CATORCE
Entonces sucedi¨® una cat¨¢strofe, y es que Dedo la palm¨®, estir¨® la pata, se muri¨®, caput. Aunque lo cuento de golpe, ocurri¨® a cachos. Ojal¨¢ le hubiera atropellado un coche (m¨¢s de una vez estuve a punto de dejar que se metiera debajo de las ruedas del autob¨²s). Pero el animal, que hab¨ªa venido al mundo para joderme, se muri¨® a pedazos, ver¨¦is c¨®mo. Un d¨ªa, despu¨¦s de comer, me hab¨ªa quedado yo frito sobre el sof¨¢, cuando me despert¨® un olor repugnante, como de bomba f¨¦tida, de pedo de momia, de eructo de cad¨¢ver. Abr¨ª los ojos y lo primero que vi fue el morro del animal, a medio palmo de mi boca. Joder, c¨®mo te canta el aliento, dije, y me puse de pie para respirar el aire de las alturas. Era la hora de recoger al hombre invisible del colegio, de modo que me puse la cazadora, cog¨ª las llaves y me dirig¨ª a la puerta. Para mi sorpresa, Dedo no me sigui¨® dando saltos y poni¨¦ndome zancadillas, as¨ª que volv¨ª sobre mis pasos, para ver d¨®nde co?o estaba, y lo descubr¨ª en el sal¨®n, en el sitio donde lo hab¨ªa dejado. Me miraba como si estuviera muy chungo y gem¨ªa, pero no como cuando le daba una patada para que se quitara de en medio, sino como cuando has agotado las l¨¢grimas. No sab¨ªa yo que los perros os pon¨ªais tristes, le dije un poco mosqueado, y me abr¨ª.
Mierda de perro, pens¨¦ mientras recog¨ªa la cocina. Me fui a la cama jodido, como si presintiera algo malo
A la vuelta, Dedo hab¨ªa potado sobre la alfombra. El hombre invisible me mir¨® como preguntando qu¨¦ ocurr¨ªa y yo levant¨¦ los hombros como diciendo paciencia hay que tener. Recog¨ª el v¨®mito, que ol¨ªa a rayos, limpi¨¦ la alfombra lo mejor que pude y abronqu¨¦ a Dedo. Para potar, le grit¨¦, te vas al cuarto de ba?o, gilipollas. As¨ª qued¨® la cosa. El hombre invisible hizo los deberes, luego lleg¨® mi hermana, vimos un rato la tele en familia, pusimos la mesa, saqu¨¦ la cena..., lo de todos los d¨ªas en resumidas cuentas. Ni el hombre invisible ni yo comentamos lo del v¨®mito. A todo esto, yo observaba a Dedo de reojo y lo notaba raro, raro, raro de cojones. Por la noche, cuando lo saqu¨¦ a la calle, tuve que arrastrarlo para que caminara y no hizo nada. Luego se acerc¨® a la comida, pero ni la prob¨®. Mierda de perro, pens¨¦ mientras recog¨ªa la cocina. Me fui a la cama jodido, como si presintiera algo malo.
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