Aqu¨ª naci¨® la nostalgia 'hippy'
Fue casi un mes despu¨¦s de que Neil Armstrong pisara la Luna y apenas unos d¨ªas m¨¢s tarde de que los seguidores de Charles Manson perpetrasen los salvajes asesinatos en casa de Roman Polanski. El 14 de agosto de 1969, furgonetas, autobuses escolares reciclados y miles de utilitarios colapsaron la ruta 17b del Estado de Nueva York. Aquel monumental atasco fue el comienzo de un legendario fin de semana en el que cerca de medio mill¨®n de j¨®venes se dieron cita en los terrenos de la granja de Max Yasgur.
Hubo una cantidad considerable de estupefacientes, mucho barro y una extra?a sensaci¨®n de liberaci¨®n e idilio colectivo. Janis Joplin, Jimi Hendrix, Joan B¨¢ez, Sly, Richie Havens y Joe Cocker, y 25 grupos m¨¢s, pusieron la banda sonora al desastre m¨¢s exitoso que se recuerda en la historia de los festivales de m¨²sica. El entonces gobernador, Nelson A. Rockefeller, declar¨® el condado zona catastr¨®fica. El Ej¨¦rcito acudi¨® a su auxilio. Medicinas y comida fueron lanzadas desde el aire. Woodstock pas¨® a convertirse en el hito de una generaci¨®n.
"La m¨²sica no fue memorable para los que lo vieron en directo. En 1969, los sistemas de sonido eran malos"
Cuarenta a?os despu¨¦s, la carretera que conduce hasta los terrenos donde se celebr¨® el festival, en el peque?o pueblo de Bethel, apenas ha cambiado. Sin embargo, el n¨²mero de turistas que visitan la zona ha aumentado bastante desde que se abri¨® en 2006 el Centro Bethel Woods. Su auditorio, de 15.000 localidades, programa actuaciones de Bob Dylan o la Filarm¨®nica de Nueva York, o el concierto homenaje de los Heroes of Woodstock, con ocho de los artistas que actuaron en 1969.
En lo alto de una colina frente al auditorio, un centenar de escolares escuchan una ma?ana de julio la historia de Duke Devlin. "Vine a pasar tres d¨ªas y me qued¨¦ 40 a?os". Alto y corpulento, este superviviente del festival luce barba y melena blancas y muchos tatuajes en los brazos. Parece un Santa Claus alternativo. Tras su paso por la Armada estuvo varios a?os saltando de comuna en comuna. En una de ellas vio un anuncio del festival. No se lo pens¨®. En Woodstock se uni¨® a los miembros de Hog Farm, el colectivo de Santa Fe. "Distribuimos comida y ayudamos a quienes ten¨ªan malos viajes de ¨¢cido".
Cuando todo termin¨®, Duke empez¨® a trabajar en una lecher¨ªa de los alrededores. Hoy sus nietos van a la escuela local y ¨¦l hace de gu¨ªa en el centro. Subido a un cochecito de golf, conduce hasta la zona donde se mont¨® el escenario en 1969, un gran rect¨¢ngulo sin hierba, cubierto de piedras. Unos metros m¨¢s all¨¢ se encuentra una placa conmemorativa. Una pareja en bermudas se saca fotos. El mito sigue siendo atractivo. Este a?o, 13 nuevos libros han sido publicados en Estados Unidos y el director Ang Lee estrena (en Espa?a, el 2 de octubre) una pel¨ªcula sobre el festival.
Cabe darle la raz¨®n a Ellen Willis, la pionera cr¨ªtica de rock que inaugur¨® el g¨¦nero en el New Yorker. "Hay que reconocer alg¨²n m¨¦rito a los productores de la Feria de Arte y M¨²sica de Woodstock: al fin y al cabo, han dado un golpe magistral en cuesti¨®n de relaciones p¨²blicas", escribi¨® Willis en su cr¨®nica del festival para revista. "Parece que han logrado que cuaje la idea de que la crisis en Bethel fue un caprichoso desastre natural m¨¢s que el resultado de la incompetencia humana, que la asistencia masiva era totalmente inesperada (y que, por tanto, era imposible que cualquier ser razonable lo hubiera previsto) y que, adem¨¢s, ellos han perdido m¨¢s de un mill¨®n de d¨®lares en el proceso de ser buena gente, porque hicieron todo lo posible por convertir lo que apuntaba a ser un fracaso en un fin de semana enrollado" .
El mito de Woodstock que Willis ve¨ªa crecer d¨ªas despu¨¦s del festival acab¨® de establecerse gracias al documental Woodstock Festival: tres d¨ªas de paz, amor y m¨²sica, dirigido por Michael Wadleigh y editado por Thelma Schoonmaker y Martin Scorsese. Lleg¨® a las pantallas en 1970 y fue galardonado con un Oscar. En ¨¦l se mostr¨® al gran p¨²blico la llegada del Ej¨¦rcito y los helic¨®pteros, las pipas de papel de plata y el ¨¦xtasis colectivo; las actuaciones de Hendrix, Joan B¨¢ez o Richie Havens. Woodstock se convirti¨® en un mito global. Las im¨¢genes de j¨®venes desnudos ba?¨¢ndose en los lagos o desliz¨¢ndose por el barro pasaron a formar parte del imaginario colectivo.
El barro de 1969 ha quedado neutralizado en centro de arte de Bethel. "Cuando me propusieron encargarme de esto, pens¨¦: ?c¨®mo voy a vender sexo, drogas y rock and roll a escolares?", dice Wade Lawrence, el director del museo del centro. La soluci¨®n ha sido apostar por el contexto y hacer un museo de historia pol¨ªtica y social de los sesenta. Aquellos a?os estuvieron marcados por la lucha de los derechos civiles y el movimiento estudiantil contra la guerra de Vietnam. Kennedy lleg¨® a la presidencia, y Martin Luther King encabez¨® la hist¨®rica marcha hasta Washington; ambos murieron asesinados. Las comunas se expand¨ªan, el ¨¢cido y la marihuana eran moneda com¨²n entre los adolescentes alternativos y el rock viv¨ªa una nueva edad dorada.
En las enormes pantallas del museo, Richie Havens canta Freedom -el himno que improvis¨® sobre el escenario cuando ya no sab¨ªa qu¨¦ m¨¢s tocar-, y Joe Cocker agradece la ayuda de sus amigos en With a little help from my friends. Las vitrinas muestran las portadas de discos de Supremes, Dylan y los Beatles, entre otros.
Woodstock se encuentra a una hora y media en coche del museo. Los promotores originalmente planearon celebrar aqu¨ª el festival. El veintea?ero Michael Lang se instal¨® en Woodstock atra¨ªdo por la presencia de Dylan, Joplin y Hendrix en la zona. Lang iba y ven¨ªa de la ciudad y pronto consigui¨® una cita con Artie Kornfeld, director art¨ªstico en Mercury Records a los 25 a?os. Juntos idearon el plan de montar una discogr¨¢fica con sede en el pueblo.
John Roberts, rico heredero de una empresa qu¨ªmica, y Joel Rosenbam, licenciado en Derecho por Yale, fueron los inversores de la reci¨¦n fundada Woodstock Ventures. Pronto tom¨® cuerpo la idea de organizar un festival. Contrataron a un equipo y a una agencia de relaciones p¨²blicas, Wartoke, para publicitar el evento. "Soy un gran fan de usar los rumores como instrumento de promoci¨®n", escribi¨® tiempo despu¨¦s Lang en un libro conmemorativo del festival.
Tom Benton no escuch¨® los rumores que circulaban por el Village, simplemente vio un anuncio a toda p¨¢gina en The New York Times. Ten¨ªa 19 a?os y una pasi¨®n desaforada por la m¨²sica. Lo recuerda sentado en su tienda de guitarras situada en la calle principal de Woodstock. "Me mor¨ªa por ver a Jeff Beck y los Iron Butterfly, pero se cayeron a ¨²ltima hora del cartel". Benton no s¨®lo fue uno de los pocos que pagaron -la avalancha de p¨²blico hizo que los organizadores declararan la entrada libre-, sino que adem¨¢s asegura que no se perdi¨® ning¨²n concierto; ni siquiera el solo Star spangled banner de Hendrix, que toc¨® en la ma?ana del lunes, cuando la mayor¨ªa del p¨²blico ya se hab¨ªa marchado.
Cuesta imaginar despeinado en el barrizal a Benton, un hombre de media melena canosa y flequillo sim¨¦trico. Durante 20 a?os renunci¨® a la m¨²sica y se dedic¨® a ejercer como abogado. "Dije que cuando cumpliese 50 volver¨ªa a ello". En su tienda ha montado un sello discogr¨¢fico e imparte clases.
Nadie estaba seguro aquel verano de que el festival fuera finalmente a celebrarse. Las tensiones entre los socios crec¨ªan y las posibles localizaciones del macroconcierto se iban cayendo de la lista. Cuatro semanas antes de que el Woodstock abriera sus puertas, a¨²n no ten¨ªa ubicaci¨®n definitiva.
"Yo salv¨¦ el festival. Es hora de que se sepa que Woodstock ocurri¨® gracias a un gay", dice Elliot Tiber, socarr¨®n, sentado junto a su perrita Molly. Decidido a aclarar la historia, este escritor y c¨®mico -vecino de Tennessee Williams en su juventud y amigo del fot¨®grafo Mapplethorpe- public¨® sus memorias hace dos a?os. El libro, Taking Woodstock, ha inspirado la pel¨ªcula hom¨®nima de Ang Lee, en la que se recrea el motel El M¨®naco que regentaban sus padres.
Elliot Landy, el fot¨®grafo oficial del festival, fue uno de los hu¨¦spedes del motel. Desde hac¨ªa alg¨²n tiempo viv¨ªa en Woodstock, donde hab¨ªa fotografiado a Bob Dylan y The Band para las portadas de sus discos. Los tres d¨ªas que cubri¨® el festival tir¨® m¨¢s de 2.500 fotos. Una selecci¨®n de su trabajo viajar¨¢ por Espa?a hasta finales de a?o.
?M¨¢s all¨¢ del documental y las fotograf¨ªas, fue aqu¨¦l un momento hist¨®rico? "La m¨²sica no fue memorable para los que lo vieron en directo", contesta el gran pope de la cr¨ªtica Robert Christgau. "Seamos claros, los sistemas de sonido en 1969 eran malos".
Christgau fue al festival con su novia, la cr¨ªtica Willis. Tambi¨¦n llevaron a sus dos hijos, de dos a?os y ocho meses. El m¨¢s peque?o, Nathan, hoy es editor de m¨²sica en la revista Rolling Stone. "Mis padres eran un poco m¨¢s mayores que la mayor¨ªa del p¨²blico. No eran hippies, tiraban m¨¢s hacia un tipo beatniks-folk". En Bethel acamparon en el bosque. A?os despu¨¦s, le contaron c¨®mo acabaron dando de comer a un mont¨®n de desconocidos. "Dec¨ªan que se sintieron como monitores de un campamento".
El lunes 17 de agosto de 1969, al terminar el concierto de Hendrix, los voluntarios y miembros de las comunas reclutadas por la organizaci¨®n comenzaron a limpiar. El promotor Michael Lang se subi¨® a un helic¨®ptero que le llev¨® hasta Wall Street. All¨ª se celebr¨® la primera de las amargas reuniones que enfrentaron durante a?os a los cuatro organizadores. Se acab¨® la paz. En la granja de Yasgur tardaron un mes en recoger. Dicen que centenares de objetos quedaron en el fango. Arqueolog¨ªa de una generaci¨®n que ya es historia.
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