DIECISIETE
Mi hermana solt¨® unas lagrimitas de compromiso cuando supo lo del perro, pero era la primera que estaba hasta el co?o del animal, que se hab¨ªa cargado a mordiscos las patas de una mesa que val¨ªa una pasta. Como el hombre invisible apenas se inmut¨®, me dio por pensar que quiz¨¢ el responsable de que Dedo se tragara aquel mu?equito asesino hab¨ªa sido ¨¦l. Tal vez hab¨ªa matado al perro como yo a los peces, de tal palo tal astilla. Pero Dedo era un mam¨ªfero, co?o, ten¨ªa cuatro patas, ladraba, jugaba, ped¨ªa las cosas, se comunicaba con nosotros Total, que el ¨²nico que sinti¨® un poco (tampoco mucho, la verdad) la muerte del animal fui yo. Al faltar, me pisp¨¦ de la compa?¨ªa que me hab¨ªa hecho durante las horas que pasaba solo en casa. Hubo llamadas de mis viejos d¨¢ndonos el p¨¦same y aquella noche cenamos en silencio, con el runr¨²n de la tele en plan hilo musical. Por cierto, que al dar la noticia en casa, y para proteger al hombre invisible (o para convertirme en su c¨®mplice, vete a saber) dije que lo que el animal se hab¨ªa tragado (seguramente en la calle) era un corcho.
Tuve un ataque de clarividencia y comprend¨ª que hab¨ªa estado loco sin darme cuenta de que estaba loco
Eso es lo que dije, pero a m¨ª no se me iba de la cabeza la idea de que quiz¨¢ el cr¨ªo hab¨ªa tenido los cojones de hacer lo que yo me hab¨ªa limitado a imaginar. Record¨¦ entonces el d¨ªa en el que hab¨ªa preparado las c¨¢psulas con detergente, qued¨¢ndome, como quien dice, en la frontera misma del crimen, a sus puertas. Y entonces tuve un ataque de clarividencia y comprend¨ª que hab¨ªa estado loco sin darme cuenta de que estaba loco. Hoy, me dije, no lo habr¨ªa hecho. ?Pero qu¨¦ co?os hab¨ªa ocurrido para que entonces no me diera cuenta y hoy s¨ª? ?Ver muerto a Dedo, asistir a su agon¨ªa, llevarlo en brazos al veterinario?
Aquella noche me qued¨¦ solo en el sal¨®n, con la tele encendida, sin verla. Cuando me fui a la cama, a las tantas, el hombre invisible estaba despierto. ?Est¨¢s despierto?, dije. S¨ª, dijo ¨¦l entre hipidos. Lloraba, vete t¨² a saber si de culpa o de pena, o de las dos cosas. Me sent¨¦ a su lado y le acarici¨¦ la cabeza, como en otro momento hab¨ªa acariciado la de Dedo, hasta que se qued¨® dormido. No le pregunt¨¦ nada, prefer¨ªa no saber.
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