El ¨²ltimo trago de Lowry
Viaje al Cuernavaca de 'Bajo el volc¨¢n' en el centenario del nacimiento de su autor
Crearse un infierno para luego escribirlo -que es la definici¨®n de la vida de Malcolm Lowry en M¨¦xico- podr¨ªa servir tambi¨¦n para mis relaciones amorosas. La pen¨²ltima vez que vine a la ciudad de Bajo el volc¨¢n, Cuernavaca, fue tratando de presionar a una mujer cuatro a?os menor que yo para que dejara por un fin de semana la casa de su madre. La esper¨¦ sobre una cama de hotel que cruj¨ªa, sobresaltado por los cambios de voltaje del minibar, y escrib¨ª lo que, despu¨¦s, se convertir¨ªa en un cuento y, m¨¢s tarde, en una novela. Esa primera vez, en 1989, not¨¦ lo que Malcolm alucin¨®: los volcanes m¨ªticos, el Popocat¨¦petl y el Iztacc¨ªhuatl, el guerrero y su mujer dormida, no se ven desde Cuernavaca. Entre la contaminaci¨®n porque los autos se taponan en las callejuelas -la ciudad colonial deber¨ªa ser, toda, de peatones pero, hasta en el cementerio hay un letrero como los que divert¨ªan tanto a Lowry: "Prohibido andar en bicicleta entre las tumbas"-, digo, entre el humo de la combusti¨®n que exige ir en auto a una cuadra de distancia, las casas y los ¨¢rboles, uno no sabe que est¨¢ bajo un volc¨¢n. Adem¨¢s, Malcolm los describi¨® demasiado cerca. Hay que salir de la ciudad para verlos.
Crearse un infierno para luego escribirlo es la definici¨®n de la vida de Malcolm en M¨¦xico
Muchas de sus cantinas son ahora hoteles, oficinas o caf¨¦s con Internet
El novelista ve¨ªa la embriaguez como una protesta contra el sinsentido
En una botella de mezcal pone: "Mezcalm Lowry. A punto de veneno"
En el n¨²mero 62 de la calle Humbold sigue escasamente en pie su casa
En el tiempo en que Lowry lleg¨® -18 de noviembre de 1936, tras desembarcar en Acapulco-, la ciudad era m¨¢s plana -ten¨ªa menos de ocho mil habitantes, muy lejos de los m¨¢s de 300.000 de ahora- y se ve¨ªa un volc¨¢n, pero no creo que haya exagerado la violencia a flor de piel de esos a?os: despu¨¦s de todo hab¨ªa pasado apenas una d¨¦cada del asesinato de Zapata y la destrucci¨®n de su ej¨¦rcito campesino en Cuernavaca y todo Morelos. Ahora, a la entrada de la ciudad est¨¢ la estatua del caudillo de la tierra y la libertad, justo donde Lowry imagin¨® una imposible efigie de Victoriano Huerta, el general golpista que provoc¨® que se levantara contra ¨¦l el resto de M¨¦xico y no s¨®lo los zapatistas. No hay estatuas de Huerta en ning¨²n sitio. Como no hay de Hern¨¢n Cort¨¦s. En Bajo el volc¨¢n, Lowry describe un rencor de los mexicanos hacia los extranjeros: ubica la trama en el a?o en que C¨¢rdenas nacionaliz¨® el petr¨®leo de las compa?¨ªas brit¨¢nicas y gringas -1938- pero ¨¦l vivi¨® en M¨¦xico con la llegada de los refugiados espa?oles de la Guerra Civil, por lo que Hugh, el medio hermano del ex c¨®nsul borracho -por eso es "ex", por la ruptura de relaciones diplom¨¢ticas con Gran Breta?a- alucina que lo detendr¨¢n por "jud¨ªo o comunista". Probablemente Lowry se hubiera divertido al saber que los comunistas espa?oles -y m¨¢s tarde, los jud¨ªos perseguidos por el nazismo- estaban llegando a la ciudad de M¨¦xico en tandas. Conquista espa?ola y Guerra Civil espa?ola. Creo entender por qu¨¦ Lowry pens¨® que los mexicanos y los europeos tienen un amor torcido. Tambi¨¦n yo lo pienso.
Otro detalle conmovi¨® a Lowry: el Palacio de Maximiliano en Cuernavaca, el lugar de descanso del emperador Napole¨®n III en M¨¦xico que lleg¨® a tratar de aprender espa?ol, a congraciarse con la ¨¦lite de oropel, y termin¨® fusilado por Benito Ju¨¢rez en el Cerro de las Campanas. En 1989 yo ten¨ªa planeada una visita al Palacio que es de color naranja y techo de tejas, con un peque?o lago donde nadan los patos. Y, como digo, la esper¨¦ todo el d¨ªa y nunca lleg¨®. Los amantes distanciados que Lowry vio en los volcanes, en las guerras mexicanas, y en su propia separaci¨®n, en Cuernavaca, de la actriz frustrada Jan Gabrial, la viv¨ª, en carne viva, a los 21 a?os. No me dio por beber -bueno, un poco- y tampoco hice Bajo el volc¨¢n. Pero sobreviv¨ª. Y no la mand¨¦ fusilar. Tampoco se llamaba Jan.
Cuento todo esto porque estoy yendo por tercera vez a Cuernavaca en estos d¨ªas en que los borrachos del mundo celebran el centenario de Malcolm Lowry. La anterior vez fue en 2003 cuando empez¨® la destrucci¨®n del Casino de la Selva, hotel en el que comienza la novela con Jacques Laruelle y el doctor Arturo Vigil hablando de la mala suerte del ex c¨®nsul brit¨¢nico, Geoffrey Firmin, y su ex esposa, Ivonne. El Casino de la Selva estaba abandonado desde los a?os en que Malcolm Lowry lo frecuent¨®: no se apostaba -C¨¢rdenas era enemigo del azar-, la alberca estaba sucia con hojas e insectos, las canchas de tenis invadidas por la hierba. As¨ª lo conoc¨ª de ni?o, como un vestigio de un esplendor que s¨®lo prometi¨®. Pero en 2003 lo demol¨ªan para construir un centro comercial. La batalla por un lugar hist¨®rico -adentro del Casino de la Selva estaba habitado por murales sobre la conquista espa?ola- en contra del gran capital era digna de un discurso del hermano comunista del ex c¨®nsul en Bajo el volc¨¢n. Fue cuando me lanc¨¦ a ver qu¨¦ ocurr¨ªa. La construcci¨®n detenida por los manifestantes, la polic¨ªa acechando, todo el mundo hablando en t¨¦rminos lowrianos: el pasado rebrota para vengarse del presente o, en palabras m¨¢s nuevas, la lucha era de la cultura contra el dinero. La polic¨ªa de Cuernavaca y Morelos actu¨® como si los que protestaban fueran guerrilleros zapatistas: los golpe¨® y encarcel¨®. Entre ellos a varios pintores, actores, cineastas, profesores universitarios. La ciudad qued¨® son¨¢mbula tras la entrada policiaca, pasmada. Al final, el mot¨ªn esperado por todos no sucedi¨®: los presos fueron liberados y se levant¨® una grotesca bodega de Cotsco en cuyo extremo hay un jard¨ªn muy cuidado y el mural restaurado, todo con el dinero del centro comercial. Una soluci¨®n pol¨ªtica, como si el matrimonio de Lowry y Jan en Cuernavaca hubiera llegado a un acuerdo: ¨¦l s¨®lo se puede emborrachar el fin de semana y ella abandonarlo cada seis meses.
Vengo ahora a la soleada Cuernavaca a rendirle un homenaje a Lowry. Muchas de sus cantinas han desaparecido, convertidas en oficinas, hoteles, caf¨¦s Internet. La Cuernavaca del centenario de Malcolm es la de las casas de campo con alberca, donde los indios son los jardineros o las recamareras de los hoteles. Pero, tambi¨¦n, la de la clase media que compr¨® hace tres d¨¦cadas las casas abandonadas de la zona colonial.
En el n¨²mero 62 de la calle de Humboldt sigue escasamente en pie la ebria casa que habitaron Lowry, Jan y, por unos d¨ªas, Conrad Aiken, el envidioso escritor que us¨® el alcohol para separarlos. A la casa blanca con ¨®xido por todos lados le crecen enredaderas como cascadas. Tiene dos pisos y una terraza desde la que Lowry y Aiken se emborracharon. Ah¨ª est¨¢ la alberca de Bajo el volc¨¢n donde el ex c¨®nsul ve a su ex mujer y a su medio hermano conversando sobre su adicci¨®n al alcohol. Est¨¢ llena de agua hasta donde esta exigua temporada de lluvias lo ha permitido: las hojas secas flotando en una especie de lodo. Tiene en el extremo izquierdo una torre como la que se describe en Bajo el volc¨¢n, y en cuya barda estaba uno de los tantos letreros que Lowry cita: "No se puede vivir sin amor". La cita ya no existe, s¨®lo en el libro.
Los zanates, esos p¨¢jaros que Lowry confunde en la novela con cuervos, discuten en los ¨¢rboles sobre el atardecer. Me asomo por una ventana rota y toco a la puerta. No parece vivir alguien ah¨ª. Al fondo, alcanzo a ver una mesa de madera ro¨ªda con un jarr¨®n desportillado encima. Me quedo un rato merodeando mientras fumo -cigarros Alas, los preferidos de Lowry en M¨¦xico- y alcanzo a pensar lo que podr¨ªa significar para Malcolm volver a esa casa con las enredaderas creciendo fuera de control y el ¨®xido sobre el muro blanco: la vida es s¨®lo otra forma de la muerte, el mal como otra mentira del bien, la embriaguez como una protesta contra el sinsentido, matarse a plazos porque un d¨ªa nos vamos a morir. O, como dir¨ªa el c¨®mico Tin Tan, unos a?os despu¨¦s de que Lowry se fuera de M¨¦xico: "M¨¢tenme porque me muero".
Me meto a la primera cantina que veo para tomarme un mezcal a la salud del loco Lowry. Como todo en Bajo el volc¨¢n, en Cuernavaca, en M¨¦xico, la cantina tiene un lema hilarante: "Gentiles son los hombres dados a la ociosidad". La idea del mezcal en Cuernavaca es una transposici¨®n literaria de Lowry: lo tom¨® hasta el delirio en Oaxaca con su amiguete Juan Fernando M¨¢rquez, al que le dedica Oscuro como la tumba donde yace mi amigo. A lo mejor M¨¢rquez no existi¨® y Lowry se la pas¨® en El Farolito de Oaxaca como yo aqu¨ª en Cuernavaca: bebiendo solo. El mesero me muestra la botella de mezcal. La etiqueta hubiera divertido a Lowry y, quiz¨¢s, m¨¢s a Jan: "Mezcalm Lowry. A punto de veneno". Y me siento a beber. Abro la libreta y pienso en Lowry y, con el paso de los tragos, en amores.
Fabrizio Mej¨ªa Madrid (M¨¦xico D. F., 1968) es cronista y escritor. Su ¨²ltima novela es Tequila D. F. (Mondadori).
En la ruta de la autodestrucci¨®n
- El personaje. El protagonista de Bajo el volc¨¢n, Geoffrey Firmin, trasunto de Malcolm Lowry, es el ex c¨®nsul brit¨¢nico en Quauhnahuac. La novela narra su descenso a los infiernos el D¨ªa de todos los muertos de 1938.
- Rigidez paterna. No se entiende Bajo el volc¨¢n, publicada en 1947, sin la larga experiencia alcoh¨®lica de su autor. Nacido en Inglaterra en 1909, confes¨® que desde ni?o hab¨ªa decidido ser un borracho: el alcohol fue su manera de protestar contra el feroz puritanismo en el que se cri¨®.
- Amigo y editor. La novela jam¨¢s hubiese sobrevivido al delirio autodestructivo del autor si no llega a ser por el editor Albert Erskine, amigo leal que crey¨® como nadie en su talento.
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