Hasta los escritores sin rostro se pasan a los 'best seller'
La nueva y m¨¢s accesible novela del enigm¨¢tico Thomas Pynchon divide a sus 'fans'
?Quieren hacer el favor de dejar en paz a Stieg Larsson? Hasta su colega de g¨¦nero (el best seller) Donna Leon, se ha permitido opinar que lo que hace el escandinavo "es malo". Aunque aviesa, la acusaci¨®n tiene miga. Roberto Bola?o, quien al igual que el escritor sueco, muri¨® a los 50 a?os sin poder disfrutar el ¨¦xito desorbitado que estaban destinadas a tener sus ficciones, habl¨® con terrible lucidez del miedo a ser malo, p¨¢nico secreto que anida en muchos escritores y que no logran paliar ni el ¨¦xito de ventas ni el prestigio, pues los dos se pueden apa?ar. La diferencia entre Bola?o y Larsson es que lo que hace el primero merece el nombre de literatura mientras que el segundo ha dado con una f¨¢cil f¨®rmula de entretenimiento banal, un suced¨¢neo. Bola?o pasar¨¢ la prueba del tiempo, sus libros quedar¨¢n; Larsson, sin embargo, como ocurre con cuanto est¨¢ sujeto al imperio ef¨ªmero de lo superficial, ser¨¢ pronto desplazado por el siguiente triunfador que sepa conectar con los consumidores. Ser¨¢n sus propios lectores quienes lo abandonen.
Pero es justamente aqu¨ª donde ven¨ªa mi petici¨®n de dejar en paz a Stieg Larsson. No escribe un best seller quien quiere sino quien puede, y el enigma que ello encierra queda fuera del control del propio autor, que con frecuencia desconoce la clave de su ¨¦xito (por eso fracasan tantas veces las secuelas). En suma, resulta rid¨ªculo llevarse las manos a la cabeza porque ¨¦ste o aquel autor sepan embaucar al gran p¨²blico recurriendo a trucos baratos que apelan a formas poco exigentes de sensibilidad. Los autores de best seller aportan un servicio al ocuparse de la higiene mental p¨²blica. Es completamente injusto pedirles que, adem¨¢s, sus libros tengan calidad literaria. Su misi¨®n es diferente. La literatura de verdad, como admiti¨® durante una entrevista John Grisham en un rasgo de honestidad que le honra, es otra cosa.
Por eso resulta interesante que haya escritores de verdad que, sin propon¨¦rselo, hacen saltar por los aires el tinglado, como es el caso del estadounidense Thomas Pynchon. Ignora ol¨ªmpicamente toda suerte de estrategias comerciales. No concede entrevistas, jam¨¢s habla de su obra, se ignora d¨®nde vive y su ¨²ltima foto data de hace m¨¢s de 50 a?os. El rasgo m¨¢s distintivo de las novelas de Pynchon es su extrema dificultad: los lectores m¨¢s avezados se confiesan impotentes ante los retos que plantean, pero no por ello dan su brazo a torcer. Internet est¨¢ infestado de c¨ªrculos de pynchonianos que rinden culto al autor, intentando descifrar colectivamente los enigmas que plantean sus novelas. Lo llamativo es que las cifras de ventas de sus obras son formidables. Acabo de entrar en Amazon y tras descartar los productos de limpieza y los ¨²tiles de jardiner¨ªa, he husmeado en la secci¨®n de libros la posici¨®n de dos best seller consolidados: La apelaci¨®n, de John Grisham, ocupa el puesto 3.712; El juego del ¨¢ngel, de Ruiz Zaf¨®n, el 427; Vicio innato, la ¨²ltima novela de Pynchon, el n¨²mero 31.
Pynchon, de 72 a?os de edad, ha publicado siete novelas en 43 a?os. Las dos primeras, V (1963) y La subasta del lote 49 (1966), lo situaron en lo m¨¢s alto de la escena literaria de su pa¨ªs. En 1973 se descolg¨® con su magnum opus: El arco iris de la gravedad (1973), obra de 800 p¨¢ginas, considerada la mejor novela norteamericana del siglo XX (y la m¨¢s dif¨ªcil). Candidata al Pulitzer, el jurado se neg¨® a otorgarle el galard¨®n por lo iconoclasta de su propuesta, desat¨¢ndose un esc¨¢ndalo que desemboc¨® en la concesi¨®n del Premio Nacional del Libro. Ajeno a todo ello, Pynchon envi¨® a recoger el premio a un payaso. Siguieron 17 a?os de silencio (los mismos que tard¨® Joyce en escribir Finnegans Wake, la obra m¨¢s dif¨ªcil y menos le¨ªda de la historia de la literatura universal). Otras dos obras capitales de Pynchon, tambi¨¦n en torno al millar de p¨¢ginas son Mason & Dixon (1997) y Against the day (2006). Los cr¨ªticos han situado a Pynchon a la altura de colosos como Joyce o Virginia Woolf. De una audacia sin par, Pynchon se ocupa de temas como la entrop¨ªa, la paranoia, el signo apocal¨ªptico y decadente de la historia reciente, la desintegraci¨®n del lenguaje, la ruptura de los sistemas en que vive encerrado el individuo, el sentido de la ciencia, el militarismo y el poder de los Estados, el control de las libertades, la manipulaci¨®n de la tecnolog¨ªa, la ausencia de significado que preside nuestras vidas, inmersas en el caos. En las novelas de Pynchon hay patos que hablan y perros que leen a Henry James, y muchas cosas m¨¢s que es imposible detallar aqu¨ª.
Este mismo mes se ha descolgado con Vicio innato, una historia de detectives que ha pillado por sorpresa a propios y ajenos. Las ¨¢vidas hordas pynchonianas est¨¢n divididas: por una parte, no caben en s¨ª de gozo al ver que su maestro ha tardado poco m¨¢s de un par de a?os en publicar un nuevo t¨ªtulo; por otra se sienten estafados porque la novela no tiene la dosis de dificultad a la que est¨¢n acostumbrados: no llega a las 400 p¨¢ginas, la cronolog¨ªa es lineal, la estructura manejable, el argumento se puede seguir casi siempre; el protagonista, un detective hippy que se pasa toda la novela colocado, es entra?able y est¨¢ rodeado de una caterva de personajes tan delirantes como siempre, s¨®lo que m¨¢s humanos. Ambientada en Los ?ngeles en la era de Manson y Nixon, Vicio innato es un peque?o milagro: el prodigioso mundo de Pynchon en miniatura aparece intacto, pero por una vez resulta accesible.
Rebosante de encanto y humor, como corresponde a una ¨¦poca anterior a la p¨¦rdida de la inocencia, abundan el sexo, las drogas y el rock and roll. Hay surferos, conspiradores, rubias platino, contrabandistas, bailarinas de strip-tease, estafadores y m¨¢s, todo un reparto que s¨®lo una imaginaci¨®n como la de Pynchon puede concebir. Las nuevas generaciones de lectores est¨¢n de suerte: el misterio de la m¨¢s alta forma de literatura a su alcance. Un autor que se carcajea del sistema. Y encima vende.
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