DIECIOCHO
La muerte de Dedo me ray¨® m¨¢s y durante m¨¢s tiempo de lo que hab¨ªa imaginado. A medida que pasaban los d¨ªas, en vez de irse de mi cabeza, el animal okupaba en ella m¨¢s espacio. Era la primera cosa, si podemos llamar cosa a un mam¨ªfero, a la que yo hab¨ªa cuidado. Le hab¨ªa dado de comer, lo hab¨ªa llevado al veterinario, lo hab¨ªa sacado a pasear, hab¨ªa recogido sus mierdas, limpiado sus v¨®mitos... Y todo eso sin quererle, porque si dijera lo contrario mentir¨ªa. ?Por qu¨¦ entonces lo hab¨ªa hecho? Fue hacerme esta pregunta y aparec¨¦rseme mi viejo dentro de la cabeza, me cago en ¨¦l, para darme una respuesta: Porque lo ten¨ªas que hacer, sentenci¨®. Mi viejo me hab¨ªa dicho mil veces que la mitad de las cosas que se hac¨ªan en la vida no se hac¨ªan por gusto, sino para poderse uno mirar en el espejo. A m¨ª lo de mirarme en el espejo me parec¨ªa una co?a, pero el caso es que me levant¨¦ y me fui al cuarto de ba?o y estuve un rato aguant¨¢ndome la mirada y al final me escup¨ª y me fui al dormitorio y me met¨ª en el sobre y me hice una paja. Fue una paja desesperada, una paja rabiosa, col¨¦rica, una paja que no estaba pensada para pasarlo bien, sino para sufrir. Una paja contra el mundo.
A todo esto, lleg¨® junio y con ¨¦l mi cumplea?os (19). Mi hermana me prepar¨® una fiesta sorpresa a la que invit¨® al Risas y a cuatro o cinco colegas m¨¢s del instituto. El recuerdo que yo ten¨ªa del instituto era el que se tiene de una vida anterior, o sea, que estaba a a?os luz de mis intereses. Fue penoso volver a ver a mis colegas, todos contentos con su vida, con su polla, con su universidad, con sus novias, pero aguant¨¦ la fiesta a pie firme, con el hombre invisible d¨¢ndole a los canap¨¦s y pegado a mis piernas, como con miedo a que me volatilizara. Mis colegas le gastaron cuatro o cinco bromas con el asunto de la invisibilidad y ¨¦l solt¨® tres o cuatro risitas de compromiso. Cuando se abrieron, fui al ba?o y llor¨¦ un poco, no s¨¦ por qu¨¦, porque no ten¨ªa ganas, supongo que por debilidad. Luego me lav¨¦ la cara y volv¨ª al sal¨®n, donde mi hermana y el hombre invisible me dieron su regalo. Era la matr¨ªcula para un curso de cocina, a realizar en julio. No dije nada, pero me mol¨®. Mis viejos me felicitaron por tel¨¦fono.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.