Sue?os rotos a balazos
El Ateneo recuerda a la republicana Hildegart, asesinada por su madre
El 9 de junio de 1933 una de las hojas de la puerta del Ateneo de Madrid estar¨ªa simb¨®licamente cerrada. "Lo seguimos haciendo cuando muere un socio", explica Clara Herrera, archivera de la "docta casa". Aquel d¨ªa muri¨® la socia n¨²mero 14.689: Hildegart Rodr¨ªguez Carballeira. Ten¨ªa 18 a?os, su madre le meti¨® cuatro tiros mientras dorm¨ªa.
Hildegart fue el sue?o revolucionario de Aurora Rodr¨ªguez. La concibi¨® con ayuda de un "colaborador fisiol¨®gico" (como ella llamaba al padre) para que redimiese a una sociedad que consideraba esclavizada. La educ¨® para ser la Primera Mujer Libre. Con dos a?os, "jard¨ªn de sabidur¨ªa" (Hildegart, en alem¨¢n), sab¨ªa leer. Con tres escrib¨ªa, con cuatro, a m¨¢quina. Con 17 se licenci¨® en Derecho. A su muerte hablaba seis idiomas, hab¨ªa escrito una docena de libros y decenas de art¨ªculos, daba conferencias sobre anticoncepci¨®n y eugenesia. Era secretaria de la Liga para la Reforma Sexual. Se carteaba con el escritor H. G. Wells... "Hildegart fue un producto de la Rep¨²blica: en ning¨²n otro momento de la historia de Espa?a se habr¨ªa permitido que una mujer, y una mujer tan joven adem¨¢s, tocase los temas que tocaba", opina Carmen Domingo, autora de Mi querida hija Hildegart.
"Quiero ser vituperada y no compadecida", dijo la mujer a los jueces
Tras las puertas (ambas abiertas, por suerte) del Ateneo hay una exposici¨®n titulada Donde se fragu¨® la Rep¨²blica. Es una muestra humilde, porque los dos mil y pico socios y la subvenci¨®n del Gobierno regional no dan para mantener como se debiera este maravilloso edificio (hay por ejemplo, un intenso olor a comida en sus salas, por alg¨²n conducto largamente atascado). La exposici¨®n narra, a trav¨¦s de antiguos recortes de prensa, c¨®mo el Ateneo fue el "parlamento paralelo" de la Segunda Rep¨²blica. "Nuestro archivo fue destruido por Falange", explica Herrera, "estos recortes son lo ¨²nico que tenemos para reconstruir la intensa actividad de aquellos a?os". Entre las cr¨®nicas, algunos nombres femeninos: Clara Campoamor, Mar¨ªa Mart¨ªnez Sierra, Victoria Kent... "No eran tantas, pero aqu¨ª ten¨ªan voz", dice la archivera, que ha entresacado de los viejos peri¨®dicos algunas an¨¦cdotas "sexistas a tope". En una de ellas los atene¨ªstas debaten la conveniencia del voto femenino. Uno exclama: "Ustedes son viejos y no saben la cantidad de muchachas avanzadas que andan por la calle". "Somos viejos", le contestan, "y no conocemos a las j¨®venes delgaditas y avanzadas. Pero usted es joven y no conoce a las mujeres gordas que est¨¢n metidas en las casas. Y las gordas votan a la derecha".
Hildegart, conocida como "la virgen roja", fue una joven avanzada (se defin¨ªa "moderna, republicana, laica y rebelde"), pero andaba por la vida de la mano posesiva de su madre que la acompa?aba a clase y a las juntas del partido socialista. Incluso dorm¨ªan en la misma habitaci¨®n. Cuando la "mu?eca" se hizo mujer y reclam¨® independencia, creci¨® la tensi¨®n entre ambas. En el juicio, Aurora dijo que Hildegart le pidi¨® que la matara. Lo hizo para librarla de "las impurezas que quer¨ªan pudrirle la carne". En su paranoia hab¨ªa esp¨ªas que deseaban alejarla de su misi¨®n. "La mat¨¦ conscientemente", dijo, "quiero ser vituperada y no compadecida". Los jueces la creyeron y fue a la c¨¢rcel. "Fue un juicio pol¨ªtico", explica Domingo, "la derecha defend¨ªa que no estaba loca porque as¨ª se demostraba que las madres de izquierdas pod¨ªan acabar matando a sus hijos". Sin embargo, al poco, tuvo que ser trasladada al manicomio de Ciempozuelos, donde muri¨® 20 a?os despu¨¦s, instalada en el delirio. Fabric¨® incluso un enorme mu?eco de trapo al que le dibuj¨® un gran pene y un enorme coraz¨®n rojo.
Entre los escas¨ªsimos documentos que conserva el Ateneo hay un libro de registro encontrado por un socio en la Cuesta de Moyano. En ¨¦l aparece el ingreso de Hildegart a los 15 a?os (entonces costaba 75 pesetas hacerse socio, hoy 110 euros) y su baja, justo el d¨ªa de su muerte (cuatro d¨ªas antes asisti¨® a unas jornadas sobre prostituci¨®n). Tres a?os despu¨¦s estallar¨ªa la guerra. El Ateneo se vaci¨® de intelectuales y se llen¨® durante 40 a?os de falangistas, tecn¨®cratas y gente del Opus Dei. Sin embargo, el r¨¦gimen respet¨® la biblioteca. Es una de las m¨¢s bonitas de Madrid y conserva la obra de Hildegart. ?Se equivoc¨® Marx...? cuestiona el socialismo. La rebeld¨ªa sexual de la juventud tiene cap¨ªtulos como "Matrimonio: prostituci¨®n legal". Su primer libro, Tres amores hist¨®ricos, analiza Romeo y Julieta, Abelardo y Elo¨ªsa y los amantes de Teruel. Seg¨²n el registro, lo don¨® la propia autora.
Es inquietante hojear la copia que tuvo en sus manos la ni?a prodigio en este mismo edificio; ambos, ni?a y edificio, s¨ªmbolos de un sue?o roto a balazos. Y la inquietud crece al leer el premonitorio lema de la tesis: Amor, ut fecundat vitam, donat morte. Amor, como fecundas vida, das muerte.
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