En la cuerda floja
Occidente mantiene canales con Teher¨¢n, pero la crisis electoral marca un antes y un despu¨¦s
La toma de posesi¨®n ayer de Mahmud Ahmadineyad para un segundo mandato plantea un grave dilema a Occidente, y muy en particular a Estados Unidos. Debido al controvertido resultado electoral de junio, que muchos iran¨ªes consideran fraudulento, el menor gesto de aproximaci¨®n va a interpretarse como respaldo a la legitimidad del presidente. Pero Ir¨¢n es un pa¨ªs demasiado importante, y potencialmente peligroso si se considera ofendido, para ignorarlo sin m¨¢s.
As¨ª lo ha interpretado Barack Obama, que ha tratado de cambiar la pol¨ªtica estadounidense de casi tres d¨¦cadas sin relaciones diplom¨¢ticas con Ir¨¢n. A pesar del desaire con el que los dirigentes iran¨ªes han recibido su oferta de di¨¢logo, no ha ca¨ªdo en la tentaci¨®n f¨¢cil de haber denunciado la elecci¨®n de Ahmadineyad. Sus cuidadosas declaraciones se han limitado a mostrar preocupaci¨®n por lo que est¨¢ sucediendo en el pa¨ªs. Con motivo. La falta de transparencia hace muy dif¨ªcil saber con exactitud los detalles de lo ocurrido y la suspicacia de Teher¨¢n convertir¨ªa cualquier afirmaci¨®n en una interferencia.
Si la prioridad de Washington es frenar el pol¨¦mico programa nuclear iran¨ª, hay que mantener canales de di¨¢logo, sin dar alas al r¨¦gimen. Los iran¨ªes son maestros en el juego de la ambig¨¹edad y no faltan analistas convencidos de que, ante la fractura que ha evidenciado su reelecci¨®n, Ahmadineyad quiera forzar la m¨¢quina para provocar una acci¨®n exterior que, como en los ochenta la guerra con Irak, sirva para unir el pa¨ªs.
De ah¨ª, el encaje de bolillos con el que los embajadores europeos han respondido a la invitaci¨®n para las ceremonias de la nueva presidencia. Los jefes de misi¨®n, a excepci¨®n del griego, decidieron enviar una representaci¨®n menor al acto del lunes, en el que el l¨ªder supremo, el ayatol¨¢ Ali Jamene¨ª, ratific¨® formalmente la elecci¨®n de Ahmadineyad, pero s¨ª estuvieron presentes en el de ayer por considerar que se trataba de un acto institucional.
El mensaje es que si bien se quieren mantener abiertos los canales de comunicaci¨®n con Teher¨¢n, la reelecci¨®n de Ahmadineyad ha marcado un antes y un despu¨¦s. Aunque el presidente haya desde?ado la negativa a felicitarle de Merkel, Sarkozy y Brown, a los iran¨ªes les preocupa su imagen exterior m¨¢s de lo que reconocen. Por eso, algunos pa¨ªses europeos reclaman que se haga m¨¢s hincapi¨¦ en los derechos humanos en las relaciones bilaterales.
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