Abrazos sin oso
Ha suscitado cierta perplejidad el reciente encuentro del lehendakari Patxi L¨®pez con el presidente c¨¢ntabro Miguel ?ngel Revilla. Eran de ver los arrumacos, las roncer¨ªas, los embelecos. Ante semejantes ternezas, que la prensa reflej¨® con singular fidelidad, parec¨ªa que L¨®pez y Revilla estaban en un tris de fugarse juntos, cosa que algunos llegamos a temer, inquietos por el buen fin de la cosa p¨²blica.
El inesperado idilio de las instituciones vasco-cant¨¢bricas (sin que la expresi¨®n nos remita a la tesis doctoral de profesor alguno) tiene un punto enojoso. Revilla es un personaje pintoresco. Antes del encuentro declaraba que este lehendakari le gustaba y por eso le recib¨ªa, cosa que jam¨¢s hizo ni quiso hacer con su predecesor. La postura acarrea derivaciones inc¨®modas. Las relaciones de Euskadi y Cantabria ?dependen de que a Revilla le guste o no el lehendakari? ?Qu¨¦ hedor exudaba Ibarretxe que torna aroma en Patxi L¨®pez? O todav¨ªa peor: si dentro de unos a?os, Dios sabe cu¨¢ntos, los vascos vuelven a elegir, en asamblea, un lehendakari abertzale, ?qu¨¦ har¨¢ Revilla? ?se negar¨¢ a pegar al ¨¢rbol de Gernika sus belfos, su mostacho, su mejilla adhesiva?
Se habla de dignidad institucional. L¨®pez deber¨ªa perfilar este concepto. Ning¨²n lehendakari debe prestarse a teatrales agasajos por parte de personajes a los que queda grande su poltrona regional. Que Revilla tenga el cuajo de afirmar que se re¨²ne con un lehendakari porque le gusta, y que no lo hizo con otro por lo contrario es un insulto a las instituciones vascas. Revilla, tras un atentado etarra, se?al¨® al lehendakari Ibarretxe como responsable, en ¨²ltima instancia, de la violencia pol¨ªtica. Pues la mejor respuesta de su continuador habr¨ªa sido mantener la distancia decretada a las instituciones vascas: si a Revilla le resultaba antes molesta la voluntad del pueblo vasco, tambi¨¦n ahora el lehendakari, por dignidad, deber¨ªa negarse a modificar el statu quo impuesto precisamente desde all¨¢. Y si resultaba necesario firmar alg¨²n convenio, por favor, antes el correo interno que semejante testimonio gr¨¢fico, plagado de encendidos tocamientos. Si no es por nosotros, que al menos sea por los ni?os.
Miguel ?ngel Revilla calific¨® a Patxi L¨®pez de imprescindible. En Amanece que no es poco, un individuo se pasaba la pel¨ªcula gritando a su ped¨¢neo: "?Alcalde, alcalde! ?Nosotros somos contingentes! ?S¨®lo t¨² eres necesario!". El elogio de Revilla al lehendakari, llam¨¢ndolo "imprescindible" tiene un aire casposo, un tufillo a televisi¨®n en UHF, a casino mesetario, a caudillaje de tercera, a principio fundamental del movimiento.
Cuidado deber¨ªa tener L¨®pez en prestarse a semejantes estrujones, impropios, por lo dem¨¢s, en un hombre casado. La pol¨ªtica est¨¢ plagada de abrazos ¨²rsidos, cierto, pero tambi¨¦n de abrazos de ardilla, de comadreja, incluso de rat¨®n de campo.
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