Las m¨¢quinas toman el control
Los cient¨ªficos debaten si hay que poner fronteras a la creaci¨®n de vida artificial - La inteligencia sint¨¦tica ocupa cada vez m¨¢s espacios cotidianos
Si la madurez de una tecnolog¨ªa es proporcional a las suspicacias que levanta, la inteligencia artificial s¨®lo va 35 a?os por detr¨¢s de la ingenier¨ªa gen¨¦tica. La ¨¦lite de la biolog¨ªa mundial se reuni¨® en 1975 en Asilomar, en la bah¨ªa californiana de Monterey, para acordar un est¨¢ndar de seguridad en el entonces incipiente sector del dise?o de genes y organismos vivos. Casi 35 a?os despu¨¦s, la crema de la inteligencia artificial, un sector de las ciencias de la computaci¨®n particularmente din¨¢mico, ha cre¨ªdo necesario repetir aquella conferencia hist¨®rica. Y no es casual que haya sido otra vez en Asilomar.
Los cient¨ªficos de la computaci¨®n acaban de discutir la necesidad de poner l¨ªmites a la investigaci¨®n en inteligencia artificial y rob¨®tica. Algunos est¨¢n preocupados porque puedan conducir a la p¨¦rdida de control humano sobre las m¨¢quinas. Algunas son de guerra, como los predator drones, o z¨¢nganos predadores, unas avionetas aut¨®nomas que sobrevuelan y atacan por su cuenta; otras abren puertas y buscan enchufes para recargarse a s¨ª mismas, hacen experimentos cient¨ªficos, formulan hip¨®tesis o rastrean un territorio como las abejas. Y para qu¨¦ hablar de los virus inform¨¢ticos: eso s¨ª que es puro Asilomar.
Una m¨¢quina que pueda interpretar las emociones podr¨¢ simularlas
Los expertos repiten la discusi¨®n sobre gen¨¦tica de hace 35 a?os
Los robots no s¨®lo har¨¢n la guerra, acompa?ar¨¢n a los seres humanos
Los virus inform¨¢ticos se acercan al punto de ser indestructibles
Cient¨ªficos brit¨¢nicos han creado un androide capaz de pensar
Pronto estar¨¢n listos aviones que decidan si matan por su cuenta
La conferencia tuvo lugar el pasado 25 de febrero, fue organizada por la Asociaci¨®n para el Avance de la Inteligencia Artificial (http://www.aaai.org/AITopics/pmwiki/pmwiki.php/AITopics/Ethics), y sus actas se publicar¨¢n en los pr¨®ximos meses (http://research.microsoft.com/en-us/um/people/horvitz/AAAI_Presidential_Panel_2008-2009.htm). Su contenido ha trascendido ahora por un art¨ªculo del especialista John Markoff en The New York Times.
"Los cient¨ªficos apuntaron a tecnolog¨ªas muy diversas", escribe Markoff en el diario neoyorkino, "como los sistemas m¨¦dicos experimentales que simulan empat¨ªa al interactuar con los pacientes, o los virus y gusanos inform¨¢ticos que se hacen resistentes al exterminio, y por tanto han alcanzado lo que podr¨ªa llamarse la fase cucaracha [as¨ª llamada porque se supone que esos insectos sobrevivir¨ªan incluso a un holocausto nuclear] de la inteligencia artificial". Markoff es uno de los mejores escritores del mundo sobre ciencias de la computaci¨®n.
Tambi¨¦n se discuti¨® en la conferencia sobre la posibilidad de que el avance de la inteligencia artificial transforme de modo dr¨¢stico el mercado laboral. Los robots ya no s¨®lo se encargan de tareas rutinarias, como las cadenas de montaje, sino tambi¨¦n de quehaceres intelectuales -o que al menos se han visto as¨ª hasta ahora-, como la experimentaci¨®n gen¨¦tica.
Los cient¨ªficos descartaron riesgos como el Big Brother de George Orwell, la superinteligencia centralizada capaz de dome?ar a la raza humana. Parecen pensar que 1984 es un futuro pasado de moda. Tampoco creen que la inteligencia, con o sin s¨²per, pueda emerger espont¨¢neamente de una red como Internet. "Pero s¨ª coincidieron en que los robots que pueden matar de forma aut¨®noma est¨¢n ya aqu¨ª o lo estar¨¢n pronto", escribe Markoff.
Otro punto de discusi¨®n fueron los robots de compa?¨ªa, como los que est¨¢ desarrollando la cient¨ªfica espa?ola Lola Ca?amero en la Universidad de Hertfordshire. Los especialistas no dudan de que estos robots puedan adaptarse a vivir entre personas. Lo que se preguntan es si es adecuado "forzar" a las personas a adaptarse a vivir entre ellos.
Los ordenadores ya igualan a los grandes maestros de ajedrez, pero las tareas que los humanos hacemos sin esfuerzo consciente -como aprovechar un peque?o tropiezo con la alfombra para sentarnos en el ¨²nico hueco libre del sof¨¢- han resultado hasta ahora imposibles de programar.
La pr¨®xima generaci¨®n de robots no se dedicar¨¢ a hacer la guerra, sino a acompa?ar a los solitarios, cuidar a los mayores, entretener a los ni?os y echar una mano en casa. Y ello implica una avanzada ciencia de la computaci¨®n que sepa leer e interpretar las emociones humanas, y que permita al robot ir aprendiendo a convivir con las rarezas de su maestro.
El proyecto europeo m¨¢s avanzado en este sector es Feelix Growing, financiado con 2,5 millones de euros por el programa de rob¨®tica avanzada de la Comisi¨®n Europea. En ¨¦l, 25 expertos en rob¨®tica, psic¨®logos y neurocient¨ªficos de seis pa¨ªses colaboran para desarrollar robots "que interact¨²en con los humanos en su entorno cotidiano y de una forma f¨¦rtil, flexible y aut¨®noma". Sus primeras tareas ser¨¢n la compa?¨ªa, la dispensaci¨®n de cuidados, el entretenimiento y la monitorizaci¨®n de pacientes. ?ste es el proyecto que dirige Ca?amero.
"Para que los robots puedan vivir con la gente, tienen que crecer con los humanos y aprender a interpretar sus emociones", ha explicado Ca?amero. "Esto implica varias estrategias que investigamos en paralelo, como equipar a los robots con el equivalente de un sistema de placer y dolor que priorice sus est¨ªmulos, permitirles aprender comportamientos sociales, como la distancia que deben guardar a cada persona".
La pena, la felicidad, el asco, el miedo, el amor, el odio y la sorpresa no s¨®lo son universales en las culturas humanas, sino que hunden sus ra¨ªces en el pasado remoto de la especie. Sus signos externos son numerosos y reconocibles entre culturas. Y por tanto tambi¨¦n lo pueden ser para un robot.
Los humanos expresamos muchas emociones con unos signos externos universales e inconscientes. De forma apropiada en estas fechas, fue Darwin quien propuso que gestos como "encogerse de hombros en se?al de impotencia, o alzar las manos abiertas en signo de asombro" son producto de la evoluci¨®n, en su libro de 1872 La expresi¨®n de las emociones en el hombre y los animales. Este libro es menos conocido que El origen de las especies, pero probablemente es el fundamento de las modernas ciencias cognitivas. La psicolog¨ªa experimental contempor¨¢nea ha dado la raz¨®n a Darwin por goleada.
Una m¨¢quina que pueda interpretar las emociones humanas tambi¨¦n podr¨¢ simularlas. ?O la palabra es sentirlas? Seg¨²n el test de Turing, tendremos que considerar inteligente a un ordenador cuando lo parezca. ?No deberemos tambi¨¦n considerarle sensible cuando lo parezca?
"Es posible que los robots lleguen a aprobar una especie de test de Turing emocional, pero lo har¨¢n con trampas, no porque sientan emociones reales", afirma Ca?amero. "La tendencia en el campo, de hecho, es a pensar que tampoco el otro test de Turing, el original, ser¨¢ una prueba v¨¢lida de la inteligencia de un ordenador".
Isaac Asimov imagin¨® en sus novelas tres leyes que deber¨ªan estamparse en los circuitos de cualquier robot: no pegar a los humanos, obedecerles salvo conflicto con lo anterior y autoprotegerse salvo conflicto con todo lo anterior. ?Hay algo de esto en la rob¨®tica de la vida real?
"Las dos primeras no tienen mucho sentido con los prototipos actuales", responde la cient¨ªfica. "Hay fil¨®sofos, sin embargo, que ya se plantean cuestiones de este tipo. Y s¨ª que hay algo de la tercera ley; un robot debe autoprotegerse para funcionar de forma aut¨®noma". El t¨¦rmino ciencia-ficci¨®n se queda francamente corto en algunos casos.
Ross King y Stephen Oliver, de las universidades brit¨¢nicas de Gales y Manchester, han inventado un robot que promete liberar al Homo sapiens del m¨¢s desagradecido de todos sus trabajos forzados: el de pensar.
El aut¨®mata de King y Oliver formula hip¨®tesis, dise?a experimentos para evaluarlas, los hace sin demora, interpreta los resultados, ajusta sus teor¨ªas de acuerdo a ellos y repite el ciclo. La eficacia del robot es similar a la del mejor de nueve licenciados humanos en biolog¨ªa y ciencias de la computaci¨®n que han hecho la misma investigaci¨®n en paralelo. Y, por mucha electricidad que gaste, ni roza la cuant¨ªa escandalosa de las becas de investigaci¨®n predoctorales.
Las levaduras sintetizan tres compuestos esenciales (amino¨¢cidos) mediante una red de 25 reacciones qu¨ªmicas interconectadas, cada una catalizada por una prote¨ªna. Cada prote¨ªna est¨¢ codificada por un gen, y cada gen se puede inactivar mediante una mutaci¨®n. Una levadura mutante es incapaz de multiplicarse en un medio de cultivo, a menos que se le facilite el producto de la reacci¨®n qu¨ªmica que le falta (o de una reacci¨®n posterior).
King y Oliver suministraron al robot los reactivos, las 25 levaduras mutantes y unos conocimientos b¨¢sicos sobre el metabolismo de ese organismo, y le pidieron que descubriera la funci¨®n de los 25 genes. Y as¨ª lo hizo el robot, en efecto. Los dos cient¨ªficos afirman que su intenci¨®n no es condenar al paro a los cient¨ªficos, sino liberarlos de ciertas tareas intelectuales para que puedan concentrarse en "los avances creativos de alto nivel". Suena bien.
"Si un robot puede hacer algo que ser¨ªa considerado creativo en caso de haberlo hecho un humano, yo considerar¨ªa creativo al robot", ha explicado King. "Creo que los ordenadores ya han resuelto creativamente problemas de ajedrez y de matem¨¢ticas. La cuesti¨®n abierta es hasta qu¨¦ punto eso mismo se puede extender a otros campos del conocimiento".
La postura de King recuerda al ya mencionado test de Turing, que propone que un ordenador deber¨¢ ser considerado inteligente cuando logre enga?ar a un humano para hacerle creer (en una prueba a ciegas) que tambi¨¦n ¨¦l es un ser humano. ?se hubiera sido probablemente el caso de Gari Kasp¨¢rov si no hubiera sabido que estaba jugando contra el ordenador Deep Blue.
?No estar¨¢ pensando King en construir un robot periodista? "No, pero s¨ª estoy interesado en un robot cr¨ªtico de arte". Eso ya no suena tan bien.
Los robots actuales no s¨®lo incorporan dispositivos avanzados de visi¨®n, o¨ªdo y tacto, sino que tambi¨¦n pueden seguir un rastro olfativo, una tarea que hab¨ªa resultado especialmente dif¨ªcil de programar hasta hace poco: las pistas olfativas del mundo real no forman trayectorias continuas, sino que el viento las fragmenta, las esparce y las desordena. Pero el problema ha sido resuelto por un algoritmo de Massimo Vergassola, del Instituto Pasteur en Par¨ªs, y Boris Schraiman, de la Universidad de California en Santa Barbara. Se llama infotaxis.
Vergassola y Shraiman niegan haber plagiado a los insectos -su algoritmo es m¨¢s bien el resultado de una reflexi¨®n sobre cualquier sistema de rastreo real o virtual-, pero el caso es que las trayectorias de su rastreador artificial recuerdan mucho a una polilla buscando pareja. Las polillas buscan pareja siguiendo el rastro de las feromonas.
La palabra robot viene del checo robota, que significa trabajo. Desde que Tesibio de Alejandr¨ªa invent¨® una clepsidra autom¨¢tica en el siglo III antes de Cristo, eludiendo as¨ª la penalidad de tener que dar la vuelta al reloj de arena cada diez minutos, la rob¨®tica ha avanzado con paso firme para liberar a la humanidad de las servidumbres que le impone su existencia terrenal. Los cient¨ªficos no quieren renunciar a la inteligencia artificial. S¨®lo intentan que ella misma no se convierta en una nueva servidumbre.
La amenaza de un futuro aut¨®mata
Desde predicciones ya superadas a posibilidades cada vez m¨¢s reales, la relaci¨®n del ser humano con las m¨¢quinas est¨¢ marcada por temores y promesas.
- 'Gran hermano'. En 1949, George Orwell public¨® 1984. En la novela, una s¨²perinteligencia (el Big Brother) lo controla todo. La pesadilla no se ha cumplido m¨¢s que parcialmente.
- Internet. La Red ha demostrado su capacidad para resolver problemas. Lo siguiente ser¨¢ que se retroalimente, aprenda de los errores y tome decisiones, creando una especie de gran conciencia mundial.
- Armas aut¨®nomas. Ya hay aviones sin piloto. Pero la decisi¨®n de qu¨¦ hacer la toman las personas. ?Y si ellos mismos deciden por su cuenta que un convoy o un campamento es un enemigo y debe ser atacado? Es lo que hacen los predator drones (z¨¢nganos predadores).
- Ciberm¨¦dicos. Diagnosticar no es s¨®lo usar cifras. ?Qui¨¦n conf¨ªa sus miedos y dolores a una m¨¢quina? Hace falta que los programas muestren empat¨ªa, animen a los pacientes a abrirse a ellos. En ello se est¨¢ trabajando.
- Virus inform¨¢ticos. Todav¨ªa pueden destruirse. ?Qu¨¦ pasar¨ªa si adquieren propiedades para regenerarse o sobrevivir al ataque m¨¢s eficaz? Que no ser¨ªan gusanos, sino cucarachas, capaces de resistir un ataque nuclear.
- Trabajadores. Cada vez hay m¨¢s funciones laborales que pueden hacer las m¨¢quinas. Menos decidir.
- Ayuda dom¨¦stica. Es el siguiente paso: robots que hagan compa?¨ªa a mayores y ni?os, los cuiden y ayuden con las tareas de la casa.
- Investigadores. M¨¢quinas que hacen experimentos, revisan los resultados y replantean las f¨®rmulas iniciales. Bastar¨ªa con darles una idea y los materiales para trabajar. Ya se est¨¢n ensayando. No se cansan y no se equivocan. Aunque tampoco tienen intuiciones.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.