a la m¨²sica del futuro. Los Arditti lo tocaron con rigor, pero les qued¨® fr¨ªo y cerebral: no es su repertorio habitual y se nota.
El nivel de calidad en su ejecuci¨®n alcanz¨® la excelencia en el estreno del Cuarteto n¨²m. 3 del compositor catal¨¢n Benet Casablancas (Sabadell, 1956), escrito a petici¨®n de Arditti. La escritura s¨®lida y limpia de Casablancas revela la imaginaci¨®n y la madurez de un compositor due?o de admirables recursos que ha depurado su lenguaje en un camino de perfecci¨®n que no admite median¨ªas. No es m¨²sica de acceso f¨¢cil pero su atenta escucha revela el talento de un m¨²sico que, por delante de la exhibici¨®n de recursos, seduce con sutiles contrastes, sentido dram¨¢tico y hondo lirismo. Lo exige todo a nivel t¨¦cnico y su compleja escritura puede poner al descubierto con crudeza cualquier carencia interpretativa. No fue el caso: los Arditti lo tocaron fabulosamente (el joven viola Ralf Ehler se revel¨® como un instrumentista fuera de serie) y dejaron bien clara su familiaridad con el lenguaje de Casablancas, cuyas obras forman parte de su repertorio. Tambi¨¦n se not¨® el rodaje previo: el cuarteto ha grabado estos d¨ªas en Torroella la integral de los cuartetos del compositor catal¨¢n (Fundaci¨®n Autor).
Tras el estreno, recibido con c¨¢lidos aplausos, los Arditti tocaron dos obras maestras: el Cuarteto n¨²m. 3 de B¨¦la Bart¨®k, y el Cuarteto en fa mayor, de Maurice Ravel. Los Arditti jugaron con la constante ambig¨¹edad tonal de la pieza de Bart¨®k (con sus m¨¢gicos glissandos) y desplegaron en la bell¨ªsima p¨¢gina de Ravel un sentido del ritmo, una calidez expresiva y una variedad de colores deslumbrante.
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