Recuerdos de Benidorm desde las salas de un museo
Dos exposiciones elevan el 'kitsch' del 'souvenir' estival a la categor¨ªa de arte
"Un senegal¨¦s en Florencia vende a turistas alemanes souvenirs etruscos fabricados en Hong Kong". El antrop¨®logo Duccio Canestrini tiene esa visi¨®n de los recuerdos de viaje actuales. Para ¨¦l han dejado de ser recuerdos. Como mercanc¨ªa, sin embargo, son objetos extremadamente simb¨®licos capaces de reducir la complejidad de un lugar a un icono identificable.
Al margen de d¨®nde hayan sido fabricados, los souvenirs prueban nuestros viajes, materializan nuestras experiencias y, finalmente, acaban por hacinarse en nuestros hogares. Adem¨¢s, Fernando Est¨¦vez, Mayte Henriquez y Mariano de Santa Ana sostienen que hoy ese objeto dice m¨¢s sobre el turista que sobre la cultura del lugar al que representa. Comisarios de la muestra Souvenir, souvenir: la colecci¨®n de (los) turistas, que puede verse en la Fundaci¨®n C¨¦sar Manrique de Lanzarote, aseguran que con el recuerdo "el turista satisface su demanda, no de la cultura que visita sino de ¨¦sta como ¨¦l la percibe". As¨ª, aunque terminen por venderse en las tiendas de todo a cien del barrio y aunque fueran fabricados a miles de kil¨®metros de distancia de donde los compramos, siguen triunfando en el turismo de alta velocidad. ?Qu¨¦ se esconde detr¨¢s de esos objetos simb¨®licos y banales?
Sirven para demostrar los viajes... antes de hacinarse en las casas
Su nacimiento se remonta a los peregrinajes, con sus reliquias de santos
El souvenir tiene una condici¨®n dual y parad¨®jica. Por un lado es un gasto in¨²til. Por otro, atesora algo irrepetible que queremos recordar. Habitualmente un objeto vulgar, sirve de puente entre la alta cultura -una pir¨¢mide, una estatua de Miguel ?ngel- y la baja que ellos mismos representan. Fascinado por un objeto tan enigm¨¢tico y escurridizo, el dise?ador Oscar Guayabero ha ideado la exposici¨®n Efecto souvenir: fetiches de viaje m¨¢s all¨¢ de los t¨®picos en el Design Hub de Barcelona.
Se pregunta Guayabero: ?por qu¨¦, en Londres, por ejemplo, es m¨¢s memorable el Big Ben que la catedral de San Pablo? ?Por qu¨¦ la pizza triunfa por el mundo y no lo hace la empanada gallega? ?Y por qu¨¦ los sombreros mexicanos -en franca decadencia- se han convertido en un souvenir de Barcelona sin ning¨²n v¨ªnculo real con la ciudad?
Es dif¨ªcil dar con una respuesta porque cada objeto contiene una historia. As¨ª, sucede que cuando observamos una torre Eiffel de pl¨¢stico dejamos de mirar una figurilla grotesca para ver, en realidad, Par¨ªs, Francia entera.
La costumbre de este objeto se remonta en el tiempo. Hasta los pueblos n¨®madas de la antig¨¹edad trasladaban recuerdos tangibles de los lugares en los que acampaban temporalmente. El souvenir se remonta a los viajes religiosos que se hac¨ªan por motivos de fe, tras una promesa o como penitencia personal. Los peregrinos quer¨ªan, y quieren, llevarse un recuerdo del lugar visitado. Las reliquias nacieron as¨ª. En el catolicismo, por ejemplo, se extendi¨® la costumbre de coleccionar huesos y cabellos de santo o pedazos de t¨²nica. Cuando se terminaron los originales comenz¨® la industria del souvenir religioso. Y hasta hoy: del agua de Lourdes en una botella con la imagen de la virgen a los platos que conmemoraban la muerte de Juan Pablo II.
Una prueba f¨ªsica, como realidad de un viaje, tambi¨¦n se cuenta entre los primeros recuerdos: una planta nunca vista, un animal ex¨®tico o, incluso, un ind¨ªgena constitu¨ªan una prueba irrefutable del descubrimiento que se pretend¨ªa demostrar.
Hoy, quienes no se conforman con las postales y todav¨ªa buscan lo aut¨¦ntico, convierten en souvenir objetos de uso de las tradiciones locales como kimonos, taburetes o cer¨¢micas. Sea como fuere, los coleccionistas llevan siglos recorriendo el mundo y comprando objetos reales. Buena parte de los fondos arqueol¨®gicos de los museos del planeta provienen de esos expolios.
Si viajar es bueno y el turismo es un lujo, ¨¦ste debe dejar un buen recuerdo. Ah¨ª es donde entra en juego la capacidad de estos objetos para modificar los recuerdos y transformarlos en id¨ªlicos. "No compramos souvenirs para recordar lo mal que lo pasamos en el aeropuerto, la fiebre que nos tumb¨® o lo cara que era la comida", se?ala Guayabero. As¨ª, a los souvenirs reales actuales (pedazos del muro de Berl¨ªn, curiosamente siempre con un pedazo colorista de graffiti) se contraponen los furtivos (las colecciones de ceniceros de bares), la conversi¨®n del dolor en objeto (los recuerdos del 11-S) e incluso la souvenirizaci¨®n de personajes como el Che Guevara o Lady Di.
Con todo, su industria nace con la aparici¨®n de la industria tur¨ªstica: la que est¨¢ detr¨¢s de los viajes organizados con estancias cortas, paradas fijas y el cartel de todo incluido que invita a dejar de pensar. "Este turista s¨®lo tiene tiempo de reafirmar la idea del lugar que ten¨ªa antes de visitarlo", opina Guayabero. La sorpresa no cabe en esos viajes que, sin embargo, s¨ª sirven para confirmar el t¨®pico.
Vivimos un momento en el que pueden llegar a existir souvenirs de lugares o tradiciones que no existen. Basta pensar en el caso del best seller Tengo ganas de ti, en el que el escritor Federico Moccia situaba a una pareja sujetando un candado al puente Milvio de Roma y lanzando la llave al T¨ªber como s¨ªmbolo de su amor eterno. Muchos lectores del libro corrieron a repetir ese ejemplo y los vendedores de recuerdos se lo pusieron f¨¢cil. Finalmente, la barandilla del puente amenaz¨® con ceder. Y las aguas del r¨ªo sufrieron la contaminaci¨®n del ¨®xido.
?Existen nuevos souvenirs? Guayabero cuenta c¨®mo, para un turista exigente, las tiendas de los museos se esforzaron en preparar objetos m¨¢s ir¨®nicos, pero con la misma mec¨¢nica simplificadora del souvenir, que quiere vulgaridad. "La complejidad no es apta para el turismo". Las muestras Efecto souvenir y Souvenir, souvenir indagan en ese mundo parad¨®jico y apasionante de anhelos, industria, invenci¨®n y recuerdos. Como souvenir dejan una lista de preguntas: ?puede no ser kitsch? ?Es una ciudad m¨¢s digna si sus objetos de recuerdo lo son? Mientras las contestamos, ¨¦stos seguir¨¢n invadiendo los lugares tur¨ªsticos. O invent¨¢ndolos.
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