Una verg¨¹enza nacional
La ganadera Carmen Lorenzo y su esposo, el ex matador de toros Ni?o de la Capea, son responsables de la indecorosa corrida que ayer se lidi¨® en la plaza de la Malagueta. Pero no son los ¨²nicos. Le acompa?an la presidenta del festejo, Ana Mar¨ªa Romero, que aprob¨® unos borregos impresentables; y la empresa, que los compr¨®; y los toreros y su equipos, que eligen los toros en la dehesa y presionan hasta la saciedad a los equipos gubernativos para que aprueben lo que no merece m¨¢s que un cero patatero.
Sea como fuere, lo de ayer en M¨¢laga fue una muestra m¨¢s de la verg¨¹enza nacional en la que los taurinos han convertido esta fiesta que fue gloriosa en ¨¦pocas pasadas.
Seis borregos, seis, de presencia adecuada a su procedencia ovina, sin pitones, sin caras de toros, sin trap¨ªo y sin ning¨²n atributo externo, m¨¢s que el color negro de su pelaje, que los relacionara con el animal bravo, poderoso y retador que merece esta plaza de primera categor¨ªa, a la que, entre todos, han infligido un bajonazo en los costillares. Todos inv¨¢lidos -a excepci¨®n del tercero-, sin sangre brava en las venas, descastados y sosos. Pero, eso s¨ª, nobil¨ªsimos, bondadosos y dulces como el alm¨ªbar. En una palabra, borreguitos del anuncio del detergente que se usa para la ropa delicada. En fin, una verg¨¹enza nacional.
Lorenzo/Castella, Manzanares, Cayetano
Cinco toros de Carmen Lorenzo -el tercero, devuelto-; segundo y sobrero, de San Pelayo, todos mal presentados, inv¨¢lidos y muy descastados. Destac¨® el sexto, corrido en tercer lugar, manso y encastado.
Sebasti¨¢n Castella: pinchazo, media -aviso- (ovaci¨®n); media y un descabello (palmas).
Jos¨¦ M. Manzanares: estocada (ovaci¨®n); estocada -aviso- y un descabello (oreja).
Cayetano: pinchazo -aviso- dos pinchazos y estocada (ovaci¨®n); estocada (ovaci¨®n)
Plaza de la Malagueta. 17 de agosto. Tercera corrida de feria. Lleno.
M¨¢laga no se merece una corrida de borregos inv¨¢lidos
M¨¢laga no se merece esta ofensa. Pero pocos se quejan, ¨¦sa es la verdad. Por el contrario, la mayor¨ªa aplaude las posturas aflamencadas de estas figuras modernas ante animalitos cadav¨¦ricos por los que la profesi¨®n lleva luchando desde que Belmonte invent¨® el toreo moderno. Desde entonces, el toro ha perdido fiereza, fortaleza y genio, y ha ganado en nobleza y dulzura. Tanta agua le han echado al vino de la bravura que los borreguitos de hoy no emocionan ni a las madres que los pari¨®.
Pero ¨¦ste es el feble cimiento de la tauromaquia actual. Y en ¨¦l se justifican las carreras de muchos toreros que est¨¢n haciendo un da?o irreparable a esta fiesta. Los tres de ayer no son los ¨²nicos, pero s¨ª forman parte de la tropa de antitaurinos que est¨¢n dispuestos a cargarse este espect¨¢culo m¨¢s pronto que tarde.
Se aprovechan de los p¨²blicos generosos, festivos y poco conocedores de la t¨¦cnica taurina para enga?arlos como a chinos con faenitas de tres al cuarto, insulsas y aburridas. Eso le ocurri¨®, por ejemplo, a Sebasti¨¢n Castella, un torero valeroso, convertido ayer en un pegapases sin pudor que tore¨® -es un decir- a su primero -un aut¨¦ntico buenazo-, fuera de cacho, al hilo el pit¨®n, con la muleta retrasada y sin cruzarse nunca. Era un toro tan noble que requer¨ªa un torero de calidad suprema. Y tampoco se coloc¨® bien ante su moribundo cuarto y naufrag¨® en toda regla.
M¨¢s enga?ifa, si cabe, fue Manzanares, que le cort¨® la oreja al quinto por una labor despegada y ventajista, sin hondura y exceso de postura, a otro bondadoso novillote, m¨¢s animoso que la penosa flojedad que mostr¨® su primero.
Y el que sobresali¨® -el tuerto en el pa¨ªs de los ciegos- fue Cayetano, que aprovech¨® a medias las muchas cualidades de su noble, manso y encastado tercero, al que enjaret¨® pases templados por ambas manos, en una labor de calidad y sabor torero, que no lleg¨® a alcanzar los altos vuelos que se presagiaban y que su oponente merec¨ªa. No pudo hacer nada ante el inv¨¢lido y descastado sexto, que hizo honor al desaguisado general.
Al final, todos contentos. Ni una mala queja. As¨ª, no hay quien arregle esta desverg¨¹enza.
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