Las pe?as de Pinto, en pie de guerra
La supresi¨®n de encierros en el municipio genera frustraci¨®n y violencia
A un concejal de Cultura se le puede perdonar muchas cosas, pero no que torpedee la carrera de Juan Manuel Jim¨¦nez, la promesa del toreo pinte?o. "El chaval renunci¨® a una corrida en Francia por torear en su pueblo, y ahora le hacen esto", murmulla indignado Jos¨¦ P¨¦rez, presidente de la pe?a taurina que lleva el nombre de la estrella de Pinto.
El anuncio de que este a?o no habr¨¢ corridas ni encierros en la localidad ha generado una ola de indignaci¨®n. Los viejos aficionados viven perplejos su primer verano sin toros. Algunos de los m¨¢s j¨®venes se resisten a quedarse sin la inyecci¨®n de adrenalina, por eso el domingo convirtieron el preg¨®n de las fiestas en la toma de la Bastilla. Llovieron huevos, tomates y vasos de cerveza sobre el balc¨®n del Ayuntamiento. Algo no tan raro en este pueblo que parece estar recorrido desde hace alg¨²n tiempo por un viento cainita. El a?o pasado a los miembros de la anterior Corporaci¨®n (PP) les lanzaron hielos; ¨¦ste, el alcalde, Juan Jos¨¦ Mart¨ªn (PSOE), declar¨® que los responsables del nuevo ataque hab¨ªan sido v¨¢ndalos provenientes de otras ciudades. "De eso nada", reclama orgulloso Santiago Ruiz, del club taurino Villa de Pinto: "Fuimos nosotros".
Santiago ya est¨¢ en los 60. No es un jovencito impulsivo, pero defiende el lanzamiento de objetos a la alcald¨ªa. Pase¨¢ndose por el club, un museo lleno de cabezas de toros, trajes de luces y fotos de los encierros, se lanza en una tremenda fil¨ªpica contra el alcalde.
Cuatro socios juegan al mus. Uno de ellos, Pedro L¨®pez, que se presenta lleno de orgullo como miembro de la directiva de la pe?a, tercia: "A m¨ª las cosas de violencia no me gustan. Y a mi mujer, tampoco". El grupo afirma que se reunieron cinco veces con el Ayuntamiento para acordar la reducci¨®n de los tres d¨ªas de festejos a uno, pero nunca se imaginaron que pudiera quedarse en ninguno. No les convence el argumento de que la crisis era acuciante, repetido sin cesar el concejal de Cultura, Jos¨¦ Miguel Govantes: "Nos ahorramos 50.000 euros del espect¨¢culo, m¨¢s 50.000 de vallado, seguridad, m¨¦dicos... Y, adem¨¢s, debemos 80.000 al empresario por los encierros del a?o pasado". Pero eso no ablanda el coraz¨®n de la directiva, que insiste en que se ofreci¨® a poner dinero de su bolsillo.
Los aficionados calculan que a los encierros asist¨ªan m¨¢s de 1.000 personas al d¨ªa. "Era tan bonito", suspira Pedro. "Est¨¢bamos d¨ªas preparando bocadillos, y hab¨ªa una banda".
Entra un nuevo parroquiano. "Ya estamos todos", le reciben desde la mesa de mus. "Todos, menos los toros", saluda. "Re¨ªd, pero ?ahora qu¨¦ hacemos?", se queja un jugador. "No s¨¦. ?Y si ponemos una pel¨ªcula?", propone alguien. Un bufido peina las cartas: "A ver qui¨¦n sabe enchufar la pantalla".
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.